Economía

La guerra silenciosa

Detrás de las guerras contemporáneas, una persiste en silencio. La de Estados Unidos contra China. Su último frente, menos letal que los de Ucrania y la Franja de Gaza, estalló por el aumento de los aranceles norteamericanos sobre las importaciones chinas. Una medida adoptada por el gobierno de Joe Biden que el régimen de Xi Jinping rechaza de plano. Entre los productos made in China figuran desde coches eléctricos y baterías hasta células solares, semiconductores y minerales críticos. Biden no anuló las subas arancelarias impuestas desde 2018 por su predecesor, Donald Trump, en respuesta al robo de propiedad intelectual. Se trata, a los ojos de Xi, de una manipulación política en vísperas de las presidenciales de Estados Unidos, previstas para noviembre. La suba de los aranceles, poco significativa en términos de intercambio, amenaza con colocar a China en el centro de la campaña electoral norteamericana. Algo intolerable para Xi. La dureza de Biden, concentrado en resguardar el empleo sin desequilibrar la economía ni exacerbar la inflación en un país que vive más pendiente de las (leer más)

Economía

Desacuerdo por el acuerdo

Era ahora o nunca “por el cambiante entorno político internacional, caracterizado por las crecientes tensiones proteccionistas”, concluyen Carlos Malamud y Federico Steinberg, investigadores principales del Real Instituto Elcano, de Madrid, en un análisis en el cual se preguntan quién gana y quién pierde con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Qué ganan los europeos? Sus productos ingresarán en el Mercosur con ventajas sobre sus competidores. En especial, Estados Unidos y Japón. A su vez, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay se comprometen a respetar el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Ese era uno de los puntos de fricción con el gobierno de Jair Bolsonaro, decidido a imitar la ruptura de Donald Trump y, en su caso, poner en riesgo la Amazonía. Se trata de la selva tropical más grande del planeta. Un pulmón verde que absorbe cerca de 1.000 millones toneladas de dióxido de carbono por año, pero pierde por la deforestación una superficie similar a un campo de fútbol por minuto. La promesa de campaña de Bolsonaro era terminar con (leer más)