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Bolsillos flacos, realidades ajenas

La mayoría de los presidentes deja de tener contacto con cosas tan mundanas como la billetera desde que asume el cargo Ordenó un plato suculento y sustancioso: trucha ahumada, gambas y paté de nueces. Un manjar. Y dio cuenta de él, devorándoselo, mientras Mike Bell, el dueño del restaurante, sobre Portobello Road, en el barrio Notting Hill, de Londres, famoso por sus pubs, observaba, orgulloso, que una multitud de curiosos se había reunido en la vereda. Tenía un comensal ilustre e infrecuente: Bill Clinton, en un intervalo informal de una visita oficial al Reino Unido mientras aún era presidente de los Estados Unidos. ¡Fantástico! Salvo un pequeño detalle: terminó de comer, alzó la mano izquierda (la diestra, por ser zurdo), agradeció con una sonrisa y se marchó con su legión de custodios del servicio secreto. Sin soltar una libra. O un dólar. Ni propina dejó. Los diarios británicos, como The Guardian, titularon al día siguiente: «Bill forgets the bill» (Bill olvida la cuenta). De apenas 24,70 libras. O 36,22 dólares. Actitud que no era común (leer más)

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Madre la miseria, padre el olvido

Fox demuestra voluntad política para resolver el conflicto de Chiapas, tildado de prioritario, pero Marcos desconfía Detrás del pañuelo rosado que cubría la mitad de su nariz diminuta, Paticha era puro ojo color miel, ceja tupida, frente curtida y raya al medio en el pelo oscuro. Sus manos, rugosas de tanto hachar y cargar leña, sostenían con firmeza la soga que separaba a sus hermanos indígenas de los otros. Los blancos. Blancos, asimismo, de la curiosidad: jamás habían visto, cara a pasamontañas, un zapatista en persona. Llovía a cántaros en Oaxaca, sur de México, mientras la caravana arribaba cansinamente en ómnibus destartalados, a eso de las dos de la mañana, a la Plaza de la Danza, un claro entre casas bajas de estilo colonial. Promediaba septiembre de 1997. Y era la primera vez que el ejército de Marcos, el Sub a secas, marchaba desde la enmarañada selva Lacandona, Chiapas, hasta la ciudad de México. Algo así como La Meca, sorda a sus reclamos desde mucho antes de que empezaran los tiros, el 1° de enero (leer más)

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El cólera y la cólera

El terremoto de enero de 2010 mató a 220.000 personas y demolió medio millón de viviendas. Nueve meses después, el cólera, antes concentrado en el campo, comenzó a hacer de las suyas en la ruinosa capital de Haití, Puerto Príncipe. Sobre llovido, el huracán Thomas mató un mes después a una veintena de personas, destruyó otras 6610 viviendas y, al provocar inundaciones, contribuyó a propagar la enfermedad. Desde octubre, el cólera dejó un tendal de 4030 muertos y 209.034 infectados, según cifras oficiales. Unas 50 personas también murieron por su causa: las lincharon, acusadas de usar la brujería para transmitirlo. Antes habían sido señalados los soldados nepaleses de las Naciones Unidas. El cólera desató la cólera. En un solo año, acaso a tono con su trágica historia, Haití sufrió más desgracias que varios países en décadas. Ni las presidenciales celebradas el 28 de noviembre despejaron las dudas sobre un futuro tan incierto como la cena de hoy: fueron fraudulentas, concluyó la Organización de los Estados Americanos (OEA). Pedradas, tiros, cuatro muertos más y otros tantos (leer más)

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Compre dos por el precio de uno

Bush, como su padre, asume tras dos períodos de fuerte liderazgo, sobre todo entre la clase media, las minorías y las mujeres No iba a ser la primera ni la última, pero, después de aquella mañana, la vida cambiaría para ella. Definitivamente, quizás. Aún no había amanecido; Bill Clinton leía, ceñudo, la síntesis de prensa de la Casa Blanca en el cuarto principal del segundo piso de la residencia. “No vas a creer esto, Hillary, pero…”, dijo, cavilante. Ella había abierto un ojo. “¿Qué es eso?”, balbuceó. El prosiguió: “…quiero contarte lo que dice el diario (The Washington Post, 21 de enero de 1998)”. El diario decía que Clinton, el primer presidente de los Estados Unidos que declaró como imputado en una causa civil o criminal (a raíz de la demanda por acoso sexual de Paula Jones), había tenido una relación indecorosa con una becaria de la Casa Blanca a la que duplicaba en edad. Una tal Monica Lewinsky, apenas mayor que Chelsea, su hija. Dejaba entrever de ese modo que había mentido bajo juramento (leer más)

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Cara o Meca

El retorno de los refugiados palestinos a Israel, como pide Arafat, sería echar combustible al fuego que acecha la región Pasan los primeros ministros de Israel. Pasan los presidentes de los Estados Unidos. Pasan hasta los líderes árabes. Pero Yasser Arafat queda. ¿Cómo queda ahora? Queda, en el barranco en el que cayó el proceso de paz, como el intérprete de un pueblo atado por generaciones a una reparación histórica que, por justa que sea, no es necesariamente sabia ni, menos aún, oportuna: el retorno de los refugiados palestinos a territorios cuya gente habla otra lengua, profesa otra religión y cultiva otra cultura. El retorno, o la invitación, a nuevos enfrentamientos. El último Arafat es, quizá, más rígido que el primero. Es más quisquilloso. Y es, a su vez, tan vacilante como su mentón mientras libra una guerra íntima, e inconfesa, contra sus contradicciones. Sabe que, como Ehud Barak y Bill Clinton, juega contra el tiempo. No por razones políticas, en su caso. Pero, igualmente, insiste en jalar al máximo una cuerda delgada, aunque se (leer más)

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Cuando aclara, oscurece

La Argentina incurre inevitablemente en la paradoja del país que tiene todo para prosperar y, sin embargo, no prospera ¿Qué nos sucede, vida, que, últimamente, los kosovares, sobrevivientes de la limpieza étnica de  Slobodan Milosevic y de las bombas de la alianza atlántica (OTAN), son los más optimistas del mundo y nosotros, los argentinos, sobrevivientes, a lo sumo, de una transición presidencial después de una década de Carlos Menem en el poder, vamos cabizbajos entre los más pesimistas? Gallup, autora del estudio comparativo en 68 países, arriesga una respuesta: a fines de 1999, la gente tenía expectativas de cambio por el comienzo inminente de la gestión de Fernando de la Rúa. Expectativas económicas, sobre todo. Era algo así como la escoba nueva que prometía barrer bien. En especial, la corrupción. Quizá como ocurre ahora con los mexicanos, con Vicente Fox como nuevo presidente, después de siete décadas de rutina en el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Son los más optimistas de América latina a pesar de la desigualdad entre ricos y pobres. Acaso tapada (leer más)

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Jubilación de la utopía

La generación del Mayo francés comienza a decir adiós Tres, dos, uno, o 1° de enero de 2011: el más viejo de la Generación Baby Boomer, nacida entre 1946 y 1964 en los Estados Unidos, cumple 65 años. Está a punto de pasar a retiro mientras no aumente la edad de jubilación, como en Europa. Es el último eslabón de la camada que, en la otra orilla del Atlántico, quiso cambiar el mundo en el Mayo francés del 68, un “sentimiento de irracionalidad”, según Raymond Aron; algo que todos creían “impensable”, según Jean-Paul Sartre. Impensable era que confluyeran en un solo grito universitarios que no vislumbraban horizontes, trabajadores que se sentían excluidos de la bonanza, gente de a pie que rechazaba la guerra de Vietnam y pueblos que exigían libertad. Cuatro décadas después, Galbraith, Marcuse y Adorno no sobreviven como fuentes de inspiración de “estudiantes con flequillo, en pantalones de campana, y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda”, como los retrató el cantante español Ismael Serrano, ni son los mismos quienes se resisten (leer más)

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Posdata: lo importante es competir

Ganó el candidato que centró su campaña en criticar todo aquello que se asociara con Washington, como su rival La mitad del país votó por un candidato que, en principio, obtuvo más votos que el otro, pero, curiosamente, perdió. La otra mitad del país votó por un candidato que, en principio, obtuvo más electores que el otro, pero, curiosamente, no pudo cantar victoria de inmediato por un puñado de boletas mañosas y por los tironeos en las cortes. Si hubiera sucedido en otro país, vaya y pase. Pero en los Estados Unidos… Momento. Para ganar hay que arriesgarse a perder. Al Gore ganó más votos, pero George W. Bush ganó más Estados. Es decir, por primera vez en más de un siglo, uno ganó el voto popular y el otro es el presidente electo. Son las reglas del sistema indirecto. Que ambos rubricaron desde que decidieron postularse. Es el correlato del dilema, elevado a la enésima potencia, casi al límite del absurdo, de algo tan sencillo, en apariencia, como sumar dos más dos, y que (leer más)

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Cuándo volverás a ser lo que no fuiste nunca

El dominio de las FARC sobre una porción del país consagra de hecho la existencia de un Estado dentro del Estado Tirofijo está como Carlos Menem: enamorado. En su caso, de una guerrillera a la que duplica en edad. Con ella, Sandra, de 37 años, habrá descorchado aguardiante, o alguna champaña reservada para la ocasión, en Inspección Los Pozos, cerca de San Vicente del Caguán, después de la prórroga que concedió el gobierno de Andrés Pastrana a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sobre las tierras que dominan a su antojo en el sur del país. Maravilloso si Tirofijo, de 70 años, fuera Walt Disney o la Madre Teresa, no el líder guerrillero más veterano del mundo. Hombre de armas llevar, por más que, curiosamente, también empuñe el violín. Que ha ganado más que cualquier otro con su renuencia al diálogo y con su concepción setentista del poder. Pasada de moda, pero efectiva. O lucrativa. Hasta dejó plantado a Pastrana el día que recibió, limpios de presencias tan molestas como soldados y policías, los (leer más)

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Alquilo casa / buena ubicación / apta presidente

Si el Norte fuera el Sur, la crisis electoral norteamericana sería propia de las desprolijidades nuestras de cada día Dios no juega a los dados, según Einstein, pero, en un descuido, dejó caer el cubilete. Y organizó el caos. Al punto que México tiene por primera vez en 71 años un presidente no comprometido con las mañas, y con las artimañas, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y los Estados Unidos tienen por primera vez en 124 años un conflicto de intereses, y de mezquindades, digno de las peores tradiciones latinoamericanas. ¿Contagio mutuo? Pellízquese si no puede creerlo. Minutos después del cierre de las elecciones mexicanas, el 2 de julio, Televisa encabezó la caravana de cadenas de televisión que conmovió al mundo con la victoria de Vicente Fox, o la derrota del PRI, aceptada de inmediato por Ernesto Zedillo. Minutos después del cierre de las elecciones norteamericanas, el 7 de noviembre, Fox (no Vicente) encabezó la caravana de cadenas de televisión que conmovió al mundo con la victoria de George W. Bush, o la derrota de (leer más)

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Por un puñado de votos

Tanto se tensó la cuerda que la decisión está en manos de la instancia que Gore quiso evitar y que Bush supo forzar: los tribunales WEST PALM BEACH, Florida.– John Kennedy llevaba en el bolsillo un número mágico: 118.574, según el biógrafo Richard Reeves. Era la diferencia escasa, anotada en un trozo de papel, con la cual había superado a Richard Nixon en las elecciones de 1960. La primera vez que se vieron, después de haber sofocado sospechas de votos hasta en los cementerios, el presidente electo admitió: “Es difícil saber quién ganó”. Su rival, luego presidente, asintió con la cabeza. Ninguno de ellos completó su mandato. Uno terminó asesinado; el otro terminó corrido por el escándalo Watergate. ¿Sabrán alguna vez Al Gore y George W. Bush quién ganó las últimas elecciones? Nixon entendió  en su momento que los recuentos y las demandas podrían causarle un gran daño al país. “El país no puede permitirse la agonía de una crisis constitucional y, por supuesto, yo no voy a participar en crear una simplemente para convertirme (leer más)

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Presidente por un rato

Haya ganado Bush o haya ganado Gore, el próximo gobierno estará signado por la falta de legitimidad WEST PALM BEACH, Florida.– Pálpitos, o justificaciones, hay por doquier. Hasta en los Estados Unidos. Dicen en Washington, por ejemplo, que el resultado de las elecciones presidenciales suele estar sujeto al último partido de los Redskins, crédito local de fútbol americano. Si ganan el domingo previo, gana el martes el candidato por la Casa Blanca; si pierden, paciencia, gana el candidato por la oposición. Es una leyenda urbana a la cual prestan especial atención los apostadores. ¿Qué pasó el domingo? Perdieron los Redskins por margen escaso: 16-15 contra los Cardinals, de Arizona. ¿Qué pasó el martes? George W. Bush, el candidato por la oposición, habría ganado por margen escaso el voto electoral (es decir, tendría la mayoría de los delegados en el Colegio Electoral si redondea, finalmente, su victoria en Florida), y Al Gore, el candidato por la Casa Blanca, habría ganado, también por margen escaso, el voto popular (es decir, tendría la mayoría de los votos, pero, (leer más)

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Tu pasado me condena

No flirtean con mujeres ni cometen excesos, pero, con una economía robusta, no saben cómo eludir la sombra de Clinton ATLANTA, Georgia.– Comparten algo así como un complejo de inferioridad. Y, a la vez, un orgullo inquebrantable. Quizá más Al Gore que George W. Bush, dispuesto a perder las elecciones, si fuera necesario, con tal de no permitir que Bill Clinton se atribuya la victoria. Fue claro en eso: que haya sido el vicepresidente en los últimos ocho años, y que haya sido leal en los momentos más difíciles, no significa que pretenda vivir bajo la sombra de la bonanza económica. Que considera ajena. Tan ajena, tal vez, como Bush considera la gestión de su padre, derrotado por Clinton en su intento de ser reelegido en 1992. Y como considera, asimismo, la actitud de los congresistas que, sin medir consecuencias, cavaron la fosa más honda en la cual han caído los republicanos desde la renuncia de Richard Nixon. Desprestigiados, ignorados, concentrados en sí mismos mientras la gente, descreída de ellos, veía otro canal durante el (leer más)

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De igual a igual contra uno mismo

Al Gore y George W. Bush, cabeza a cabeza en las encuestas, en realidad, ninguno de los dos convence del todo WASHINGTON.– Promediaban en el Congreso las audiencias por el caso Whitewater, negocio inmobiliario de los Clinton en Arkansas. En una de ellas, convocadas por el ex senador republicano Alfonse D’Amato, el presidente se acercó a otro senador republicano cuyo nombre jamás ha revelado: “¿Piensa realmente que mi mujer y yo hemos hecho algo malo?”, preguntó. Obtuvo una carcajada como primera respuesta. Y, después, una confesión: “Por supuesto que no. Ustedes no han hecho nada malo. Pero ese no es el punto. El punto es que la gente crea que ustedes han hecho algo malo”. Bienvenido a Washington. Bill Clinton comprendió entonces el significado de la máxima de Newt Gingrich, el republicano por el cual los demócratas perdieron en las elecciones de 1994 la mayoría de número en la Cámara de Representantes: la política es la guerra sin sangre. Máxima que, curiosamente, aplican Al Gore y George W. Bush en una campaña por la sucesión (leer más)

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Nos han declarado la guerra

En 1973, la crisis en la región disparó el precio del petróleo e hizo tambalear durante una década las economías occidentales WASHINGTON.– Recriminaciones mutuas es todo lo que comparten Ehud Barak y Yasser Arafat en medio del caos en el que viven, o sobreviven, sus pueblos desde que dejaron aflorar las iras contenidas durante años. Que todo haya comenzado el 28 de septiembre con la provocativa visita del líder del partido derechista Likud, Ariel Sharon, a un sitio sagrado de Jerusalén para judíos y musulmanes, como la Explanada de las Mezquitas, no es más que la punta del ovillo. O, acaso, la chispa que hizo estallar el polvorín mientras la relaciones parecían normalizadas entre las cúpulas. ¿Era un espejismo? El polvorín iba a estallar de todos modos: lo demostró la saña con la cual unos y otros bombardearon y apedrearon, respectivamente, el proceso de paz. Que estaba más avanzado que nunca desde el momento en que Barak accedió a debatir la cesión del sector oriental de Jerusalén (Al Qods, en árabe) a los palestinos. Dos (leer más)