Viejas rencillas, nuevo escenario

Putin admitió finalmente que el terrorismo islámico cometió la masacre en Moscú, pero insistió en involucrar a Ucrania




Putin: de la acusación a Ucrania a la admisión del terrorismo islámico
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Tres días después de la masacre en la sala de conciertos de las afueras de Moscú, Vladimir Putin admitió la autoría de islamistas radicales, pero insistió en atribuirle algún tipo de responsabilidad a Ucrania. No podía desdecirse después de machacar desde el primer momento en la huida de los cuatro detenidos, todos tayikos (ciudadanos de Tayikistán), hacia el país con el cual Rusia está en guerra desde 2022. De todos modos, no mencionó al Daesh, Estado Islámico o ISIS ni reparó en que podría tratarse del Estado Islámico del Gran Jorasán (ISIS-K, sus siglas en inglés), filial que opera en Afganistán, Pakistán, el este de Irán y Asia central.

El atentado, el peor en dos décadas, tuvo el sello del terrorismo islámico en su afán de humillar a los gobiernos por su incapacidad para defender a los ciudadanos a pesar de las fortunas que invierten en seguridad. En Rusia coincidió con el décimo aniversario de la anexión de Crimea, pensínsula arrebatada a Ucrania como ahora los llamados Nuevos Territorios, y con la enésima reelección en comicios amañados del zar del siglo XXI. El Daesh reivindicó su autoría en su canal de comunicación, Amaq. Pocas dudas quedaban dos semanas después del aviso de la inteligencia de Estados Unidos y de otros cinco países sobre un posible ataque en Moscú.

El ISIS-K, fundado en 2015 por disidentes afganos y pakistaníes, incrementó su poder en Afganistán en 2021 tras el retiro de las tropas norteamericanas y de la OTAN. Las rencillas con Rusia datan de la invasión soviética de 1979, prólogo de una década de conflicto con la insurgencia afgana. Las dos guerras de Chechenia, república rusa de mayoría musulmana, incrementaron aún más los rencores, así como el acercamiento de Putin al régimen talibán de Kabul; su participación en la guerra de Siria, y su injerencia en los golpes de Estado prorrusos en el Sahel (Níger, Mali y Burkina Faso).

“Si el ISIS-K es realmente responsable del atentado de Moscú, debemos prepararnos para nuevos intentos de atentados no solo en Rusia, sino en toda Europa”

En esos territorios, con gran presencia del Daesh y de su padre putativo, Al-Qaeda, Rusia no actuó en forma directa, sino por medio de los mercenarios del Grupo Wagner antes de la sospechosa muerte de su líder, Yevgueni Prigozhin, en 2023. Prigozhin, desmarcado del régimen, falleció con sus lugartenientes tras desplomarse el avión en el que viajaban. El ISIS-K se atribuyó los atentados contra el aeropuerto de Kabul en 2021, en medio de la caótica evacuación de las tropas occidentales, que dejó 170 fallecidos, y un ataque suicida contra la embajada rusa en esa capital un año después en el cual perecieron seis personas.

Pesa en este nuevo atentado, en cual murieron más de 130 personas que iban a un concierto, la relación de Rusia con Tayikistán, el país más pobre de Asia central. Una vieja república soviética convertida en un polo de la radicalización islamista cuya principal fuerza de oposición carga con el mote de organización terrorista adjudicado por el Kremlin. Más de dos millones de tayikos, un quinto de la población, viven en los suburbios más pobres de las ciudades rusas. El Daesh, a diferencia de Al-Qaeda, creó en su apogeo una marca internacional merced a la habilidad de capitalizar el resentimiento, atrayendo voluntades en el exterior, y de administrar un vasto territorio en Irak y otro en Siria.

“Si el ISIS-K es realmente responsable del atentado de Moscú, debemos prepararnos para nuevos intentos de atentados no solo en Rusia, sino en toda Europa”, plantea Greg Barton, profesor de Política Islámica Global en el Instituto Alfred Deakin, de Australia, en su artículo ¿Por qué el Estado Islámico habría atacado a Rusia y qué significa para la amenaza terrorista global? El intento de desacreditar a Rusia no es novedoso. Hubo múltiples ataques en ese país entre 2016 y 2019 y otros fueron desbaratados entre 2021 y 2023. “Cuando son atacados, los regímenes autoritarios tienden a responder con represalias brutales que probablemente conduzcan a ciclos de violencia”, vaticina. Pasó en Irán. Pasa ahora en Rusia.

Jorge Elías

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