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Política

El paciente libanés

Detrás de los combates entre el ejército y Fatah al-Islam aflora el afán de Siria e Irán de acrecentar su poder en la región En el campo de refugiados Naher al-Bared, cerca de Trípoli, al norte del Líbano, aparecieron caras nuevas. Milicianos con uniformes de combate y fusiles de asalto. Hombres rudos y callados, de barbas sin bigotes al estilo de los fundamentalistas islámicos. Caras nuevas e inexpresivas que amonestaban con la mirada a los residentes que fumaban, por ir contra la religión, y que, por la misma razón, bajaban la vista frente a las mujeres. Arribaban en pequeños grupos, provenientes de Palestina, Paquistán, Jordania, Irak, Siria y Yemen. No se integraban. No emitían palabra. Nunca sonreían. En menos de un año formaron un ejército.             El primer ministro libanés, Fouad Siniora, surgido con respaldo occidental como correlato del caos que provocó el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005, acusó a la banda Fatah al-Islam, creada en 2006 bajo la inspiración de Al-Qaeda, de haber cometido atentados contra autobuses en el este (leer más)

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Política

Cómo atarse los cordones con una sola mano

Cada vez hay menos diferencia entre los gobiernos de ambas tendencias, vectores de la vida política durante dos siglos En la Revolución Francesa no había zapatos para ambos pies. Aún no se fabricaban. El zapato derecho era igual al izquierdo. Sin diferencias entre sí. Los pies terminaban domándolos: pasaba a ser uno el derecho y el otro el izquierdo. Con la política ocurrió algo parecido. En la asamblea nacional constituyente de Francia se sentaron a la derecha los partidarios de la monarquía absoluta y a la izquierda los detractores del orden establecido. Hasta entonces no había corrientes de opinión identificadas de ese modo. Tenían, como los zapatos, el molde derecho y debían calzarlo en el pie izquierdo. No existían las hormas, supongo. Dos siglos después, con un zapato para cada pie, la derecha y la izquierda sobreviven más en la forma que en el contenido. En Europa, cuna de ambas vertientes, varios motes sustituyeron los modelos primitivos. En Gran Bretaña, Francia, y Alemania, entre otros países, no pocos candidatos de un polo enriquecen sus programas (leer más)

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Política

La Revolución Francesa

Una nueva generación de gobernantes europeos refirma la identidad nacional y recompone la relación con los EE.UU. Dejó dicho Napoleón que los problemas de Francia se resolvían con dos cosechas. Con dos cosechas, Nicolás Sarkozy no resolvió los problemas de Francia, pero, como hijo de una generación invicta del trauma de la Segunda Guerra Mundial, se perfiló en la campaña electoral como el sepulturero del gaullismo y, en plan de renovación, como el partero de otro tipo de alianza con Europa y los Estados Unidos. Un conservador interpretó  entonces el papel de revolucionario en una obra en dos actos que vino a ser el anverso de la resistencia a la posibilidad de que el legado del último Tony Blair, parecido a Margaret Thatcher, demuela lo que quedó en pie de la utopía de Mayo del 68. En Francia, nada menos. Sarkozy pertenece a la generación de la canciller de Alemania, Angela Merkel, conservadora como él. Pertenece, también, a la generación de Blair, en retirada tras su último acto: el histórico acuerdo entre protestantes y católicos (leer más)

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La vida de los otros

El gobierno de Olmert paga las consecuencias de la revisión interna de la guerra contra Hezbollah, apoyada por Bush Hezbollah cruzó la frontera del Líbano con Israel, mató a tres soldados israelíes y secuestró a dos. No demoró la reacción de Israel, con bombardeos contra el Líbano. Demoró, curiosamente, la reacción de los Estados Unidos, custodio de Israel. Cuatro días demoró George W. Bush en concluir en San Petersburgo, donde se realizaba una cumbre del G-8, que Hezbollah, aupado por Irán y Siria, propiciaba la inestabilidad en Medio Oriente, al igual que Hamas en Palestina. Dos días más demoró la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en evaluar el alto el fuego a pedido de la comunidad internacional. Mientras tanto, el Líbano ardía. Promediaba julio de 2006. En esos días, Bush convino que la campaña aérea emprendida por Israel era prima hermana de sus guerras preventivas. Era, convino, una forma de evitar represalias contra Israel desde el Líbano. El arsenal de Hezbollah, escondido en refugios subterráneos, había crecido con la ayuda de Irán y Siria desde (leer más)