Getting your Trinity Audio player ready...
|
Si las fronteras son las cicatrices de la historia sobre los mapas, las separaciones territoriales por cuestiones políticas, económicas o raciales reflejan diferencias irreconciliables. Un camino sin retorno que, en países polarizados, pueden llevar a la estupidez de recrear guerras civiles. En Estados Unidos, la representante republicana Marjorie Taylor Greene, enrolada en la derecha radical alentada por el expresidente Donald Trump, propuso un divorcio nacional, textuales palabras, entre Estados rojos (republicanos) y azules (demócratas). Delirante, pero real.
Una cosa es el Brexit, del cual muchos británicos se sienten decepcionados, y otra, muy distinta, es el separatismo dentro de los países, como el que se plantea Cataluña de España o Escocia del Reino Unido. La iniciativa de la representante Taylor Greene tiene poco sentido en un país que, a pesar de sus discrepancias internas, marca el pulso del planeta para bien o para mal. La división coyuntural, latente en las cloacas de las redes sociales de medio mundo con improperios contra aquel que no piensa igual, ¿llevaría a los rojos a mudarse de los Estados azules simplemente por no soportar la mera existencia de sus vecinos y viceversa? Otra idiotez.
China, Rusia, Irán, Corea del Norte y unos cuantos más celebrarían que el país que más territorio adquirió en la historia a precios irrisorios, como Nueva York a Holanda, Luisiana a Francia, Florida a España y Alaska a Rusia, más allá de la anexión de California, Texas y Nuevo México, antes propiedad de México, se divida por razones políticas. Iría a contramano, inclusive, de la estrafalaria oferta de Trump de comprarle Groenlandia a Dinamarca. Otra alucinación. Si no agrando, divido. Y para divisiones ya no son necesarias las fronteras físicas. Las cicatrices no se ven en los mapas.
Tema recurrente en Bolivia, por ejemplo: separar la nación de Oriente (Santa Cruz, Pando, Beni, Tarija, parte de Chuquisaca y Cochabamba), rica en hidrocarburos, de la nación de Occidente (La Paz, Oruro y Potosí), rica en minería, por cuestiones económicas y raciales que derivan, cuándo no, en disputas políticas.
El nacionalismo, así como el divorcio de las naciones, se nutre de la venganza por agravios históricos, del alza de las desigualdades a raíz de la globalización y del apogeo de líderes inescrupulosos
En las desintegraciones políticas influye la erosión de la democracia en todas las latitudes, con escasa certeza sobre la legitimidad de las elecciones, desencanto con los líderes y auge de autoritarismos provocados por vuelcos inusitados hacia extremismos rayanos en la ceguera ideológica, peor que la biológica.
La palabra dictadura, asociada con los militares de antaño en el Cono Sur, les cabe ahora a las autocracias, como las de Nicaragua, Venezuela y El Salvador o la más perenne de la región, la de Cuba, mientras matan a pobres corazones en Afganistán, Corea del Norte, Irán y enclaves de otras latitudes. El nacionalismo goza de buena salud a pesar de haber sido el causante de las dos guerras mundiales del siglo XX. Arrecia en la guerra de Rusia contra Ucrania con la anexión de prepo de territorios más allá de sus fronteras en una clara violación de la soberanía o en el afán de China de apropiarse de Taiwán.
El nacionalismo, así como el divorcio de las naciones, se nutre de la venganza por agravios históricos, del alza de las desigualdades a raíz de la globalización y del apogeo de líderes inescrupulosos que encontraron la veta para refrescar memorias y resentimientos.
En los años sesenta y setenta primaba en Estados Unidos el neoconservadurismo, cual reacción de intelectuales y políticos contra la new left o nueva izquierda del Partido Demócrata en medio de la Guerra Fría.
La nueva versión resulta ser el ultraconservadurismo, encarnado en una suerte de ciberguerra fría animada por Trump, el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, el partido español Vox y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, entre otros. Grandes aprovechadores del descontento social, como también ocurre con sus reversos de la izquierda radical en un mundo en el cual, oh, casualidad, hay más divorcios que casamientos.
Twitter: @JorgeEliasInter | @Elinterin | @el_interin
Instagram: @JorgeEliasInter | @elinterin.com_ok
YouTube: JorgeEliaselinterin
Facebook: El Ínterin
https://www.elliberal.com.ar/noticia/opinion/624555/divorcio-naciones