Los medios justifican el fin
En el peor momento de Bush y de su equipo, Ahmadinejad se ufana de haber descubierto el embrión de la bomba atómica Si Saddam Hussein hubiese sido tan provocador y peligroso como Mahmoud Ahmadinejad, la comunidad internacional habría apoyado a George W. Bush en una hipotética guerra contra Irán con tanta firmeza como contra el régimen talibán en Afganistán, nido de Al-Qaeda. Escogió mal el objetivo, empero. O, en el léxico de la Guerra Fría, oprimió el botón rojo antes de tiempo. Y, más allá de las razones internas y externas del apuro, convirtió a Irak en la antesala del infierno con argumentos morales, no con premisas terapéuticas. Ni los neoconservadores de su gobierno, alias neocons, aprobaron el resultado: idealista en los fines y realista en los medios, definieron con entusiasmo escaso. En la piel del iraquí de a pie, sometido al yugo de la dictadura depuesta, la inyección de democracia que lograron inocularle bajo presión lejos estuvo de aliviarle el dolor. Le dio alguna que otra esperanza de parecerse a los otros, no de (leer más)