El revés de la trama
Las réplicas por los atentados terroristas en los Estados Unidos sirven de excusa para represalias cada vez más enérgicas Pocas pulgas tiene Vladimir Putin. Desde 1999, los soldados rusos han matado más de 13.000 separatistas chechenos, considerados terroristas de la estofa de Al-Qaeda. Era su promesa electoral: eliminarlos como hormigas. Sin contemplaciones ni concesiones, por más que ese año haya coincidido con la limpieza étnica de albaneses en Kosovo por la cual rodó la cabeza de Slodoban Milosevic. El agente reciclado de la KGB, capaz de tensar al máximo la cuerda en compañía frecuente de su par chino Jiang Zemin con tal de oponerse a la hegemonía norteamericana en los foros internacionales, como las Naciones Unidas, se maneja con autonomía absoluta en el rubro derechos humanos. Tanta que, a veces, desconcierta: 117 muertos por el uso de gas sedante en el rescate de los 800 rehenes en el teatro Dubrovka, de Moscú, poco y nada tonifican a líder alguno. Como poco y nada tonifican a líder alguno, tampoco, 41 rebeldes acribillados y otros tantos detenidos. (leer más)