
Ni el músculo duerme ni la ambición descansa
La guerra entre Israel y Hezbollah, en la cual falló la diplomacia, debilitó todos los intentos de apuntalar al gobierno libanés De retórica viven los líderes. De retórica y de riesgo, como los generales. Sin ambos atributos, difícil sería persuadir al resto de los mortales. Mortales también son ellos, por más que, en su mayoría, no puedan ni quieran asumirlo. Prefieren preservar una imagen, la propia, de modo de mostrarse firmes y eficaces en sus cometidos. Vale para todos en Medio Oriente. Entre ellos, el revoltoso presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, llegó a decir que Israel debía ser borrado del mapa. ¿Estaba en sus cabales? Tanto que, en contradicción con ello, negoció con el gobierno de Italia, al cual recurrió el primer ministro israelí, Ehud Olmert, el cese el fuego en el Líbano. ¿Las condiciones? Primero, que fueran liberados los dos soldados israelíes retenidos, carne de cañón del conflicto. Segundo, que no dispararan más misiles contra Israel. Tercero, que en la frontera del Líbano se desplazaran tropas libanesas; otros, como el secretario general de las (leer más)