Verdades en huelga
Más allá de la falta de pruebas sobre las armas, Bush ha replanteado la disyuntiva entre el imperio y el imperialismo Por formación, o por deformación, algunos de los inspiradores de la guerra contra Irak creen que la gente necesita mentiras reconfortantes. O, invirtiendo el foco, verdades ocultas. Que, administradas con prudencia extrema, aquilatan el capital intelectual de una elite. De eso, dicen, se trata el poder. Esa clase política, identificada con el movimiento ultraconservador norteamericano de mediados del siglo XX, ha emergido de golpe. Por un golpe: la voladura de las Torres Gemelas. Y, consustanciada con la decisión de George W. Bush de no dejar piedra sobre piedra en parajes remotos en tanto persista la amenaza terrorista contra el interés nacional, no ha reparado en las formas ni en los modales. De ahí que Richard Perle, director del Consejo de Defensa de los Estados Unidos, haya afirmado, y firmado, el acta de defunción de las Naciones Unidas. Con desparpajo y arrogancia, agradeciéndole a Dios su muerte. Que cuadra, a su vez, con otra muerte (leer más)