El ganador de una guerra ajena

La cumbre entre Xi Jinping y Vladimir Putin, celebrada hace dos semanas en Moscú, lejos estuvo de trazar una hoja de ruta para detener la guerra en Ucrania




¿Quién necesita a quién?
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Alfombra roja para Xi Jinping y salvavidas del mismo color para Vladimir Putin. La premisa: terminar con las sanciones unilaterales contra Rusia y respetar la integridad territorial de todos los países. ¿Incluido Ucrania, al cual Rusia le arrebató la mayor parte de la península de Crimea, concretamente la República Autónoma de Crimea y la ciudad de Sebastopol, así como también los territorios del este y del sur de las provincias de Donetsk y de Lugansk? Puntos suspensivos sobre la propuesta de paz china abrazada por Putin el 21 de marzo como la base de supuestas negociaciones en la cuales falta la voz de la otra parte. La de Volodomir Zelenski.

En este enjambre de idas y venidas, con una cumbre maquillada por una amistad sin límites en Moscú, predominan los intereses, Xi hizo suyo el papel de gran mediador en la guerra de Ucrania días después de lograr que se reconciliaran enemigos íntimos como Arabia Saudita e Irán por medio del establecimiento de relaciones diplomáticas. De prosperar el plan chino de 12 puntos para terminar el conflicto, Putin debería devolverle a Ucrania tanto Crimea, arrebatada en 2014, como los otros territorios, anexados bajo fuego desde el 24 de febrero de 2022. El día que estalló la guerra sin fin. A esas concesiones no está dispuesto Putin.

Las sanciones desde la toma de Crimea han hecho más dependiente a Rusia de China para compensar las pérdidas

La pompa y ceremonia tuvo sus matices: Rusia reconoce a Taiwán como parte de China, pero China no emite juicio sobre la ocupación rusa de Ucrania. Solo coincidieron en despotricar contra Occidente. Un pronunciamiento histórico, a los ojos de Putin, con una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya como principal responsable del secuestro de niños ucranianos, trasladados a Rusia, durante la invasión a Ucrania. Podría ser detenido en más de 130 países si se atreve a trasponer los límites de Rusia al igual que su defensora de los menores, María Lvova-Belova. Difícil.

En la amistad sin límites saca pecho Xi, vencedor de una guerra ajena, en especial gracias a las ganancias económicas. Putin necesita su ayuda. Si de borrar el pasado se trata, los lazos no fueron estrechos durante la Guerra Fría: “La ausencia de relaciones entre ambos países estuvo definida por una competencia petulante mientras reñían por Mongolia y Manchuria y se disputaban el liderazgo del mundo comunista”, recuerda Nina Khrushcheva, profesora de asuntos internacionales en The New School, de Nueva York. Stalin, dice, consideraba a Mao un “marxista de las cavernas” y un “partisano carente de talento”. ¿Qué pensará Xi de Putin?

Rusia, comprador de bienes de consumo de China, ha sido históricamente un importante proveedor de armas y tecnología militar. China importa petróleo y gas natural de Rusia. Las sanciones desde la toma de Crimea han hecho más dependiente a Rusia de China para compensar las pérdidas por su impacto en las exportaciones y las importaciones, así como por la falta de dólares y euros y la desconfianza en el rublo. Por eso, Xi no sobrepasa un límite. El de arriesgarse a proveer en forma directa ayuda militar y económica a Rusia, más allá de validar sin palabras la invasión a Ucrania en medio de su rivalidad creciente con Estados Unidos.

Jorge Elías

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