La guerra silenciosa

El aumento de los aranceles norteamericanos a las importaciones chinas marca la continuidad de las políticas de Trump en tiempos de Biden, rédito para China




De Xi a Putin: "En este momento hay cambios como no habíamos visto en 100 años"
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Detrás de las guerras contemporáneas, una persiste en silencio. La de Estados Unidos contra China. Su último frente, menos letal que los de Ucrania y la Franja de Gaza, estalló por el aumento de los aranceles norteamericanos sobre las importaciones chinas. Una medida adoptada por el gobierno de Joe Biden que el régimen de Xi Jinping rechaza de plano. Entre los productos made in China figuran desde coches eléctricos y baterías hasta células solares, semiconductores y minerales críticos. Biden no anuló las subas arancelarias impuestas desde 2018 por su predecesor, Donald Trump, en respuesta al robo de propiedad intelectual.

Se trata, a los ojos de Xi, de una manipulación política en vísperas de las presidenciales de Estados Unidos, previstas para noviembre. La suba de los aranceles, poco significativa en términos de intercambio, amenaza con colocar a China en el centro de la campaña electoral norteamericana. Algo intolerable para Xi. La dureza de Biden, concentrado en resguardar el empleo sin desequilibrar la economía ni exacerbar la inflación en un país que vive más pendiente de las percepciones negativas que de los números reales, le quita hierro a Trump, pionero de la guerra arancelaria.

Esta vez, el régimen comunista teme verse perjudicado en su plan de afianzar la confianza nacional e internacional

Matt Pottinger, exdirector para Asia en el Consejo de Seguridad Nacional, y Mike Gallagher, expresidente del Comité de la Cámara de Representantes sobre el Partido Comunista Chino, observan en un artículo publicado en Foreign Affairs que, en una presidencia plagada de fracasos por la salida de las tropas de Afganistán y las guerras en Ucrania y Medio Oriente, la política de Biden hacia China se ha destacado como un punto relativamente brillante. “La administración ha fortalecido las alianzas en Asia, restringido el acceso chino a tecnologías críticas y respaldado el ambiente bipartidista para la competencia”, concluyen.

China lidia con una caída importante de las inversiones en su territorio. En los últimos años, cada acción norteamericana obtuvo respuesta de Xi. Esta vez, el régimen comunista teme verse perjudicado en su plan de afianzar la confianza nacional e internacional. Estados Unidos, según Pottinger y Gallagher, “no debería gestionar la competencia, sino ganarla”. China, agregan, “respalda dictaduras expansionistas en Rusia, Irán, Corea del Norte y Venezuela”, “ha duplicado su arsenal nuclear desde 2020” y “está acumulando fuerzas convencionales más rápidamente que cualquier país desde la Segunda Guerra Mundial”.

En esta otra guerra, tan fría como la pretérita, China depende de la represión interna y de la hostilidad externa. Biden renovó las órdenes ejecutivas que Trump había emitido para restringir la inversión en empresas afiliadas al ejército chino y bloquear la importación de tecnologías consideradas una amenaza para la seguridad nacional. Xi respondió con su amistad sin límites con Vladimir Putin antes de la invasión de Rusia a Ucrania. Un vínculo que creció y pasó a ser ahora fraternal: «Los rusos y los chinos somos hermanos», soltó Putin cual broche de su segunda visita a China en seis meses.

Una posición ventajosa mientras mi amigo, ahora hermano, Rusia, el enemigo de mi enemigo, Estados Unidos, hace el trabajo sucio

Mientras Putin viaja solo a países aliados por la orden de captura de la Corte Penal Internacional, Volodomir Zelenski permanece en casa. Canceló una gira por España y Portugal por complicaciones en el frente de batalla. Espera la ayuda occidental. Rusia está ganando cada vez más terreno en el noreste de Ucrania. Xi, a su vez, se mueve a sus anchas. De reincidir Trump en la presidencia, Europa podría convertirse en campo fértil para fomentar la división con Estados Unidos.

Sobre la mesa, en los encuentros que mantuvo en París con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su primera visita desde 2019, quedó flotando un ultimátum. El de Putin sobre el uso de armas nucleares si la OTAN despacha tropas a Ucrania. Xi se desentiende de una guerra que no propició. Una posición ventajosa mientras mi amigo, ahora hermano, Rusia, el enemigo de mi enemigo, Estados Unidos, hace el trabajo sucio. Recupera lo aparentemente perdido en Estados Unidos en Europa, uno de los principales socios exportadores de China.

Una guerra silenciosa en la cual están involucrados Corea del Norte e Irán, defensores de Rusia y satélites de China. En marzo de 2023, un año y monedas después del comienzo de la guerra contra Ucrania, Xi se veía a sí mismo no solo como un beneficiario de la agitación mundial, sino también como uno de sus arquitectos. «En este momento hay cambios como no habíamos visto en 100 años», le confesó a Putin, entusiasta. Quizá tanto como con una virtual embestida contra Taiwán sin injerencia de Estados Unidos por insistir en subir los aranceles a las importaciones chinas y alardear con eso que llama democracia.

Jorge Elías

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