Política

Todo tiempo pasado parece mejor

Decía un periodista español que los programas de la ultraderecha populista son a la política lo que las croquetas de una madre son a la cocina. Titulaba su artículo con letra de tango: “Votar con el alma aferrada a un dulce recuerdo”. Y afirmaba que aquel recuerdo, “de una manera sencilla, nos devuelve a un pasado feliz y simple”, en el que “no había tantos problemas”. Como la canción Take me back, de Van Morrison: “Oh, recuerdo, cuando la vida tenía más sentido”. Éramos chicos o, quizá, no habíamos nacido. A la distancia, todo tiempo pasado parece mejor. ¿Lo fue, en realidad? La política que recordamos, vedada por dictaduras militares en algunos países como los del Cono Sur, era bipartidista. Portugal seguía atado a ese esquema desde la Revolución de los Claveles, en 1974, hasta las elecciones del 10 de marzo. El ascenso de Chega! (¡Basta!) quebró la rutina. En apenas dos años, el partido ultraderechista fundado en 2019 por André Ventura, primo hermano de Vox, en España, cuadruplicó sus escaños en la Asamblea de (leer más)

Actualidad

La propaganda del siglo XXI

Umberto Eco llamó populismo mediático a una rutina de Silvio Berlusconi cuando estaba al frente del gobierno de Italia: anunciaba sus proyectos por televisión para evaluarlos en sondeos de opinión antes de enviarlos al Congreso. Con esa fórmula se ahorraba el disgusto de un rechazo, así como una muestra de debilidad política. Berlusconi, dueño de un imperio de medios de comunicación, movía los hilos a su antojo e inspiró a autócratas de derecha y de izquierda. En América Latina, Hugo Chávez fue un poco más allá con su Aló Presidente. En el programa, emitido por la televisión estatal de Venezuela, tendió un puente hacia la gente. Logró su cometido: concentrar a los otros poderes del Estado en un puño, el suyo, base del desteñido socialismo del siglo XXI. Hablaba, cantaba, hablaba, protestaba, hablaba, reía, hablaba, hablaba y hablaba durante tres horas o más. Prescindía de ese modo de situaciones incómodas en terrenos peligrosos en los cuales no se sentía el dueño de la palabra. En breves intervalos, rodeado de guardaespaldas, picoteaba su plato favorito, arepas (leer más)

Política

Cómo destruir un país

Si la ceguera ideológica es peor que la biológica, la última camada de autócratas no debe esforzarse mucho para crear un rebaño de fanáticos. Lo demuestran Donald Trump, Jair Bolsonaro y Viktor Orbán, de lado derecho del mostrador, y Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Andrés Manuel López Obrador, del izquierdo. No son necesariamente figuras carismáticas capaces de provocar un fenomenal cambio social, como postulaba Max Weber con aquello que denominó “rutina del carisma”, sino líderes capaces de convencer o de comprar a buena parte del electorado con discursos contra las elites, aunque pertenezcan a ellas. Ece Temelkuran, periodista turca exiliada en Croacia, describe en su libro Cómo perder un país, la estrategia del presidente de su país, Recep Tayip Erdogan, para convertir el intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016 en su mayor capital político. Seis años después, Erdogan propicia el diálogo entre Rusia y Ucrania, negocia con la anuencia de la ONU la salida de barcos cargados de granos por el minado Mar Negro y subordina el ingreso en la (leer más)

Videos

El covid de la política

¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo? En principio, de un fenómeno que surge del descontento popular con la clase política en el siglo XIX y resurge en los siglos XX y XXI tanto desde la izquierda como desde la derecha. O, como dice Diego Fonseca desde Barcelona en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV, de “una especie de covid de la política” en la que “cada nueva variante mejora a la anterior y lo hace más peligroso”. Fonseca es argentino. Reside en forma alternada en España y en Estados Unidos. Investigó a fondo el fenómeno del populismo para su último libro, Amado Líder, el universo político detrás de un caudillo populista, publicado por HarperCollins México. El número de mandatarios populistas en el mundo se duplicó a partir de 2000. “El discurso mágico, populista, opera en una sociedad que está muy cansada, frustrada y en crisis”, explica Fonseca, consultor de medios y director de talleres de periodismo narrativo en América Latina, Estados Unidos y España, y colaborador de periódicos y revistas de varios (leer más)

Catalejo

¿Qué te hace feliz?

La familia, los amigos, la salud, la estabilidad laboral y la tranquilidad económica, entendida como llegar a fin de mes, determinan la satisfacción de las personas. Esos factores hacen que la gente sea feliz. Lo otro, empezando por la política, pasa a ser secundario. Algo que ocurre fuera de casa, como el solazo en el verano o la nieve en el invierno. Un estudio del Pew Research Center, para el cual fueron consultados casi 19.000 adultos de 17 economías avanzadas, revela no sólo eso, sino también la lejanía de aquello que mantiene en vilo a las cúpulas del poder, cada vez más divorciadas de las necesidades de la población. Un sondeo anterior, realizado en 34 países, revelaba que más de la mitad de los ciudadanos en el mundo no está satisfecha con el funcionamiento de la democracia. Los motivos: frustración con la clase política e inestabilidad económica. El monopolio de la virtud consiste en estos tiempos en apartarse de los partidos tradicionales, desangelados en casi todas las latitudes, y transitar por el centro o abrazar (leer más)

Política

Los muchachos trumpistas

Menudo berrinche montó Donald Trump, obstinado en no concederle la victoria a Joe Biden y en insistir en las denuncias de fraude en las elecciones. La purga en la Casa Blanca empezó con el jefe del Pentágono, Mark Esper, fired (despedido) por no haber enviado tropas para contener los disturbios contra la brutalidad policial tras el asesinado de George Floyd, y continuó con el director de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad, Christopher Krebs, en el cadalso por haber opinado que las elecciones resultaron ser “las más seguras en la historia de Estados Unidos«. El zafarrancho incluyó la reducción de las fuerzas militares de 4.500 a 2.500 en Afganistán y de 3.000 a 2.500 en Irak a pesar de los reparos de los militares. Una desescalada a la cual se oponía el exsecretario Esper, de modo de preservar la seguridad en ambos países tras las guerras que declaró George W. Bush en respuesta a la voladura de las Torres Gemelas. Si el lema en Argentina era “ni yanquis ni marxistas, peronistas”, en Estados (leer más)

Política

La fatiga democrática

El agotamiento de un período económico exitoso para América latina, por el boom de los precios de las materias primas, ahondó un fenómeno conocido que no deja de ser sorprendente después del yugo de las dictaduras militares. El de la fatiga democrática, ligada a la escasa o mediocre oferta electoral y las demandas sociales no atendidas. El final del ciclo ventajoso coincidió con el influjo de Donald Trump, del Brexit y de movimientos de decepcionados que, a su vez, recreó otro fenómeno. El del populismo, nutrido de una demagogia que no distingue entre derecha o izquierda en su afán de decantar el resentimiento contra las élites. Pan y circo desde el imperio romano. Nueve de las 15 presidenciales que hubo en América latina desde 2017 depararon cambios. Cuatro de las seis en los cuales prevaleció el partido de gobierno se vieron empañadas por denuncias de fraude de la oposición o de veedores internacionales: Venezuela, Paraguay, Nicaragua y Honduras. En las otras dos, República Dominicana y Costa Rica, se impuso la continuidad. La buena noticia es (leer más)

Otras voces

Las dos amenazas contra la democracia liberal

Por Dani Rodrik | Project Syndicate CAMBRIDGE – Hoy casi todos denuncian que la democracia liberal está en crisis. La elección de Donald Trump, la votación a favor del Brexit en el Reino Unido y el ascenso electoral de otros populistas en Europa han puesto de manifiesto la amenaza de la “democracia iliberal”: una forma de política autoritaria que tiene elecciones populares pero poco respeto al imperio de la ley y a los derechos de las minorías. Son menos los analistas que advirtieron que la democracia iliberal o el populismo no son las únicas amenazas políticas. La democracia liberal también está siendo debilitada por una tendencia a poner el acento en “liberal” en detrimento de “democracia”. En esta forma de política, los gobernantes están aislados de su responsabilidad democrática por una multiplicidad de restricciones que limitan la variedad de políticas que pueden implementar; estas son establecidas por organismos burocráticos, reguladores autónomos y tribunales independientes o impuestas externamente por las reglas de la economía global. En su nuevo y valioso libro The People vs. Democracy [El pueblo contra la (leer más)

Sociedad

Nosotros y los otros

El sufijo ismo, elegido la palabra del año por el diccionario Merriam-Webster, refiere términos asociados con fenómenos políticos no siempre simpáticos, como populismo Por Jorge Elías En apariencia, la académica francesa Chantal Delsol dispara a quemarropa contra el populismo en su libro Populismos, una defensa de lo indefendible (Ariel, 2015): “Es, en primer lugar, un insulto” porque representa a “partidos o movimientos políticos que se considera que están compuestos por gente idiota, imbécil o incluso tarada”. Luego desgrana el resentimiento de los primeros tiranos griegos, hijos de esclavos, carniceros, alfareros y arrieros. Y páginas después justifica el odio que suscita el populismo entre “nosotros y los otros”, así como la provocación y la mala educación al soltar a gritos aquello que, según ella, muchos piensan y callan. El populismo, sea de derecha o de izquierda, nace del rencor. O, en palabras de Delsol en plan de defenderlo, “de la constante estigmatización, que no es más que el claro ejemplo de la pervivencia de una lucha de clases y de la enfermedad de una democracia que, (leer más)