
Parados al final de sí mismos
Cercados por dilemas externos, Arafat convoca a elecciones y Sharon aboga por la creación del Estado palestino Todos nacemos llorando; después entendemos por qué. Llorando estaba un esclavo en la nave del rey. Era su primera vez en ella y en alta mar. Llorando estaba, pues, asustado por las olas, cerca, y por el horizonte, lejos. Sin otra tierra firme, bajo sus pies, que la cubierta, bamboleante. Permanecía en un rincón, acurrucado, temblando de miedo. Tanto temblaba que el sabio quiso aliviarlo. Ordenó entonces, con la venia real, que fuera arrojado al agua. Una y otra vez. Hasta que se calmara. Y, finalmente, se calmó. No podía creerlo el rey, convencido de que la solución iba a ser aún más drástica e impiadosa: deshacerse del ejemplar de hombre que ni nadar sabía. Pero no. Lo vio descansando, sereno y exhausto a la vez. Llamó al sabio, curioso. De él obtuvo como respuesta: “Majestad, mientras el esclavo ignoraba los horrores de ahogarse, también ignoraba la seguridad de la nave. Ahora conoce ambas cosas y, por eso, (leer más)