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Política

Corrupción, mentiras y video

La crisis en el gobierno de Lula viene a ser otro eslabón de la cadena de escándalos que sacuden a menudo a la región Por la compra de voluntades, y de votos, cayó un símbolo de la corrupción: Alberto Fujimori. Por ello y, también, por fraude en las elecciones de 2000, después de haber permitido que Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), triangulara fusiles soviéticos importados de Jordania a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); iban a ser para el ejército peruano, en principio. Los vladivideos, en los cuales legisladores y particulares recibían dólares a cambio de favores, terminaron con su gobierno. Y, por cierto, con sus mentiras. ¿Falló la democracia? No. Definitivamente, no. El hallazgo de las cuentas bancarias secretas de Augusto Pinochet en los Estados Unidos demostró que la corrupción no repara en gobiernos civiles o militares, sino en las tentaciones de los hombres. Acrecentadas por las oportunidades que abrieron las reformas, de las cuales Chile ha sido el pionero. Por esas tentaciones, más presas de los afanes de poder (leer más)

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¿Y dónde está el piloto?

La resolución transitoria del conflicto no da certezas sobre el futuro, acosado por el fantasma de la ingobernabilidad Más allá de su petróleo, Hugo Chávez puso énfasis desde el comienzo de su gestión en un rasgo común con vastos sectores de Venezuela y de la franja andina: ser mestizo. Decía que no lo toleraban por ello. Era un toque distintivo, casi folklórico, respecto de otros presidentes, gracias al cual, repartiendo arepa y compartiendo penurias, iba ganándose la simpatía de quienes se identificaban con él. Ser mestizo era, en definitiva, como ser indígena; algo así como ser marginado a pesar de haber heredado los títulos de propiedad de las naciones originales. En el discurso de Chávez abrevaron varios líderes de movimientos indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador, así como aquellos que, al filo de los noventa, empezaron a resumir el estigma de la década en un enemigo común: el neoliberalismo, pregonado por los Estados Unidos. Apareció entre ellos un tal Evo Morales, líder cocalero que, a diferencia del presidente peruano Alejandro Toledo, de tez tan cobriza (leer más)

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Dime que no

Francia y Holanda, más allá de las banderías políticas, coincidieron en emitir un poderoso mensaje a sus dirigentes Tomen nota, muchachos: la gente habla un idioma y ustedes hablan otro. O un dialecto. Si no, el proceso de ratificación de la Constitución europea hubiera sido un aburrido trámite administrativo de compilación de tratados en lugar de la sangría, y la jauría, en la cual terminó en dos de los seis países fundadores de la Unión: Francia y Holanda. En ambos casos, los costos políticos excedieron ampliamente los beneficios de inventario. Detrás del non francés y del nee holandés afloraron los miedos (en especial, el miedo a la virtual incorporación de un país tan extraño a Europa como Turquía) y, con ellos, los discursos xenófobos de una dirigencia rancia que, en su afán de asustar a la gente con la pérdida de la identidad y de la soberanía, no ha reparado en el presupuesto de violencia. Sobre todo, en un continente marcado desde los atentados de Atocha. En medio siglo de integración, la Unión Europea sufrió (leer más)