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La desigualdad, el desempleo, el cambio climático, la falta de liderazgo político y el escepticismo ante las medidas económicas son algunos de los retos mundiales para 2014
Pese a la crisis, la cantidad de millonarios ha aumentado en forma considerable en los últimos años. Encabezan la lista, elaborada por Wealth-X y el Banco UBS, los de los Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra y China. En ese país, uno de los pocos que se jacta de preservar el comunismo, el patrimonio de la nieta de Mao Tse-Tung, Kong Dongmei, ronda los 815 millones de dólares. No son las regalías de la Revolución Cultural, aclaro. Otra curiosidad: en España, agobiada por su legión de seis millones de desempleados, el número de millonarios (gente con más de 740.000 euros) ha crecido un 13 por ciento en un año.
El planeta gira a dos velocidades: la de los ricos y la de los pobres. La brecha se ensancha y, como concluye el Foro Económico Mundial (WEF, sus siglas en inglés), prospera la desigualdad. Un estudio del gobierno británico vaticinaba en 2007, un año antes de la crisis hipotecaria de los Estados Unidos, una mayor “tensión e inestabilidad tanto en las sociedades como entre ellas”. Eso iba a dar “lugar a expresiones de malestar, como el desorden, la violencia, la criminalidad, el terrorismo y la insurgencia”. En 2011 estalló la Primavera Árabe y, sin rozar esos extremos, aparecieron los indignados españoles, precedidos por los islandeses.
Poco después, los indignados abrieron su sucursal en Nueva York desencantados con el poder de las compañías y de los bancos y con los privilegios fiscales del uno por ciento más rico de los Estados Unidos. Occupy Wall Strett pregonaba: “We are the 99 percent (Somos el 99 por ciento)”. Warren Buffett, dueño de la tercera fortuna del planeta, sorprendió a todos al quejarse por pagar, en proporción, menos de la mitad de impuestos (17 por ciento) que sus empleados (del 34 al 41 por ciento). “Dejen de mimar a los súper ricos”, protestó.
El desempleo, en alarmante ascenso en Europa, ha deprimido salarios y ha achatado el consumo. El patrimonio de 10,7 millones de personas de diversas nacionalidades supera la producción anual de bienes y servicios de las 3.420 millones de personas que viven en los Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón y la India, según la consultora francesa Capgemini y el banco de inversión norteamericano Merrill Lynch. La riqueza de esa minoría equivale al 73 por ciento del total de la producción de bienes y servicios del planeta.
En sus “Crónicas marcianas”, Ray Bradbury vislumbra una humanidad que, acechada por el desempleo, la desigualdad y otras plagas, abandona la Tierra en sucesivas oleadas de cohetes plateados con el fin de radicarse en ese planeta. Son invasores, irrespetuosos de la cultura ajena. Terminan diezmando a la población nativa con un arma letal: el contagio de sus enfermedades. Esa tendencia destructiva refleja nuestra sempiterna incapacidad para salvarnos de los desastres que creamos.
Bradbury creyó en la década del cuarenta que eso iba ocurrir en 1999. No acertó por poco. Quince años después, en 2014, la WEF, con sede en Ginebra, señala al desempleo como uno de los retos del planeta, así como la desigualdad, la inacción frente al cambio climático, el auge de las megaciudades, la urbanización masiva de Asia, la falta de liderazgo político, el escepticismo ante las medidas económicas, las tensiones sociales en Medio Oriente y el norte de África, las amenazas cibernéticas y la desinformación cada vez más frecuente en las redes sociales de Internet.
¿Tan mal estamos? La población mundial goza ahora de más riqueza, salud, expectativa de vida y educación en un planeta menos belicoso y mejor conectado. Deberían ser buenas noticias de no haber aumentado la brecha entre ricos y pobres, la deuda pública y la inseguridad económica. La desigualdad, más que la pobreza, “sigue alimentando la percepción de injusticia entre aquellos cuyas expectativas no se cumplen”, dejó dicho el gobierno británico. Es la causa de la mayoría de los problemas contemporáneos, expuestos en forma dispar por los indignados de diversas latitudes.
Desde 2008, por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial reside en ciudades. Casi la mitad subsiste con menos de dos dólares diarios. Mil millones de personas, entre siete mil millones, comen a rachas. Crece una copiosa clase media. Crece, también, una irritante desigualdad: 225 personas ganan más que 2.700 millones.
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