La muerte cruzada como método de supervivencia

Lasso, presidente de Ecuador, echó mano de un recurso constitucional introducido por su archirrival Correa para evitar un juicio político




Guillermo Lasso adujo que existe una grave crisis política y una conmoción interna
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El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, decidió disolver la Asamblea Nacional antes de vérselas con un juicio político. Quizás haya serenado por un rato los ánimos, pero no resolvió el problema de fondo de las democracias latinoamericanas y caribeñas. Lasso, acusado de haber malversado fondos en un contrato entre la empresa pública de transporte de petróleo, Flota Petrolera Ecuatoriana (Flopec), y la compañía Amazonas Tanker, que le costó al Estado al menos seis millones de dólares, dio un paso al costado. Apeló a un recurso constitucional de nombre apocalíptico, la muerte cruzada. Nunca había sido aplicado.

Nada que ver con el autogolpe fallido de su excolega peruano Pedro Castillo, destituido y detenido después de haber intentado disolver el Congreso al estilo Alberto Fujimori. Una crisis sin fin la del Perú. La de Ecuador o la de Lasso después del gobierno de Lenín Moreno, expresidente de Rafael Correa desligado de su liderazgo, exhibe el desmadre de una región signada por la polarización y el desencanto.

Lasso gobierna por decreto hasta que se celebren elecciones, algo que no ocurrió en el Perú tras la asunción de Dina Boluarte en lugar de Castillo, compañero de presidio de Fujimori y del extraditado Alejandro Toledo. Hubo 60 muertos en tres meses por el uso excesivo de la fuerza, según la ONU.

Curiosamente, el expresidente ecuatoriano Correa, refugiado en Bélgica para evitar la condena de ocho años de prisión por haber recibido sobornos, introdujo en 2008 el artículo 148 en la Constitución para evitar su destitución

Las crisis pueden tener detonantes comunes, como la pertenencia a tal o cual espectro político y la corrupción, pero son nacionales. La falsa prescripción electoral de la vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner, atribuida a la Corte Suprema de Justicia, dista varios kilómetros de los días de cárcel de Luiz Inácio Lula da Silva y del desmadre en Brasilia por la turba leal a Jair Bolsonaro en rechazo a su retorno a la presidencia. O, inclusive, del traspié de Gabriel Boric en la segunda elección de constituyentes para reformar la Constitución heredada de Pinochet. Que queda en manos del Partido Republicano de José Antonio Kast, renuente al cambio.

Curiosamente, el expresidente ecuatoriano Correa, refugiado en Bélgica para evitar la condena de ocho años de prisión por haber recibido sobornos, introdujo en 2008 el artículo 148 en la Constitución para evitar su destitución. Lasso, en las antípodas políticas, echó mano de ese recurso, la muerte cruzada, para salvarse a sí mismo con la excusa de una grave crisis política y de una conmoción interna, admitida por la Corte Constitucional.

El paisaje regional común refleja baja popularidad de los presidentes, traducida en Ecuador en el resultado electoral adverso de febrero, y alta inseguridad en las calles, pavimentada por el narcotráfico.

Cualquier parecido con otros países de la región, más allá de la particularidad de la muerte cruzada como método de supervivencia, no es casual.

Jorge Elías

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