La diversidad rompe tabúes

Estados Unidos tiene a la primera candidata a gobernadora transgénero de un gran partido en su historia y Alemania aprueba la existencia de un tercer género en el registro civil




Christine Hallquist, candidata por la diversidad
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La transexualidad era hasta enero una enfermedad mental para la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata ahora de una disfunción sexual, no de un trastorno psicológico. La tardía adecuación corre a tono con la ruptura de tabúes frente a la diversidad. Estados Unidos tiene por primera vez una candidata a gobernadora transgénero por un gran partido, Christine Hallquist en Vermont, y Alemania ha aprobado la introducción de un tercer género en el registro civil. En los formularios figurará “masculino”, “femenino” y, en caso de que los padres no puedan determinar el sexo de su hijo, “diverso”.

En 2013, Alemania ha sido el primer país europeo que permitió a los padres dejar en blanco la casilla que indicaba el sexo de un bebé en su partida de nacimiento, admitiendo en forma implícita el tercer género. Los llamaba “intersexuales”. El gobierno de Angela Merkel se vio forzado a cumplir una sentencia del Tribunal Constitucional que lo obligaba a introducir la tercera alternativa. De lo contrario, aquellas personas que no sienten varones ni mujeres se sentirían discriminadas por la ley. Eso que la OMS denominaba «incongruencia de género» pasó a ser ahora “falta de adecuación del cuerpo al género que siente la persona”.

No son muchos los países que reconocen los derechos civiles de los transexuales ni tampoco son aquellos que, en apariencia, pertenecen al llamado primer mundo. En el censo de Pakistán han podido responder con el nombre hijra, como en India y en Bangladesh. En esos confines del planeta, Nepal fue el pionero en 2007 después de que los tribunales declararan ilegal la discriminación por género. Otro tanto ocurrió en Nueva Zelanda (el primero con cultura occidental) y en Argentina desde 2012. Dos años después, Australia y Dinamarca incorporaron el tercer sexo en sus leyes, así como Colombia, Malta e Irlanda en 2015.

Guste o no, ni los supuestos costos médicos ni la supuesta perturbación pueden tapar la diversidad con un dedo

En Estados Unidos, con un presidente más modernizado que moderno, la candidata demócrata a gobernadora de Vermont para las elecciones de noviembre hizo historia. Hallquist, de 62 años, exdirectiva de una cooperativa eléctrica, pasó a ser referente del colectivo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) después de haberse impuesto en unas primarias inusuales en las cuales participó un adolescente de 14 años, Ethan Sonneborn, habilitado gracias a un vacío legal del Estado. No es el único caso. En 2017, Danica Roem se convirtió en la primera transexual en la asamblea legislativa de Virginia.

El ascenso del colectivo LGTB coincidió con la prohibición del ingreso de personas transgénero en las fuerzas armadas, dictada por Donald Trump de modo de dilapidar otro de los legados de Barack Obama. En 2016 eran entre 1.300 y 6.600 militares dentro de un universo de 1,3 millones. Trump atribuyó su decisión a los «tremendos costos médicos y la perturbación que implicarían los transgénero». El caso llegó a los tribunales, que tumbaron el veto, así como el plan de crear baños sin género asignado en las escuelas. Guste o no, ni los supuestos costos médicos ni la supuesta perturbación pueden tapar la diversidad con un dedo.

Jorge Elías
Twitter: @JorgeEliasInter



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