Las guerras colaterales

La embestida de Israel contra la Franja de Gaza después del brutal ataque terrorista de Hamas echa combustible al incendio de Medio Oriente más allá de sus fronteras




La mecha que enciende el polvorín
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Cada vez que estalla Medio Oriente arde el mundo. Sobre todo, si está involucrado Israel. Brotan reacciones encontradas y expresiones de odio. No necesariamente antisemitas por hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia, a tono con la definición de la Real Academia Española, sino a favor o en contra de una causa, la palestina, muchas veces desvirtuada por los mismos palestinos, más allá de una convivencia desigual en un territorio del tamaño de la diminuta provincia argentina de Tucumán.

“Como Israel se define a sí mismo como el Estado judío, algunas personas parecen pensar que todos los judíos, independientemente de su ciudadanía y de su relación con ese Estado, son responsables de lo que hace Israel”, observa Svante Lundgren, profesor asociado de Estudios Judíos de la Universidad Åbo Akademi, de Finlandia, e investigador del Centro de Teología y Estudios Religiosos y el Centro de Estudios Avanzados de Medio Oriente de la Universidad de Lund, de Suecia.

Toda política es local, como dejó dicho el legislador demócrata Tip O’Neill, presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Antes de la barbarie terrorista de Hamas, el 7 de octubre, parte de la población de Israel protestaba contra la apropiación de poderes del primer ministro, Benjamin Netanyahu. Del judicial, en particular, por una reforma hecha a su medida tras sortear cargos de corrupción. La masacre forzó la creación de un gobierno de unidad nacional, llamado gabinete de gestión de guerra, por la el cual las rencillas internas pasaron a un segundo plano.

En Rusia, con gran cantidad de residentes musulmanes, la acumulación de impotencia frente a un régimen enfrascado en su propia guerra, la de Ucrania, aviva una catarsis con la causa palestina

La debilidad interna, así como los errores de inteligencia, facilitó la agresión externa a expensas de un ataque del flanco palestino que había mimado Netanyahu para debilitar a la otra ala palestina, la de Mahmoud Abbas, en Cisjordania, reconocida en el ámbito internacional y separada política y geográficamente de la Franja de Gaza. En otras latitudes, la feroz réplica militar de Israel contra Hamas despertó el sentimiento antijudío, habitualmente sosegado en tiempos de paz. Por efímeros que sean. En algunos países europeos hubo quienes celebraron la matanza de 1.400 judíos y el secuestro de 200 como si fuera una venganza personal.

En Francia, Reino Unido, Suecia, Alemania, España, Portugal y otros países hubo varios detenidos por decenas de actos antijudíos, incluido el acoso de niños por compañeros de colegio. Las fuerzas de seguridad debieron proteger las sinagogas y las instituciones judías y, en algunos casos, se prohibieron las concentraciones. Solo en octubre, la policía de Londres registró un aumento de más de 1.300% de delitos de ese origen en comparación con igual mes de 2022. Esos incidentes crecieron en dos semanas casi un 400% en Estados Unidos.

El odio a los judíos cobró relevancia en el aeropuerto de Majachkalá, república rusa de Daguestán, luego del aterrizaje de un avión procedente de Tel Aviv. Una turba iracunda asaltó la pista al grito «¡Allahu akbar! (Dios en grande)«, de modo que aquellos que habían escapado del horror no pudieran desembarcar. ¿Qué culpa tenían del atentado de Hamas y, en todo caso, de la orden de Netanyahu de responder con la comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad frente a una población civil utilizada como escudo? No todo vale, por más que se trate del derecho de autodefensa, en un mundo supuestamente civilizado.

En Rusia, con gran cantidad de residentes musulmanes, la acumulación de impotencia frente a un régimen enfrascado en su propia guerra, la de Ucrania, aviva una catarsis con la causa palestina. Un pueblo sumido en la frustración frente al avance de la única perla democrática en Medio Oriente con las espaldas cubiertas por Occidente. La levadura del odio excede al patrón antijudío, con pintadas y amenazas mezcladas con estereotipos de manipulación desde Los Protocolos de los Sabios de Sión, de 1902. Un alegato antijudío falsificado. Que no justifica el ataque de Hamas ni la respuesta de Israel en este mundo. Supuestamente civilizado.

Jorge Elías

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