La revolución en motocicleta
El Sub cambió su título militar por un seudónimo civil y emprendió una curiosa gira de seis meses en un año electoral Sin ambición política, Marcos no hubiera sido más que un grito en el desierto, o en la selva, contra la globalización. Fue oportuno: apareció el 1° de enero de 1994 con la fina intención de estropearle la fiesta de Año Nuevo al presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, feliz en Los Pinos por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, las siglas en inglés) con los gobiernos de los Estados Unidos y de Canadá. Y fue astuto, también: quiso que su reclamo desde Chiapas por los derechos de los indígenas trascendiera fronteras, de modo de protegerse a sí mismo de una eventual represión. En la tierra de El Chavo del Ocho estaba todo fríamente calculado. Oportuno y astuto, pues, Marcos tuvo la virtud del adelantado sin ser Cortés: se valió de la informática antes de que fueran frecuentes los correos electrónicos y del desaliento, en especial entre (leer más)