El GPS de Armenia avisa: recalculando




Mirzoyan: “Los problemas que existen en la relación con Rusia son imposibles de esconder”
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En un mundo en blanco y negro, el GPS de Armenia trina: recalculando. Está más cerca de la Unión Europea y de la OTAN que de Rusia. Lo dejó entrever con suma prudencia el canciller de ese país, Ararat Mirzoyan, durante una breve visita a Buenos Aires. La aproximación a Occidente, se apresuró a aclarar, no guarda relación con la de Ucrania, envuelta en una guerra sin fin contra Rusia, sino con la reivindicación de un territorio avasallado, Nagorno Karabaj, a expensas de Azerbaiyán. Miles de residentes de etnia armenia debieron huir mientras una misión de paz rusa miraba al costado.

Eso ocurrió en septiembre de 2023 en un enclave del Cáucaso Sur en disputa tras la desintegración de la Unión Soviética. En los papeles, la República de Artsaj, como la llaman los armenios, forma parte de Azerbaiyán, pero se trata de un Estado independiente de facto. Más de 100.000 personas debieron refugiarse en Armenia después de la guerra. Quedan 10 o 15. “En Nagorno Karabaj hubo una limpieza étnica”, concluyó Mirzoyan. Una pieza del dominó geopolítico que terminó siendo el precio que debía cobrarse Rusia en medio de la otra guerra, la de Ucrania, más allá de la pretensión territorial de Azerbaiyán, codo a codo con Turquía.

Durante siglos, los armenios cristianos y los azerbaiyanos musulmanes mantuvieron la disputa por una región que consideran propia. La dominación rusa comenzó en 1823. Cuando se disolvió el imperio, después de la Revolución Rusa de 1917, Armenia y Azerbaiyán reavivaron el fuego bajo la órbita de la Unión Soviética. Después de Lenin, el nuevo comisario de nacionalidades soviético, Stalin, revocó la decisión de otorgarle ese territorio a Armenia y pasó a ser la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. El 94 % de su etnia era armenia.

Nagorno-Karabaj: ¿qué sigue?, se pregunta Hrair Balian, experto en resolución de conflictos durante 35 años. Responde: “Los dedos señalaron primero al primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, por abandonar a Nagorno-Karabaj. Los siguientes culpables fueron el presidente ruso, Vladimir Putin, y las fuerzas de paz rusas por mantenerse al margen e incluso aprobar tácitamente la ofensiva de Azerbaiyán. Las instituciones y los gobiernos occidentales, particularmente Estados Unidos y la Unión Europea, también estaban en la lista de culpables por no haber podido disuadir la agresión de Azerbaiyán”.

“Armenia está dispuesta a acercarse a la Unión Europea en tanto la Unión Europea esté dispuesta a recibir a Armenia”

El último acercamiento entre Armenia y Azerbaiyán data del 17 de febrero, cuando Mirzoyan y su par azerí, Jeyhun Bayramov, se reunieron durante la Conferencia de Seguridad de Munich. Un alero europeo. La ministra de Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, se mostró optimista: «Creemos que Armenia y Azerbaiyán tienen la oportunidad de lograr una paz duradera después de años de un doloroso conflicto. Lo que estamos viendo son pasos valientes de ambos países para dejar atrás el pasado y trabajar por una paz duradera para sus pueblos”. Fue un discurso de ocasión.

En diciembre de 2022, después de seis semanas de guerra que terminaron con una tregua establecida por Rusia, Azerbaiyán comenzó a bloquear la carretera que une la región con Armenia, lo que provocó escasez de alimentos y combustible. El alto el fuego firmado el 10 de noviembre de ese año devolvió los territorios ocupados a Azerbaiyán. La invasión de septiembre de 2023 provocó el éxodo masivo. ¿La razón? Azerbaiyán, según Mirzoyan, “ignoró los pactos internacionales que había firmado y ratificado”. Prima, como siempre, la desconfianza mutua.

Frente a ese dilema, “Armenia está dispuesta a acercarse a la Unión Europea en tanto la Unión Europea esté dispuesta a recibir a Armenia”. ¿Significaría una ruptura con Rusia después del fracaso en la mediación del conflicto de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva que ambos países integran con Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán? “Nos vemos obligados a buscar nuevos mecanismos de seguridad”, observó Mirzoyan. Con la OTAN, explicó, “tenemos un formato definido de cooperación”, pero eso no refleja “la intención de Armenia de formar parte” de la alianza atlántica.

Medias tintas o medias palabras, entendibles en el léxico diplomático, que dicen más que mil afirmaciones. Después de todo, según Mirzoyan, “los problemas que existen en la relación con Rusia son imposibles de esconder”. Recalculando, trina el GPS.

Jorge Elías

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