Política

El divorcio de las naciones

Si las fronteras son las cicatrices de la historia sobre los mapas, las separaciones territoriales por cuestiones políticas, económicas o raciales reflejan diferencias irreconciliables. Un camino sin retorno que, en países polarizados, pueden llevar a la estupidez de recrear guerras civiles. En Estados Unidos, la representante republicana Marjorie Taylor Greene, enrolada en la derecha radical alentada por el expresidente Donald Trump, propuso un divorcio nacional, textuales palabras, entre Estados rojos (republicanos) y azules (demócratas). Delirante, pero real. Una cosa es el Brexit, del cual muchos británicos se sienten decepcionados, y otra, muy distinta, es el separatismo dentro de los países, como el que se plantea Cataluña de España o Escocia del Reino Unido. La iniciativa de la representante Taylor Greene tiene poco sentido en un país que, a pesar de sus discrepancias internas, marca el pulso del planeta para bien o para mal. La división coyuntural, latente en las cloacas de las redes sociales de medio mundo con improperios contra aquel que no piensa igual, ¿llevaría a los rojos a mudarse de los Estados azules (leer más)

Sociedad

Gato por liebre

La alcaldía de un pueblo de Alaska tiene la particularidad de ser regida por un gato en lugar de un ser humano, lo cual, aunque sea simbólico, es directamente proporcional con la ausencia de corrupción Stubbs nació el 12 de abril de 1997. Lo encontraron en una caja con otros gatitos en una tienda de Talkeetna, Alaska, Estados Unidos. El dueño de la tienda se quedó con ellos. A los tres meses, el cachorro atigrado amarillo de rabo corto (de ahí su nombre) pasó a ser el alcalde del pueblo frente al descontento de la gente con los candidatos (humanos, todos ellos). Lo eligieron por amplia mayoría. Desde entonces, el gato Stubbs (más respeto: Mayor Stubbs) administra a puro maullido los destinos de ese distrito histórico cuya alcaldía es, en realidad, simbólica. Su popularidad, tras casi dos décadas de hegemonía, continúa en alza. No cualquier alcalde va desnudo por la calle, duerme siestas interminables y se deja mimar impúdicamente por los contribuyentes. Los habitantes de Talkeetna, menos de 1.000, están felices de haber convertido a (leer más)