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Política

Cómo ser opositor y no morir en el intento

El dilema afecta a América latina, sobre todo por la impronta de Chávez y por el correlato de las elecciones en México BERLÍN.– Poco sabía Gabriela Büssemaker, alcaldesa de Ettlingen, Estado de Baden-Württemberg, del origen remoto de sus visitantes: la Argentina. Sólo acudían a su memoria, mientras departía con diputados por Compromiso para el Cambio, Recrear, la UCR, el ARI y los partidos Demócrata de Mendoza y Renovador de Salta, los reclamos de alemanes furiosos por no haber cobrado los dividendos de los bonos de la deuda pública que habían adquirido antes de la crisis. Ese tema y la curiosidad por la cercanía entre Néstor Kirchner y Hugo Chávez, así como el conflicto con Uruguay por las plantas de celulosa, fueron recurrentes en las reuniones con dirigentes del Partido Liberal Democrático (FDP). Después de la crisis, la Argentina dejó de ser una sucursal de Europa, plasmada, cual síntesis, en la vida y la arquitectura de Buenos Aires. Antes, la pregunta era: ¿cómo nos ven? Ahora, la pregunta es: ¿nos ven? En Alemania, concentrada en su (leer más)

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La excepción a la regla

Más allá de izquierdas y derechas, los latinoamericanos buscan respuestas urgentes a problemas comunes Antes de que amaneciera el milenio, el mundo estaba partido por la mitad. El Muro de Berlín separaba al comunismo soviético del capitalismo norteamericano. Los aislaba. Era uno o el otro, incluso después de la reunificación de Alemania, más allá de las adaptaciones libres de cada modelo según las idiosincrasias de los pueblos y de los gobiernos. No había más para escoger mientras Europa ensayaba con híbridos en busca de un sello propio. En busca, en realidad, de la tercera vía, mentada, o patentada, por el director de la London School of Economics and Political Science, Anthony Giddens. Con ella convenció a Tony Blair de que fundara la internacional de centro izquierda que congregó en 2003 a un sindicalista duro como Luiz Inacio Lula da Silva, un intelectual socialista como Ricardo Lagos y un peronista práctico como Néstor Kirchner. Rara mezcla a pesar de la vecindad y de las coincidencias. Cinco años antes, mientras Francis Fukuyama insistía en clausurar la historia, (leer más)

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Se dobla, pero no se rompe

Más allá del acercamiento de Vázquez a Bush, los otros países no renunciaron al bloque por sus acuerdos con los EE.UU. En rigor, Hugo Chávez nunca perdonará a George W. Bush. Sobre todo, desde que denunció que había estado detrás del efímero golpe de Estado de abril de 2002, razón del silencio norteamericano frente a la condena de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y que, en realidad, había pretendido deshacerse de él. Liquidarlo. Frente a ello, el primer embajador de los Estados Unidos en Caracas de la era bolivariana, John Maisto, propuso una fórmula conciliadora: reparen en sus manos, no en su boca; es decir, no juzguen sus palabras, sino sus acciones. Era la única forma de evitar que la confrontación pasara a mayores. El entonces secretario de Estado, Colin Powell, no creía en ello: entendía que la democracia perdía su esencia cuando un líder elegido por el pueblo usaba métodos cercanos a la autocracia. De ahí, su renuencia a aplicar la fórmula de Maisto y su rechazo a admitir la resaca de (leer más)

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Suicidio en defensa propia

Problemas entre los hermanos «mayores» y los «menores» Por apenas un mes de diferencia, Luiz Inacio Lula da Silva no coincidió con Néstor Kirchner en una visita a China. Viajaron en mayo y en junio de 2004, respectivamente. En mayo de ese año viajó a China, también, el presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos. Si Jorge Batlle, aún presidente de Uruguay, hubiera ido, el anfitrión, Ju Hintao, habría tenido una postal completa del Mercosur. Debió armar un rompecabezas, empero. O atender por separado a cada uno de ellos, socios de un club, a veces prenda de hermandad, a veces factor de desunión, con más predicamento en el vecindario que fuera de él. ¿Era una locura que viajaran los cuatro juntos (Batlle incluido) o que, al menos, Brasil y la Argentina, orgullosos en apariencia de una remozada alianza estratégica signada por la presunta afinidad ideológica entre Lula y Kirchner, aterrizaran en el mismo avión en el país que, con su apertura comercial y sus compras de materias primas, iba a ser vital para la recuperación económica (leer más)

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Te solté la rienda

América latina, con Colombia como único foco de conflicto, es la región más inofensiva y menos problemática del planeta  Cada vez que George W. Bush miró a América latina pensó en China. La región por sí misma iba a ser inseparable del destino común con los Estados Unidos. Lo iba a ser hasta que el Siglo de las Américas, anunciado en su primera campaña electoral como anzuelo para los latinos radicados en su país, se hizo escombros con las Torres Gemelas. Desde entonces, la presencia precaria del continente en la agenda norteamericana se debió a su escaso potencial de riesgo. Mientras el eje viraba  de Afganistán a Irak, la competencia asiática en un territorio considerado propio no alcanzó a despertar el interés dormido, o anestesiado, por las guerras preventivas contra el terrorismo. Prioridad tampoco tenía América latina al comienzo de la gestión de Bush. La presencia de China, cual correlato de su bonanza económica y de sus ansias de expansión, creó suspicacias en los Estados Unidos, pero, al menos antes del 11 de septiembre de (leer más)

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Una fortaleza que nació de la exclusión

Con rencores ancestrales y posiciones de izquierda, el presidente de Bolivia coronó el ciclo de Marcos y Rigoberta Menchú LA PAZ.– Por exceso de diagnósticos y ausencia de terapias, Evo Morales cerró un ciclo. El ciclo de las plegarias no atendidas, o de los gritos desoídos, que inauguró el 1° de enero de 1994 el subcomandante Marcos en las montañas del sur de México. En ese momento, la globalización no detenía su marcha frente a la cruda realidad de tzotziles, tojobales, tzeltales y choles mientras Rigoberta Menchú, campesina de la etnia maya quiché cuyos parientes habían sido torturados y asesinados por militares y escuadrones de la muerte en Guatemala, insistía en su campaña de denuncias de violaciones de los derechos humanos después de haber sido reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1992, quinto centenario del Descubrimiento de América. En un continente dominado, y doblegado, por la desigualdad, la pobreza y la exclusión, Morales halló otra fórmula, emparentada con su rechazo epidérmico a los Estados Unidos, por haber intentado erradicar los cultivos de (leer más)

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La revolución en motocicleta

El Sub cambió su título militar por un seudónimo civil y emprendió una curiosa gira de seis meses en un año electoral Sin ambición política, Marcos no hubiera sido más que un grito en el desierto, o en la selva, contra la globalización. Fue oportuno: apareció el 1° de enero de 1994 con la fina intención de estropearle la fiesta de Año Nuevo al presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, feliz en Los Pinos por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, las siglas en inglés) con los gobiernos de los Estados Unidos y de Canadá. Y fue astuto, también: quiso que su reclamo desde Chiapas por los derechos de los indígenas trascendiera fronteras, de modo de protegerse a sí mismo de una eventual represión. En la tierra de El Chavo del Ocho estaba todo fríamente calculado. Oportuno y astuto, pues, Marcos tuvo la virtud del adelantado sin ser Cortés: se valió de la informática antes de que fueran frecuentes los correos electrónicos y del desaliento, en especial entre (leer más)

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Una voz en el teléfono

Blanco de una broma, Morales se alegró de haber hablado con Zapatero, defensor de aquello que criticó en la campaña LA PAZ.– Si Evo Morales estuviera tan comprometido con la causa de Túpac Catari, aquel cacique que se sublevó contra los españoles, sitió la ciudad de La Paz durante 109 días y murió en noviembre de 1781 descuartizado por cuatro caballos que jalaban en direcciones opuestas, ¿se habría sentido feliz de haber recibido un llamado telefónico del presidente del imperio pretérito, José Luis Rodríguez Zapatero, y habría pregonado a los cuatro vientos que iba a ir a Madrid más temprano que tarde? No sabía que era una broma. Su cara denotaba alegría. La misma, tal vez, que Néstor Kirchner después haber hablado en sus primeros meses de gestión, también por teléfono, con George W. Bush; con el real, en su caso, portador de aliento ante la negociación inminente de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional. O la misma, tal vez, que Hugo Chávez y Fidel Castro, convencidos, primero uno, después el otro, de (leer más)

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Yo sólo quiero pegar en la tele

Con el uso excesivo de los medios de comunicación, presidentes y candidatos recrearon un estilo que parecía perimido LA PAZ.– Con éxito relativo, Umberto Eco intentó explicar a un grupo de intelectuales franceses por qué el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, no anunciaba sus decisiones en el Congreso, sino en un programa de televisión. Sus amigos, los intelectuales franceses, no entendían esa extraña manía, así como las actitudes de los italianos en general. Tampoco entendieron finalmente la relación directa que el jefe pretendía establecer con el pueblo en desmedro de sus representantes. En América latina se hubieran vuelto locos. Berlusconi instauró en Italia algo que Eco llamó populismo mediático mientras hablaba con sus amigos, los intelectuales franceses. Un atajo para evitar el Congreso, y su pero frecuente, cada vez que pudiera o que no necesitara consenso para ejecutar tal o cual medida. En América latina, insisto, se hubieran vuelto locos. También procuró aclararles Eco a sus amigos, los intelectuales franceses, que fascismo hubo uno solo en Italia. Que Berlusconi no pensaba uniformar con camisas (leer más)

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El Estado soy yo

Ni Bolívar toleraba la concentración del poder en manos de uno solo, pero Chávez suele omitir esa inoportuna premisa En Luiz Inacio Lula da Silva, más que en Néstor Kirchner, confiaba George W. Bush en que iba a mantener a raya a Hugo Chávez. Que despotricara contra los Estados Unidos, que edulcorara la estampa y figura de Fidel Castro, que se pavoneara con Diego Maradona, que se ufanara de su amistad con un radical iraní como Mahmoud Ahmadinejad o que enseñara como punta de lanza el remozado socialismo latinoamericano no era tanto problema como una eventual expansión de su revolución bolivariana. En la franja andina, sobre todo, dominada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el líder cocalero boliviano Evo Morales, así como por movimientos afines de raíces indígenas en Ecuador y en Perú, contrarios, todos ellos, a los intereses norteamericanos. Y en América Central, expectante de la suerte de Daniel Ortega y su prédica urgente para Nicaragua. Lula, empero, cayó en desgracia por el escándalo de corrupción que afectó a su Partido (leer más)

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Corrupción, mentiras y video

La crisis en el gobierno de Lula viene a ser otro eslabón de la cadena de escándalos que sacuden a menudo a la región Por la compra de voluntades, y de votos, cayó un símbolo de la corrupción: Alberto Fujimori. Por ello y, también, por fraude en las elecciones de 2000, después de haber permitido que Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), triangulara fusiles soviéticos importados de Jordania a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); iban a ser para el ejército peruano, en principio. Los vladivideos, en los cuales legisladores y particulares recibían dólares a cambio de favores, terminaron con su gobierno. Y, por cierto, con sus mentiras. ¿Falló la democracia? No. Definitivamente, no. El hallazgo de las cuentas bancarias secretas de Augusto Pinochet en los Estados Unidos demostró que la corrupción no repara en gobiernos civiles o militares, sino en las tentaciones de los hombres. Acrecentadas por las oportunidades que abrieron las reformas, de las cuales Chile ha sido el pionero. Por esas tentaciones, más presas de los afanes de poder (leer más)

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Política

¿Y dónde está el piloto?

La resolución transitoria del conflicto no da certezas sobre el futuro, acosado por el fantasma de la ingobernabilidad Más allá de su petróleo, Hugo Chávez puso énfasis desde el comienzo de su gestión en un rasgo común con vastos sectores de Venezuela y de la franja andina: ser mestizo. Decía que no lo toleraban por ello. Era un toque distintivo, casi folklórico, respecto de otros presidentes, gracias al cual, repartiendo arepa y compartiendo penurias, iba ganándose la simpatía de quienes se identificaban con él. Ser mestizo era, en definitiva, como ser indígena; algo así como ser marginado a pesar de haber heredado los títulos de propiedad de las naciones originales. En el discurso de Chávez abrevaron varios líderes de movimientos indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador, así como aquellos que, al filo de los noventa, empezaron a resumir el estigma de la década en un enemigo común: el neoliberalismo, pregonado por los Estados Unidos. Apareció entre ellos un tal Evo Morales, líder cocalero que, a diferencia del presidente peruano Alejandro Toledo, de tez tan cobriza (leer más)

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Sociedad

Fronteras calientes

Más allá de los recelos de la Argentina por el liderazgo de Brasil, la región está signada por enfrentamientos bilaterales En resumen, Lula no pudo monopolizar la cumbre de la cual era anfitrión por la actitud políticamente incorrecta de Hugo Chávez y, a su vez, Néstor Kirchner se mostró tan sensible ante las palabras emotivas de su par peruano, Alejandro Toledo, que, en medio de su discurso, prefirió atender una llamada por teléfono celular mientras iba al baño en lugar de aprobar con aplausos el papel de líder regional que había asignado a Brasil. Tan sensible se mostró, convengamos, que apuró el regreso a Buenos Aires por estrictas razones de tedio, no de agenda. La postal de la I Cumbre de Países de América del Sur y la Liga Arabe, realizada en Brasilia, exhibió algo más que rencillas entre Lula y Kirchner. Exhibió rencillas múltiples entre varios presidentes de la región, independientemente, en su mayoría, de los vínculos entre sus respectivos países. Y exhibió, también, una ola de conflictos bilaterales, generados por heridas no cicatrizadas, (leer más)

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Bananas

En la conducta de los gobernantes, así como en la solidez institucional, reside a veces la fortaleza de la democracia En aquel tiempo, entre susto y golpe, crecía el malestar por las arbitrariedades de Abdalá Bucaram, del Partido Roldosista Ecuatoriano. Su edecán, o ayudante de campo, Lucio Gutiérrez, había desoído la orden de proteger, por la fuerza si era necesario, el Palacio de Carondelet, sede del gobierno. La muchedumbre ganaba la calle en Quito. El presidente, trasladado a Guayaquil para mayor seguridad, iba a ser dejado cesante por el Congreso. ¿La causa? Insólita e inaudita a la vez: incapacidad mental. Una imputación más lapidaria, y menos elegante, que la demencia senil de Augusto Pinochet después de haber purgado 503 noches en las afueras de Londres por violaciones de los derechos humanos. Era el primer acto de desobediencia de Gutiérrez, de oficio apropiado en el sitio apropiado: militar en una república bananera. A mucha honra, aclaro: Ecuador es el principal exportador mundial de bananas. Mote nacido y depreciado, sin embargo, en el racimo de países de (leer más)

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El beso del diablo

Vanos fueron los cabildeos de Lagos y Fox por sus respectivos candidatos, mientras Bush sólo quería oponerse a Chávez En febrero, mientras promediaba una reunión de George W. Bush con la cúpula de la alianza atlántica (OTAN) en Bruselas, José Luis Rodríguez Zapatero procuró entibiar una relación fría, distante, marcada por el retiro de las tropas españolas de Irak. El encuentro, de menos de 10 segundos, se limitó a cuatro palabras del presidente norteamericano en abrupto castellano: «Hola, ¿qué tal, amigo?». Una respuesta de circunstancia: «Bien, ¿y tú?», presumo. Y un sucinto apretón de manos, señal de despedida. ¿O de desconfianza? El retiro de las tropas españolas de Irak era el correlato de los atentados de Atocha, primero, y de la victoria electoral de Zapatero, después, en un país que, como la mayoría de los occidentales, volcó su simpatía hacia los Estados Unidos por la voladura de las Torres Gemelas y su antipatía hacia Bush por la guerra contra Saddam Hussein. La cooperación mutua salió ilesa, sin embargo: los soldados españoles no se movieron de (leer más)