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El silencio de los indolentes

Gran duda: ¿hasta qué punto los Estados Unidos estarán involucrados en la virtual guerra contra el narcoterrorismo? Sepulturero y partero a la vez, Andrés Pastrana ha decidido enterrar la criatura que nació tuerta, creció renga y, ciega y paralítica en sucesivas prórrogas, terminó muriendo después de una sorda agonía: la mesa de negociaciones, o el laboratorio de la paz, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mesa de patas flojas, o laboratorio de ensayos vanos, sobre cuyo mantel floreado el vaso supo estar medio lleno, de un lado, y medio vacío, del otro. O viceversa. Nunca lleno, o vacío, del todo. A medias, finalmente, el experimento fracasó después de 1221 días. O de tres años y monedas. En principio, por la pésima voluntad de Tirofijo y por el excesivo voluntarismo de Pastrana. Turbado en la cornisa del desenlace, en un mundo convulsionado después de los atentados del 11 de septiembre y de la represalia contra el régimen talibán, por los secuestros del senador Jorge Gechem, primero, y de la candidata presidencial Ingrid Betancourt, después. (leer más)

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El horno no está para pretzels

La advertencia data de la era De la Rúa-Cavallo y, en realidad, no ha variado: «Presenten un plan y hablamos» Ingredientes: agua tibia (una taza), agua corriente (cuatro tazas), levadura (un paquete), harina (una taza y media), manteca (dos cucharadas), sal (media cucharadita), azúcar (una cucharada) y bicarbonato de sodio (cinco cucharadas). Preparación: disolver la levadura en agua; agregar harina, manteca, azúcar y sal; batir durante tres minutos (añadir más harina, si es necesario); amasar hasta lograr una pasta elástica; colocarla en un recipiente cubierto hasta que duplique su volumen; dividirla en piezas iguales y, con la palma de la mano, darles forma de bastoncitos; anudarlas como lazos; disponerlas sobre una bandeja de horno previamente engrasada; dejarlas en reposo hasta que dupliquen su volumen; mezclar agua con bicarbonato de sodio en un recipiente de plástico; bañar las piezas con la solución obtenida; disponerlas de nuevo en la bandeja; espolvorearlas con sal; hornearlas durante 10 o 15 minutos. Y ya. Listo. Resultado: el arma que Osama ben Laden y el mullah Omar no imaginaron. Más efectiva (leer más)

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El general Desconcierto y el mayor Sigilo

Resuelta dentro de la democracia, la crisis argentina refleja el peligro que representa la desatención de los problemas sociales Lejos estaba Fernando de la Rúa de pensar que su visita a Asunción, el lunes 15 de mayo de 2000, iba a ser el preludio de un intento de golpe militar. El más cruento y cercano. En la misma semana del encuentro con su par paraguayo, Luis González Macchi, con el cual pretendía recomponer la relación bilateral, maltrecha por el cortocircuito que había ocasionado el asilo de Lino Oviedo en la Argentina, como correlato del asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, y su fuga, en la víspera del final de la gestión de Carlos Menem, después de haberse sometido a primorosas sesiones de lifting y entretejido. Lejos estaba De la Rúa de pensar, también, que sus reflexiones en un almuerzo con empresarios iban a convertirse en un boomerang: «Cuanto más se desatienden los problemas sociales, más graves se vuelven –dijo–. En la Argentina hay problemas sociales, como en toda la región, pero no hay peligro de (leer más)

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Cuando ya me empiece a quedar solo

Vino a echar luz Fidel Castro. De nuevo. Sin él, los participantes del X Encuentro del Foro de San Pablo, realizado en La Habana, se habrían privado del diagnóstico más preciso, y más sagaz, de la crisis argentina: «Es que todavía existe una ficción de que hay un presidente», dijo, irónico. O burlón. Con el tono de aquel que celebra el quebranto ajeno para atenuar, o disimular, el propio. Propio de Castro, digamos. De la rima consonante con la cual, en un discurso de apenas cinco horas y cinco minutos, prodigó sus mejores deseos para la tierra del Che: «¿Hay que soplar? –dijo–. No hay que soplar. Eso se derrumba. Eso no tiene remedio. Es insostenible». Y echó más luz aún. O leña: «Ya el neoliberalismo los había liquidado y la crisis los hizo picadillo». Gracias, Fidel. Un amigo. De esos que siempre están. Sobre todo, en los peores momentos, tendiendo su mano franca y su consejo acertado. Sin interés, como la deuda que Cuba no paga a la Argentina. O, como durante la dictadura (leer más)

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Contame tu condena, decime tu fracaso

El denominado efecto De la Rúa, usado en Brasil para criticar a Lula, corona una crisis que va más allá de lo económico Cerca de un modesto pueblo portuario de Galicia llamado Cariño, a la vera de acantilados de gran porte, deambulan almas en triste procesión. Cuenta la leyenda que, de noche, derraman lágrimas y arrastran cadenas, desconsoladas, esperando que algún mortal se apiade de ellas. En tránsito, o en trámite, entre el purgatorio, delimitado por los mañosos bosques de San Andrés de Teixido, y el Paraíso. Cada alma de Santa Compaña carga un farol. Es el símbolo de una promesa incumplida en vida. De una cuenta pendiente por la cual el alma no podrá liberarse de sus ataduras terrenales hasta que sea saldada. El farol, en principio, quedará en manos del testigo ocasional de su mirada, o de su luz mortecina, de modo de que cumpla, finalmente, con la promesa. Si no, el alma seguirá deambulando, errante en las sombras, y el mortal, a su vez, cargará su propio farol y otro ajeno. Con (leer más)

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Vísteme despacio que llevo prisa

El gobierno norteamericano ha dejado entrever que existe otra prioridad: comprometer a América latina en el Plan Colombia En el Placer del Sacerdote, solaz a la vera del río Támesis, algunos profesores de Oxford toman sol en verano. No hacen otra cosa que conversar amablemente, cabecear siestas o leer diarios. Tiene su gracia, sin embargo: están desnudos. Es una tradición licenciosa. Y silenciosa. Lejos de miradas indiscretas y lejos, también, de mirarse a sí mismos. Cierta tarde, según cuenta Garrett Thomson en el primer capítulo de su libro Flies on the Brain, unas damiselas de Oxford, flor y nata de la sociedad británica, perdieron el rumbo en su bote. Y pasaron lentamente frente al Placer del Sacerdote. “¡Oh, Dios mío!”, exclamaron los profesores. Imagínense: viejos sabios de modales elegantes y verba pausada, reputadísimos, perplejos ahora, al igual que ellas, echando mano de los diarios con tal de cubrirse las partes íntimas. Sólo uno, profesor de filosofía, se cubrió la cara. Superado el trance, con el bote y las risitas de las damiselas en lontananza, los (leer más)

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Juegos de guerra

El gobierno argentino ha ofrecido asistencia a los Estados Unidos, poniéndose un paso delante de sus vecinos Campaña, no guerra. Despliegue, no cruzada. Libertad Duradera, no Justicia Infinita. Relaciones maduras, no carnales. Muy sutil todo. Y lento. Como la agonía del diminuto ejemplar de prisionero hindú, con la cabeza rapada y la mirada vaga y acuosa, de bigote espeso y saliente, absurdamente grande para su cuerpo, que describe George Orwell en El ajusticiamiento: «Las uñas aún estarían creciendo cuando él se hallara sobre la plataforma, cuando estuviera cayendo por el aire con un décimo de segundo de vida por delante». Un relato verídico. Tan verídico como la rara coincidencia del 11 de septiembre, 9/11 en inglés, con el número telefónico que teclean los norteamericanos para las emergencias de todo tipo, 911. Que, sumado (9 + 1 + 1), da 11. Al igual que la forma de las Torres Gemelas mientras estaban erguidas, el número de vuelo del primer avión que embistió contra ellas y la cantidad de letras de New York City, Afghanistan, The Pentagon (leer más)

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Sólo sabemos que no sabemos nada

El sesgo terrorista de los atentados ha llevado a Bush a no distinguir grises en un mundo que ya no será como antes Culebreó la sospecha y, de inmediato, toreó la certeza: Osama ben Laden dejó su huella en los atentados. Como en otras ocasiones: la bomba en el estacionamiento subterráneo de las Torres Gemelas, en 1993; las voladuras de las embajadas norteamericanas en Kenya y en Tanzania, en 1998, y el boquete en el destructor USS Cole en Yemen, en 2000. Una ristra de horrores, reivindicado el fanatismo, o la brutalidad, como el derecho de los malos, de un lado. Una ristra de errores, reivindicada la réplica, o la defensa, como el derecho de los buenos, del otro. Y, en el medio, una ristra de cabos sueltos, entre horrores y errores, reivindicado el derecho de la duda. O del escepticismo. Legítimo frente a las pistas zigzagueantes de una banda terrorista cuyo presunto líder, Mohamed Atta, ingeniero y piloto, de 33 años, nacido en El Cairo, radicado en los Estados Unidos, habría estado vinculado con (leer más)

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Herida por un sable sin remache

Señal de alerta: la gente pierde confianza en las instituciones porque no ve satisfechas sus expectativas económicas Vivíamos en un ombligo. Los latinoamericanos, no sólo los argentinos. Tan aislados vivíamos, náufragos en tierra firme, que usábamos palabras raras. Como sentimientos en lugar de feelings y reuniones en lugar de meetings. En un santiamén, apenas una década, pasamos del tercer mundo al primero. Y, entonces, empezamos a llamar a las cosas por su nombre: loft al galpón venido a más, topless a nada por aquí y poco por allá, baguette al pan flauta, look al aspecto personal, fashion a la moda, sale a la liquidación de fin de temporada (o de mes), shopping a la vuelta del perro y todo por dos pesos (o su equivalente en otras monedas) al excedente made in China. Teníamos programas de televisión aburridos, no talk-shows ni reality-shows, y noticieros, no magazines. Ni zapping hacíamos, obstinados en cambiar de canal. De Panamá, digo. Tanto hemos cambiado, sin embargo, que vanos parecen ahora los esfuerzos con tal de preservar las especies en (leer más)

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Balada para un loco

Videla se convertía, casi al mismo tiempo, en el primer dictador latinoamericano procesado por la Operación Cóndor De sobra sabía que iba a ser sobreseído por la Sala Sexta de la Corte de Apelaciones de Santiago. Los achaques no son tan malos como parecen. Sobre todo si resultan una vía de escape. La única de Pinochet, a los 85 años, con la arrogancia en baja, la arteriosclerosis estable y la demencia en alza después de 503 noches de posoperatorio en las afueras de Londres con la visita frecuente de una diva como Margaret Thatcher. Razón, quizá, de sus deseos ardientes de volver a casa. Por la razón o por la fuerza. Como el canto de una moneda de 100 pesos chilenos. Que, echada a rodar, cayó ceca allende los Andes: casi en estéreo con su eximición de juicio por falta de juicio, el lunes, Videla pasaba a ser, el martes, el primer dictador latinoamericano procesado por la Operación Cóndor. Patentada en Santiago a fines de 1975. Tres meses antes del golpe en la Argentina, dos (leer más)

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Toda prisión tiene una ventana

Montesinos y Milosevic cayeron por motivos distintos, vinculados, sin embargo, con una causa común: el abuso de poder Toda prisión tiene una ventana. Y Vladimiro Montesinos, más prolífico que Spielberg mientras era el jefe de facto de la inteligencia de Fujimori, halló una apenas quedó huérfano de amparo en la Venezuela de su amigo Hugo Chávez: miles de videos, o vladivideos, de pactos non sanctos con medio mundo, filmados por decisión propia, con los cuales, al parecer, no quedaría piedra sobre piedra en el Perú y alrededores. Son el salvoconducto que conservó hasta el final, perdido por perdido frente a la persecución del FBI. Alertado, a su vez, por el Pacific Industrial Bank, de Miami, en donde un emisario debía retirar una módica propina de casi 40 millones de dólares. No sabía que dos de los ejecutivos con los cuales se reunió eran, en realidad, agentes federales. Competidores, en los sótanos de la burocracia norteamericana, con empleados y ex empleados de la CIA, como Montesinos. Más razón aún para dar el golpe de gracia y, (leer más)

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Devoto de los votos y de las botas

El régimen de Castro, más amigo de la dictadura argentina que de la democracia, se ufanó de una victoria moral Perdido por perdido, nunca vencido, Fidel Castro removió el avispero: «Eso es lamer la bota de los yanquis», espetó el 2 de febrero por los 39.500 millones de dólares que requería el blindaje financiero. Podrían haber sido 1500 millones menos si hubiera pagado la añosa deuda contraída con la Argentina, pero suele ofenderse cada vez que un emisario del gobierno, o del vil capitalismo, trata de hablar de ella. Nada de eso, entonces: asesorado por expertos sobre las inminentes grietas de la Alianza desde la renuncia de Carlos Chacho Alvarez a la vicepresidencia, sólo pretendía cargar contra las relaciones carnales con los Estados Unidos. En otro país, el exabrupto de Castro, con tono grave de stalinista dogmático, movimientos ampulosos de showman vocacional y uniforme verde oliva de recién llegado de Bahía de Cochinos, habría desatado réplicas inmediatas de oficialistas y de opositores por igual. Que eso no se dice, que eso no se hace, que (leer más)

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Bolsillos flacos, realidades ajenas

La mayoría de los presidentes deja de tener contacto con cosas tan mundanas como la billetera desde que asume el cargo Ordenó un plato suculento y sustancioso: trucha ahumada, gambas y paté de nueces. Un manjar. Y dio cuenta de él, devorándoselo, mientras Mike Bell, el dueño del restaurante, sobre Portobello Road, en el barrio Notting Hill, de Londres, famoso por sus pubs, observaba, orgulloso, que una multitud de curiosos se había reunido en la vereda. Tenía un comensal ilustre e infrecuente: Bill Clinton, en un intervalo informal de una visita oficial al Reino Unido mientras aún era presidente de los Estados Unidos. ¡Fantástico! Salvo un pequeño detalle: terminó de comer, alzó la mano izquierda (la diestra, por ser zurdo), agradeció con una sonrisa y se marchó con su legión de custodios del servicio secreto. Sin soltar una libra. O un dólar. Ni propina dejó. Los diarios británicos, como The Guardian, titularon al día siguiente: «Bill forgets the bill» (Bill olvida la cuenta). De apenas 24,70 libras. O 36,22 dólares. Actitud que no era común (leer más)

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Cuando aclara, oscurece

La Argentina incurre inevitablemente en la paradoja del país que tiene todo para prosperar y, sin embargo, no prospera ¿Qué nos sucede, vida, que, últimamente, los kosovares, sobrevivientes de la limpieza étnica de  Slobodan Milosevic y de las bombas de la alianza atlántica (OTAN), son los más optimistas del mundo y nosotros, los argentinos, sobrevivientes, a lo sumo, de una transición presidencial después de una década de Carlos Menem en el poder, vamos cabizbajos entre los más pesimistas? Gallup, autora del estudio comparativo en 68 países, arriesga una respuesta: a fines de 1999, la gente tenía expectativas de cambio por el comienzo inminente de la gestión de Fernando de la Rúa. Expectativas económicas, sobre todo. Era algo así como la escoba nueva que prometía barrer bien. En especial, la corrupción. Quizá como ocurre ahora con los mexicanos, con Vicente Fox como nuevo presidente, después de siete décadas de rutina en el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Son los más optimistas de América latina a pesar de la desigualdad entre ricos y pobres. Acaso tapada (leer más)

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Cuándo volverás a ser lo que no fuiste nunca

El dominio de las FARC sobre una porción del país consagra de hecho la existencia de un Estado dentro del Estado Tirofijo está como Carlos Menem: enamorado. En su caso, de una guerrillera a la que duplica en edad. Con ella, Sandra, de 37 años, habrá descorchado aguardiante, o alguna champaña reservada para la ocasión, en Inspección Los Pozos, cerca de San Vicente del Caguán, después de la prórroga que concedió el gobierno de Andrés Pastrana a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sobre las tierras que dominan a su antojo en el sur del país. Maravilloso si Tirofijo, de 70 años, fuera Walt Disney o la Madre Teresa, no el líder guerrillero más veterano del mundo. Hombre de armas llevar, por más que, curiosamente, también empuñe el violín. Que ha ganado más que cualquier otro con su renuencia al diálogo y con su concepción setentista del poder. Pasada de moda, pero efectiva. O lucrativa. Hasta dejó plantado a Pastrana el día que recibió, limpios de presencias tan molestas como soldados y policías, los (leer más)