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La manzana de Evo

El limbo político en el que se halla el país plantea la disyuntiva entre dos concepciones de poder difícilmente conciliables A 14 meses de haber asumido el gobierno, Gonzalo Sánchez de Lozada estaba solo. Más solo que nunca, en realidad. Como todo presidente a punto de caer en un pozo, el más profundo dentro sus depresiones frecuentes. Le sobraban culpas y le faltaban respuestas en octubre de 2003. En la calle, frente al Palacio Quemado, la protesta cobraba muertos. Cobraba muertos y resucitaba rencores por las privatizaciones realizadas durante su primera gestión, entre 1993 y 1997, y por la mera posibilidad de que Chile, identificado como el enemigo implacable desde las aulas primarias por la Guerra del Pacífico, en 1879, obtuviera algún rédito de las exportaciones de gas. En los 17 meses siguientes, el hasta entonces vicepresidente Carlos Mesa debió enfrentar, como presidente, 820 conflictos sociales. O, traducidos en reclamos, 12.000, diferentes todos ellos. Resolvió 4250. Poco más de un tercio, apenas, frente a un promedio de dos huelgas, bloqueos o amenazas por día. En (leer más)

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Presuntos implicados

Legisladores norteamericanos denunciaron supuestos contactos entre la red terrorista y pandilleros centroamericanos Tienen tatuajes por doquier. En la calva, en la frente, en las mejillas, en el cuello, en el torso, en la espalda o en los brazos. En zonas visibles, sobre todo, de modo de no disimular su identidad. Su pertenencia a la mara a la usanza centroamericana, o la banda a la usanza mexicana, o la pandilla a la usanza norteamericana. Un factor de poder en el barrio, seudónimo de la zona marginal en la cual imponen su ley a falta de otra ley que no sea el rencor. Y a falta de otros recursos que no sean el tráfico de drogas y de armas, la prostitución, el robo y, a veces, la violación, el secuestro y el asesinato. Tres congresistas demócratas de Texas, en la frontera con México, denunciaron supuestos contactos de Al-Qaeda con cabecillas de maras. La prensa norteamericana, a su vez, consignó que el jefe de células de la red, Adnan Shukirjumah, de origen saudita, estuvo en Honduras con la (leer más)

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Amamos a Kerry, pero votaríamos a Bush

La mayoría de los presidentes simpatiza con los demócratas, pero desea que la Casa Blanca no cambie de color político Sólo el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, consustanciado con la lucha contra el terrorismo por padecerlo en casa, y la mayoría de sus pares de América Central, beneficiados con el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, enviaron tropas a Irak. Si uno hila fino, también podrían ser los únicos de la región en inclinarse sin pudores por la reelección de George W. Bush. Los otros presidentes latinoamericanos jamás arriesgarían su capital político de ese modo. Sobre todo, frente una realidad: John Kerry, el candidato demócrata, no se ha caracterizado en el Senado por una gran vocación hacia los tratados de libre comercio, por más que haya votado por ellos. Menos aún su compañero de fórmula, John Edwards, también senador, contrario a los acuerdos de ese tipo con Chile, el Caribe y África. Con un agravante, en su caso: si hubiera sido senador en 1993, dijo que habría rechazado el Tratado de Libre Comercio (leer más)

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Te llevo bajo mi piel

El procurador general de México lleva un microchip inyectado en el brazo, reflejo del valor que ha cobrado la seguridad En The Truman Show, Truman Burbank (Jim Carrey) vive en un gigantesco set de filmación; no puede escapar de las cámaras. ¿Ficción? Fricción, en realidad: el procurador general de México, Rafael Macedo de la Concha, lleva implantado en el brazo un microchip del tamaño de un grano de arroz por el cual vive, también, en un gigantesco set de filmación; el implacable control satelital escrudiña sus movimientos a sol y sombra. El microchip, llamado chip antisecuestro, alberga sus fotos, sus huellas digitales y otros datos personales. Con él, cual santo y seña, puede ingresar como Pancho por su casa en el Centro Nacional de Información para la Procuraduría General de la República (PGR), archivo del delito en México, evitando otro tipo de cerrojos. Es decir, alguien sabe en todo momento dónde está Macedo de la Concha, blanco frecuente de amenazas de narcotraficantes por su cargo de fiscal general. Conclusión: ganó seguridad, pero perdió privacidad y, (leer más)

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México me atormenta; Buenos Aires me mata

Fox y Kirchner, asediados por los secuestros, debieron responder con planes urgentes que no figuraban en sus agendas Por fortuna, América latina está casi libre de pecado: no ha sido blanco de atentados terroristas en más de una década, excepto las voladuras de instituciones judías en Buenos Aires en 1992 y en 1994. Esa circunstancia, auspiciosa por un lado, implica un severo desafío por el otro: la región está fuera de la agenda estratégica de centros de poder que, desde la demolición de las Torres Gemelas, no reparan en otra cosa que no sea la seguridad, más que la defensa. Debe arreglárselas sola, pues, si de convulsiones internas se trata. En especial, si no afectan a terceros países, como los secuestros extorsivos o, en casos extremos, las guerrillas urbanas. Colombia, con su guerra vitalicia, no ingresa dentro de los cánones del terrorismo internacional, así como Perú con sus resabios de Sendero Luminoso; en la triple frontera, a su vez, no deja de ser un enigma el presunto respaldo que recibirían grupos fundamentalistas. De ahí, el (leer más)

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¿Qué estabas haciendo anoche?

Es bastante frecuente la vocación de algunos factores de poder de investigar periodistas en lugar de enfrentarse al espejo Revuelto el avispero por las irrefutables imágenes del horror captadas en la cárcel de Abu Ghraib, el Pentágono no tenía más coartada que admitir su responsabilidad. Lo hizo Donald Rumsfeld en el Capitolio. A medias, en realidad. Casi al mismo tiempo, no él, sino su vocero, Lawrence di Rita, se apresuró a tildar de “descabellado, conspiratorio y lleno de errores y conjeturas anónimas” el artículo de la revista The New Yorker que revelaba la trama secreta de las torturas dispensadas a los prisioneros iraquíes. El plan, aprobado después del 11 de septiembre de 2001, permitía el uso de técnicas coercitivas en los interrogatorios, ahorrando trámites legales y diplomáticos, con los presuntos miembros de la red Al-Qaeda. En el otoño boreal de 2003, concluida la guerra contra Irak, decidieron aplicarlas en las cárceles de ese país, de modo de obtener información sobre una resistencia cada vez más agresiva y escurridiza. Las humillaciones no eran sólo un juego. (leer más)

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Me duele si me quedo y me muero si me voy

En el gobierno norteamericano despertó tanta ilusión la intervención en Haití como un tratamiento de conducto. Frente al slogan demócrata ABB (Anybody But Bush, cualquiera menos Bush), otro desplazamiento de tropas, sin indicios de terrorismo ni de petróleo, lejos estaba de ser una prioridad. Era, más que todo, un compromiso ineludible por la cercanía geográfica frente a la incapacidad de Aristide de sofocar el caos hasta las elecciones de noviembre. De ahí, la elegante invitación de Powell: te vas o te matan. Au revoir, Aristide, por segunda vez en su historia, rumbo a un exilio menos dorado que Nueva York en los noventa. Pagó el precio de haber hecho trampa en las elecciones de 2000 con la moneda más corriente de las democracias latinoamericanas: la abrupta interrupción de los períodos presidenciales frente a la impotencia de instituciones débiles, como los congresos y los tribunales, para contener insurrecciones populares. En boca de otro ex, Sánchez de Lozada, el precio del neoparlamentarismo. Expresado, en la Argentina de De la Rúa, con las cacerolas batientes y, cual bis, (leer más)

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Al mundo le falta un tornillo

El paradigma de la guerra, a diferencia de la amenaza soviética en la Guerra Fría, divide y descentraliza el poder real Uno, Bush, habla con tanta ligereza de la guerra como otro, Clinton, hablaba del ketchup, y otro, Kerry, habla con tanta ligereza de la globalización como uno, Reagan, hablaba de una de cowboys. El paradigma, eje de la carrera presidencial de los Estados Unidos, converge en una curva: la guerra. Una curva peligrosa en el camino de la globalización. O, en su momento, una irónica respuesta a la europea, extraña al tradicional idealismo norteamericano, al horror del 11 de septiembre, doblegando, y archivando, el papel unificador que ejerció la amenaza soviética durante la Guerra Fría. La amenaza soviética ha sido desplazada por la amenaza terrorista. Todos usan repelente contra ella, pero medio planeta, y me quedo corto, se pregunta si es peor el perro o la rabia. En la duda, sin más antibiótico que la rabia contra el perro, talla la diferencia. Uno, Bush, se ufana de ser el presidente de la guerra, por (leer más)

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Que se casen primero y se enamoren después

Powell dejó en claro que en los conflictos en los que talla Washington prima, casi siempre, la misma fórmula de resolución Nada nuevo ha dicho el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, en su primer mensaje de 2004. En ello radica la novedad: en que, contrariamente a lo que suponían algunos ingenuos, la política exterior de George W. Bush no se moverá de su eje, el poder duro (versión Joseph Nye), en tanto, agotado el poder blando, o las tácticas frecuentes de persuasión, los otros no se avengan a adoptar la agenda de los Estados Unidos. Marcada, desde 2001, por una cita impostergable: la lucha contra el terrorismo. El imperio se resiste a ser imperialista, pero, a su vez, actúa como imperio. ¿Qué significa esto? Que ejerce la diplomacia con más astucia y fortaleza que en otros tiempos, dejando en claro de entrada su visión unipolar, pero, al mismo tiempo, no desacredita la visión multipolar de los otros. La deja ser hasta que, agotado el poder blando, o la paciencia quizás, alguno de sus escuderos, (leer más)

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El sabor del Encuentro

La ruptura del bipartidismo tradicional no data del referéndum del domingo, sino de los últimos comicios presidenciales En las democracias europeas, la derecha y la izquierda tienen identidades definidas, o perfiladas, desde la caída del Muro de Berlín. En ellas, la derecha libra las decisiones a la lógica de los factores de poder y rechaza las intervenciones estatales; la izquierda, a su vez, libra las decisiones a los reclamos de los actores sociales, rehusándose a aceptar la lógica de los factores de poder, y promueve, desde el Estado, la justicia y la igualdad. ¿En qué disienten la derecha y la izquierda frente a estos trazos (gruesos, desde luego)? En leyes migratorias, a veces; laborales, otras; impositivas, otras. ¿En qué más? Sobre todo, en el molde sobre el cual pretenden construir la Unión Europea, procurando una cuota de equilibrio social frente a la apertura de las economías. La discusión no pasa por la inclinación hacia un proyecto o el otro, sino por la búsqueda de ese equilibrio frente a un espectador, o un socio con participación (leer más)

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Nada personal

El mensaje no ha cambiado: si ustedes no se ayudan a sí mismos, poco y nada podemos hacer nosotros WASHINGTON.– La tempestad sacude un barco. En la cubierta va un muchacho que, por el impacto, pierde el equilibrio y cae al mar. No sabe nadar. Un marinero se arroja detrás de él. Lo rescata con mucho esfuerzo. Un rato después, en el camarote, el muchacho, aún no repuesto del shock, le dice al marinero: gracias por haberme salvado la vida. De nada, le responde el marinero, pero procure vivirla como algo digno de haber sido salvado. En ocasiones, América latina ha sido comparada con el muchacho del cuento de Paulo Coelho que no sabía nadar y que, gracias al marinero, logra salir a flote. En otras, América latina ha sido comparada con un barco sacudido por una tempestad. Y en otras, América latina ha sido comparada con la mismísima tempestad. ¿Qué es América latina, entonces? A los ojos de círculos gubernamentales y políticos de los Estados Unidos, no es el muchacho ni es el barco. (leer más)

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No seré feliz, pero tengo democracia

La mayoría desconfía de los políticos y no está satisfecha con la economía de mercado, según el sondeo Latinobarómetro Confío más en los bomberos que en mis compañeros de trabajo o de estudio, mi vecina, la telefonista de la central de informaciones, un burócrata municipal, un pariente lejano que nunca he visto antes o una persona que conozco en forma ocasional. Confiaría más en las instituciones si trataran a todos por igual, cumplieran con sus obligaciones, admitieran errores, prestaran servicios acordes con mis necesidades, fueran fiscalizadas, respondieran a mis inquietudes y se interesaran en mis opiniones. La confianza, rasgo más común en las sociedades abiertas que en las tradicionales, ha bajado en 17 países de América latina entre 1996 y 2003, según la encuesta anual Latinobarómetro. Así como ha bajado, en igual período, el peso de la democracia por no haber logrado reducir en forma significativa los índices de desigualdad económica, política y social. Y han bajado, también, las calificaciones de la Iglesia, de la televisión (principal fuente de información en la región) y de (leer más)

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Lamento boliviano

Fue el colapso de un sistema tras varias crisis que, con sus muertos, precipitó el desenlace por la exportación de gas Adherida al saco, a la altura del bolsillo interior izquierdo, Gonzalo Sánchez de Lozada siempre lleva una imagen de la Virgen de Socavón, patrona de los mineros bolivianos, y una pluma de plata labrada con la cual ha firmado todos sus decretos. Entre ellos, el centrado en la venta de gas. Con él pretendía compensar las pérdidas por la erradicación de cultivos de coca en el Chapare, recomendada por el gobierno norteamericano desde 1998. De cada cinco dólares que iban a ingresar por la venta de gas a los Estados Unidos vía México, previa salida por Chile o Perú, el Estado boliviano había aceptado percibir menos de 50 centavos. Una propina. La ecuación no cerraba, más allá del apego a los recursos naturales de los líderes de la rebelión. Tampoco cerraba otra ecuación: el gobierno de Sánchez de Lozada urgía a la Aduana por el ingreso de 60 vehículos de origen japonés para uso (leer más)

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La vergüenza de haber sido o el favor de ya no ser

Mientras Lula y Bush renuevan su agenda, la Argentina vislumbra su espacio en un escenario cada vez más complejo Si de piel se trata, nada más autóctono que Hugo Chávez, Alejandro Toledo y Lucio Gutiérrez. Si de cambios se trata, nada más radical que Vicente Fox, después de las siete décadas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, o Ricardo Lagos, después de los horrores de Pinochet en Chile. Si de perseverancia se trata, nada más monótono que Fidel Castro, en Cuba, o el Partido Colorado, en Paraguay. Si de excentricidades se trata, nada más elocuente que Abdalá Bucaram. Si de corrupción se trata, nada más emblemático que Alberto Fujimori (etcétera, etcétera, etcétera). Si de pragmatismo se trata, nada más flexible que el peronismo: de Carlos Menem a Néstor Kirchner. Hasta un presidente que habla mejor inglés que español tenemos, Gonzalo Sánchez de Lozada. Si de milagros se trata, sin embargo, nada más parecido a las mieles prodigadas por Bush a Lula. Recibido en la Casa Blanca, el viernes, con los honores de una reunión (leer más)

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Los tuyos, los míos, los nuestros

En coincidencia con la asunción de Kirchner se ha planteado la necesidad de fortalecer la democracia en América latina De regreso a Lima, después de haber asistido a la asunción de Néstor Kirchner, Alejandro Toledo dio de bruces contra la realidad. La cruel realidad, digamos: por huelgas, disturbios y carreteras bloqueadas debió apelar por segunda vez en su presidencia, iniciada en julio de 2001, al estado de emergencia. La primera había sido por las protestas, o los cortocircuitos, de mediados del año pasado contra la privatización del sector eléctrico en el sur de Perú. En mente tenía Toledo el estado de emergencia desde el lunes, al parecer, mientras apuraba el desayuno, temprano y rápido, casi en silencio, con el canciller Allan Wagner en el bar del hotel de Buenos Aires en el que estaban alojados. Mejor no le había ido con la privatización del sector eléctrico al presidente de México, Vicente Fox, convengamos. Con reacciones, también. O neoparlamentarismo, según el presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada. Con la sangre en el ojo, en su (leer más)