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Contra todo vaticinio, la ultraderecha de Marine Le Pen mordió el polvo en Francia después de acariciar la victoria en la primera vuelta de las legislativas anticipadas. El llamado cordón sanitario surtió efecto en una carambola entre Ensemble, el partido centrista de Emmanuel Macron, y una coalición de izquierda entre socialdemócratas, socialistas, verdes y comunistas, el Nuevo Frente Popular, bajo el ala de Jean-Luc Mélenchon, líder millonario de La Francia Insumisa, de 72 años, que admira al difunto Hugo Chávez. Un populista al estilo de Le Pen, pero del palo opuesto, como suele ocurrir con esos personajes.
La mayoría absoluta en la Asamblea Nacional quedó en suspenso en un hemiciclo dominado ahora por tercios. Macron, presidente hasta 2027, y la izquierda desmontaron la estrategia de Le Pen en Francia, pero la ultraderecha creció en otro ámbito, el Parlamento Europeo, gracias a los resultados de las elecciones comunitarias realizadas del 6 al 9 de junio. El grupo Patriotas de Europa, sucesor de Identidad y Democracia (ID), pasó a ser la tercera fuerza detrás de los bloques conservador y socialdemócrata. ¿Qué se propone? En principio, dinamitar a la Unión Europea desde su riñón, como un caballo de Troya.
En eso están con matices desde el Fidesz del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y los españoles de Vox hasta el Partido Liberal de Austria; el neerlandés PVV; el belga Vlaams Belang; el portugués Chega! (¡Basta!); el Partido Popular Danés, y la Agrupación Nacional de Francia, representada por Jordan Bardella. El frustrado primer ministro galo preside una bancada de 84 eurodiputados de esa tendencia. Nada mal, cual premio consuelo, a sus 28 años.
En Francia, aquello que pareció ser un salto al vacío de Macron con el adelanto de las elecciones terminó siendo un salvavidas
Tampoco nada mal para Le Pen, cuyo bloque se convierte en el más numeroso, con 30 eurodiputados, sobre los 10 de Orbán, en buenas migas con Vladimir Putin, patrocinador de la ultraderecha europea, y los 10 de La Liga de Matteo Salvini, formación que comparte gobierno con la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, pero no apoya las sanciones contra Rusia por la guerra contra Ucrania. Podría incorporarse Alternativa por Alemania (AfD), la segunda fuerza política más votada en su país. La excluyeron de ID porque su líder, Maximilian Krah, que acabó renunciando, afirmaba que «no todos eran criminales» en la organización nazi SS. Un disparate.
En Francia, aquello que pareció ser un salto al vacío de Macron con el adelanto de las elecciones, semejante al de Pedro Sánchez en España tras el triunfo del conservador Partido Popular, terminó siendo un salvavidas, más allá del impacto en el continente. Macron salvó la ropa. Enfrenta ahora la cuarta cohabitación de la V República, fundada por Charles de Gaulle en 1958. Las anteriores fueron entre el presidente socialista François Mitterrand y el primer ministro gaullista Jacques Chirac de 1986 a 1988; entre Mitterrand y el primer ministro Édouard Balladur de 1993 a 1995, y entre Chirac y el primer ministro Lionel Jospin, socialista, de 1997 a 2002.
Esta vez, la situación puede ser más compleja por la distancia entre ambos polos. El voto de los franceses, desencantados con Macron sin casarse con Le Pen, apunta al desahogo por la inflación, la inseguridad y la inmigración. La carambola francesa, coincidente con el retorno de los laboristas al poder en Gran Bretaña después de 14 años de rutina conservadora, más allá del divorcio de la Unión Europea, reacomoda el tablero a velocidad de vértigo. Los conservadores perdieron más de lo que ganaron los laboristas en el Reino Unido.
En tiempos de cohabitación, el primer ministro, como jefe de Gobierno, coordina la política interna cuando no pertenece al partido del presidente
En el régimen semipresidencial de Francia, el presidente, como jefe de Estado, arbitra el Consejo de Ministros. Puede disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones, como lo ha hecho, y oprimir el botón nuclear. Dios nos guarde. También designa al primer ministro, cargo que reclama la izquierda. Macron, sobreviviente de la catástrofe que hubiera significado la ratificación de la ultraderecha en las urnas, deberá nombrar al sucesor de Gabriel Attal, alfil de sus filas al que no le aceptó la dimisión inmediata.
En tiempos de cohabitación, el primer ministro, como jefe de Gobierno, coordina la política interna cuando no pertenece al partido del presidente. Los circunstanciales socios electorales de Macron se proponen, entre otras cosas, revertir muchas de sus reformas, empezando por subir el salario mínimo y bajar la edad de jubilación, así como entablar una relación menos cordial con Israel a la luz de los resultados de la guerra en la Franja de Gaza.
El Nuevo Frente Popular, formado por La Francia Insumisa, el Partido Socialista, el Comunista y los Verdes en las dos semanas que mediaron entre la primera y la segunda vuelta, halló su fuente de inspiración en 1936, cuando el Frente Popular original impidió el ascenso de la ultraderecha con una consigna de barricada: “No pasarán”. La Francia Insumisa creció tres escaños mientras que el Partido Socialista, pariente de los laboristas británicos, casi duplicó su presencia en la Asamblea Nacional. Un dato no menor en un país cuya política se bambolea entre la derecha y la izquierda, pero, al parecer, permanece en el centro. Por ahora.
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https://fmdelta903.com/blogs/eldisparador/56595-jorge-elias-los-conservadores-perdieron-mas-de-lo-que-ganaron-los-laboristas
https://reporteasia.com/opinion/2024/07/11/carambola-francesa/
https://nuevospapeles.com/nota/la-carambola-francesa/