La propaganda del siglo XXI

Si Chávez hizo escuela con su Aló Presidente, Maduro pretende superarlo en compañía de una presentadora de televisión creada por inteligencia artificial




Maduro y Sira: el show debe continuar
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Umberto Eco llamó populismo mediático a una rutina de Silvio Berlusconi cuando estaba al frente del gobierno de Italia: anunciaba sus proyectos por televisión para evaluarlos en sondeos de opinión antes de enviarlos al Congreso. Con esa fórmula se ahorraba el disgusto de un rechazo, así como una muestra de debilidad política. Berlusconi, dueño de un imperio de medios de comunicación, movía los hilos a su antojo e inspiró a autócratas de derecha y de izquierda.

En América Latina, Hugo Chávez fue un poco más allá con su Aló Presidente. En el programa, emitido por la televisión estatal de Venezuela, tendió un puente hacia la gente. Logró su cometido: concentrar a los otros poderes del Estado en un puño, el suyo, base del desteñido socialismo del siglo XXI. Hablaba, cantaba, hablaba, protestaba, hablaba, reía, hablaba, hablaba y hablaba durante tres horas o más. Prescindía de ese modo de situaciones incómodas en terrenos peligrosos en los cuales no se sentía el dueño de la palabra. En breves intervalos, rodeado de guardaespaldas, picoteaba su plato favorito, arepas con carne mechada y plátano maduro con queso, y bebía leche a granel.

Algo similar con formato de ruedas de prensa protagoniza cinco días por semana el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en La Mañanera. Lo estrenó el 3 de diciembre de 2018. De 7 a 10, AMLO carga contra sus presuntos detractores, especialmente periodistas, desde el Palacio Nacional. “Ataca a sus críticos de manera personal desde la sede del Poder Ejecutivo, y usa recursos públicos para hacerlo”, apunta el ensayista e historiador Enrique Krauze, uno de los atacados. Las preguntas son preparadas de antemano y repartidas entre los incondicionales. El beneficio aparente: desinformar para crear polarización, fermento del populismo.

Si antes los gobiernos soñaban con apoderarse de la agenda de los medios de comunicación, la mayoría prescinde ahora de ellos

Dentro de ese esquema, Nicolás Maduro no quiso ser menos que Chávez, su mentor. Condujo otro engendro televisivo, Contacto con Maduro, entre 2013 y 2017. Ese año pasó a llamarse Los Domingos con Maduro mientras en otro programa, La Hora de la Salsa, mezclaba asuntos políticos con música y bailaba con su esposa, Cilia Flores. Circo sin pan en un país doblegado por una galopante crisis social, política y económica. Como el show debe continuar, Maduro estrenó ahora Con Maduro + en el canal público VTV en compañía de una presentadora vistosa, Sira, creada con inteligencia artificial.

Dio así un pasito más hacia el populismo mediático vislumbrado por Eco en medio de la discusión mundial por la polémica irrupción de la inteligencia artificial en desmedro del mercado laboral. Nada nuevo en formato televisivo. La agencia de noticias Xinhua, bajo la órbita del régimen chino, está plagada de presentadores virtuales que modulan perfectamente y apenas pestañean. Kuwait News tiene también a su presentadora estrella, Fedha, con movimientos robóticos apenas perceptibles.

Lo curioso, en el caso de Maduro, es que, como presidente de un país en quiebra, al margen de su prontuario por violación de los derechos humanos, corrupción y otras calamidades, haya elegido como compañera de piso a una criatura virtual con nombre parecido al de Siri, de Apple. Casi un plagio en vísperas de las presidenciales de 2024, en las cuales buscará la reelección. La nueva etapa comunicacional, como la llama, se nutre de una tecnología experimental que puede ser útil, pero requerirá menos trabajadores habilidosos en comunicación y, seguramente, reducirá plazas y salarios. O quizá pretenda competir con el programa de Diosdado Cabello, número dos del régimen, Con el Mazo Dando.

Todo contribuye a crear el mundo ideal. Un mundo sin periodistas que osen investigar y formular preguntas o, peor aún, que quieran despajar sus dudas después de alguna respuesta poco convincente. Si antes los gobiernos soñaban con apoderarse de la agenda de los medios de comunicación, la mayoría prescinde ahora de ellos para imponer su voz, aunque sea metálica, o transmite sus mensajes por las redes sociales. Están blindados con troles capaces de refutar la redondez de la Tierra en plan de protegerlos a precio de costo. El populismo mediático, versión Eco, adquirió una nueva dimensión: la propaganda del siglo XXI, pariente del miedo a la libertad.

Jorge Elías

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