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Política

La crisis menos pensada

Castro se cobró una deuda con Fox, de modo de enviarle un mensaje a Bush frente a su inminente plan para desplazarlo Iba a cobrarse una deuda; dos años y dos meses llevaba esperando la oportunidad. En su arenga del 1° de Mayo, Fidel Castro cargó contra los gobiernos de México, Perú y Chile por la condena a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los acusó de haber sido peones de los Estados Unidos en la votación del 15 de abril en Ginebra. Uno en particular, Vicente Fox, iba a acusar el golpe. En vísperas, sobre todo, del anuncio del plan de George W. Bush para acelerar la caída de su dictadura vitalicia y captar de ese modo el voto del exilio cubano de Florida en su carrera por la reelección. Poco después, el canciller de Cuba, Felipe Pérez Roque, dijo que la actitud de Fox había sido irreflexiva: ordenó el retiro de su embajadora en La Habana, Roberta Lajous, y la expulsión de México del (leer más)

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Tengo tantos enemigos que no los puedo contar

Bush elogió hace más de un año la ampliación de la OTAN, pero, según diplomáticos europeos, extendió mucho el mapa A fines de marzo de 2003, la Casa Blanca solicitó al Capitolio 74.500 millones de dólares adicionales para la guerra contra Irak. Parte de esos fondos iba a ser destinada a la lucha contra el terrorismo en los 48 países enrolados en la coalición. Entre ellos, Eslovenia. ¿Eslovenia? Su primer ministro, Anton Rop, estalló como pólvora: George W. Bush había confundido a su país con Eslovaquia. No era la primera vez: cuatro años antes, como gobernador de Texas, había recibido en su rancho de Crawford al canciller de Eslovenia; después dijo que había estado con el canciller de Eslovaquia. Hasta Silvio Berlusconi, supuestamente más familiarizado con ambos países por mera cercanía, presentó a Rop como el primer ministro de Eslovaquia en una conferencia de prensa realizada en diciembre de 2003 en Roma. En los actos oficiales de terceros no es raro que, a veces, se ejecute el himno nacional de uno en lugar del otro. (leer más)

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Es culpa del otro

La investigación sobre la indiferencia de Bush ante la amenaza terrorista revela un interés exagerado en invadir Irak Es culpa de Bush por haber desdeñado mis advertencias, dijo Richard Clarke, ex zar de la lucha antiterrorista de la Casa Blanca. Es culpa de un problema estructural que nos impidió unificar la información sobre los atentados, dijo la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. Es culpa del secretario de Justicia, John Ashcroft, por no haberme escuchado, dijo Thomas Pickard, ex director del FBI. Es culpa del gobierno de Clinton por haberse puesto una venda en los ojos frente al terrorismo, dijo, a su vez, Ashcroft. Es culpa de Ben Laden, pues. Soluciones mágicas no había, según Rice. Ni soluciones mágicas ni modo de evitar los atentados del 11 de septiembre de 2001. Bush, empero, era preso de una obsesión: “¿Crees que Irak haya sido el responsable de los ataques en Nueva York y en Washington?”, espetó. En la mirada sombría de Clarke, en el cargo desde el gobierno de Clinton, halló un gesto de reprobación. Estaban (leer más)

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Luz, cámara, provocación

La fuerza militar de EE.UU., la mayor desde los tiempos de Roma, no puede sola contra el otro poder: la opinión pública Como broche de las protestas populares en Europa contra la guerra inminente, en febrero de 2003, The New York Times concluyó que en el mundo había dos superpotencias: los Estados Unidos y la opinión pública. Desde Roma no existía una hegemonía militar como la norteamericana, cuyo presupuesto araña la mitad de los gastos en ese rubro de todo el planeta. Tampoco existía noción del impacto que podía tener el afán aparente de manipular información sensible en un momento delicado: el Partido Popular de Aznar pagó la cuenta más cara de su historia por haber atribuido en un principio los atentados en Madrid a ETA mientras, al mismo tiempo, Londres y Bruselas señalaban a Al-Qaeda. En la guerra contra Irak, los Estados Unidos rubricaron el nuevo orden mundial, concebido de apuro, por la voladura de las Torres Gemelas, sobre la base de una primacía sin ánimo imperialista: la fórmula toco y me voy, digamos, (leer más)

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Política

La dimensión desconocida

El terrorismo, fiscal de elecciones después de la masacre de Madrid, se ha adaptado con facilidad a la política occidental Después del 11 de septiembre, los neoconservadores de Bush ganaron las elecciones de medio término y, gracias a ello, lograron el control de ambas cámaras del Capitolio; habían transcurrido más de 13 meses desde los atentados. Después del 11 de marzo, los neoconservadores de Aznar perdieron hasta los estribos en las elecciones presidenciales y, gracias a ello, los socialistas, por medio de Zapatero, lograron el control de La Moncloa; habían transcurrido apenas 72 horas desde los atentados. Entre ambas tragedias transcurrieron 912 días. No 911, el número de teléfono para emergencias de todo tipo en los Estados Unidos y, también, el mes y el día de la voladura de las Torres Gemelas. Que, al igual que las vías del ferrocarril, tenían forma de 11. Entre ambas tragedias hubo, curiosamente, 11 atentados. Responsabilidad de Al-Qaeda, en su mayoría, desde que el 11 de abril de 2002, fecha tampoco casual, un coche bomba destruyó una sinagoga en (leer más)

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Taco y media suela

El retiro de las tropas de Irak responde a los deseos de los españoles, pero también responde a los del terrorismo Hubo un tiempo en el que había tiempo. Tiempo para asimilar nuevas realidades. Nuevos paradigmas, sobre todo. Como la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Desde entonces, o desde la disolución de la Unión Soviética, en 1991, transcurrió la llamada década boba. Hasta el 11 de septiembre de 2001, más allá de conflictos, guerras, violencia, corrupción, mentiras e injusticias, la premisa era la metáfora de Francis Yukuyama: el fin de la historia. Es decir, la expansión global de la democracia política y de la libertad económica. Había tiempo, en ese tiempo, para asimilar neologismos absurdos como limpiezas étnicas, bombardeos higiénicos y daños colaterales. No imperaba todavía una jihad, o una guerra santa, en la cual, dos guerras preventivas después de la voladura de las Torres Gemelas, el margen de maniobra frente al terrorismo iba a hacerse estrecho, cual callejón hacia el suburbio de la duda. Tan estrecho iba a (leer más)

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Política

Yo me bajo en Atocha

Antes de los atentados, la seguridad era el bien más caro y más perecedero del mundo; ahora, parece inalcanzable De tanto olfatear sin suerte armas químicas y biológicas en Irak nos olvidamos de otras, las convencionales, vilmente disimuladas en mochilas corrientes antes de detonar en las entrañas de trenes repletos de gente de a pie. Nos olvidamos de los arsenales nucleares que proliferan en países aliados, no enrolados en el eje del mal, cuyos líderes dan frecuentes palmadas en los hombros de George W. Bush. Y nos olvidamos de los secretos que el científico paquistaní Abdul Qadeer Khan, padre de la bomba atómica islámica, supo transmitir a gobiernos poco confiables, como Irán, Libia y Corea del Norte. Nos olvidamos del 11 de septiembre de 2001, como si el calendario se hubiera detenido sólo en los Estados Unidos por capricho de Bush. Nos olvidamos de los traumas del día después, empezando por el miedo y la inseguridad. Y nos olvidamos de la mayor amenaza del planeta, Saddam Hussein, por la cual, a falta de un Osama (leer más)

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Me duele si me quedo y me muero si me voy

En el gobierno norteamericano despertó tanta ilusión la intervención en Haití como un tratamiento de conducto. Frente al slogan demócrata ABB (Anybody But Bush, cualquiera menos Bush), otro desplazamiento de tropas, sin indicios de terrorismo ni de petróleo, lejos estaba de ser una prioridad. Era, más que todo, un compromiso ineludible por la cercanía geográfica frente a la incapacidad de Aristide de sofocar el caos hasta las elecciones de noviembre. De ahí, la elegante invitación de Powell: te vas o te matan. Au revoir, Aristide, por segunda vez en su historia, rumbo a un exilio menos dorado que Nueva York en los noventa. Pagó el precio de haber hecho trampa en las elecciones de 2000 con la moneda más corriente de las democracias latinoamericanas: la abrupta interrupción de los períodos presidenciales frente a la impotencia de instituciones débiles, como los congresos y los tribunales, para contener insurrecciones populares. En boca de otro ex, Sánchez de Lozada, el precio del neoparlamentarismo. Expresado, en la Argentina de De la Rúa, con las cacerolas batientes y, cual bis, (leer más)

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Política

El juego del rol

Con los papeles alterados a raíz de la guerra, Bush adoptó una posición opuesta a la de Chirac, que después cambió Detrás de Haití apareció Irak. O la resaca del choque de opiniones en el Consejo de Seguridad revalidada en una opción: ¿terciar o no terciar? El gobierno de Jacques Chirac, a diferencia de su alergia a la guerra contra Saddam Hussein, se apresuró a proponer el envío de una fuerza multinacional capaz de restablecer el orden; el gobierno de George W. Bush, a diferencia de su aliento a la guerra contra Saddam Hussein, se apresuró a dejar todo librado a un arreglo entre las partes en conflicto. Después recapacitó: convino en plasmar un plan de intervención con Francia, Canadá, las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos (OEA), de modo de no pecar de indiferente. Ya había redondeado el mensaje que ha transmitido a América latina y el Caribe desde que algunos virus domésticos, contagiosos en su mayoría, regeneraron patologías políticas, sociales y económicas: tomamos distancia. Sobre todo, si el país o (leer más)

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Política

Al mundo le falta un tornillo

El paradigma de la guerra, a diferencia de la amenaza soviética en la Guerra Fría, divide y descentraliza el poder real Uno, Bush, habla con tanta ligereza de la guerra como otro, Clinton, hablaba del ketchup, y otro, Kerry, habla con tanta ligereza de la globalización como uno, Reagan, hablaba de una de cowboys. El paradigma, eje de la carrera presidencial de los Estados Unidos, converge en una curva: la guerra. Una curva peligrosa en el camino de la globalización. O, en su momento, una irónica respuesta a la europea, extraña al tradicional idealismo norteamericano, al horror del 11 de septiembre, doblegando, y archivando, el papel unificador que ejerció la amenaza soviética durante la Guerra Fría. La amenaza soviética ha sido desplazada por la amenaza terrorista. Todos usan repelente contra ella, pero medio planeta, y me quedo corto, se pregunta si es peor el perro o la rabia. En la duda, sin más antibiótico que la rabia contra el perro, talla la diferencia. Uno, Bush, se ufana de ser el presidente de la guerra, por (leer más)

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Política

Que se casen primero y se enamoren después

Powell dejó en claro que en los conflictos en los que talla Washington prima, casi siempre, la misma fórmula de resolución Nada nuevo ha dicho el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, en su primer mensaje de 2004. En ello radica la novedad: en que, contrariamente a lo que suponían algunos ingenuos, la política exterior de George W. Bush no se moverá de su eje, el poder duro (versión Joseph Nye), en tanto, agotado el poder blando, o las tácticas frecuentes de persuasión, los otros no se avengan a adoptar la agenda de los Estados Unidos. Marcada, desde 2001, por una cita impostergable: la lucha contra el terrorismo. El imperio se resiste a ser imperialista, pero, a su vez, actúa como imperio. ¿Qué significa esto? Que ejerce la diplomacia con más astucia y fortaleza que en otros tiempos, dejando en claro de entrada su visión unipolar, pero, al mismo tiempo, no desacredita la visión multipolar de los otros. La deja ser hasta que, agotado el poder blando, o la paciencia quizás, alguno de sus escuderos, (leer más)

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Economía

Es la economía, muchachos

Países como Francia y Alemania han sido las principales fuentes de financiación de los enemigos de los Estados Unidos Es la economía, estúpido. ¿Volvió Bill Clinton? Calma, republicanos: George W. Bush no ha incurrido en el llamado haiku de George Stephanopoulos para la campaña demócrata de 1992, pero tampoco ha soslayado esa fórmula desde que empezaron los tironeos con la vieja Europa por el destino de Saddam Hussein: en el primer trimestre de 2003, los bancos franceses eran los principales prestamistas de Irak, Irán y Cuba, y los bancos alemanes eran, a su vez, los principales prestamistas de Corea del Norte, Libia y Siria. Ergo, de los enemigos de los Estados Unidos. Del eje del mal y compañía, en definitiva. De ahí, más allá de la discusión entablada en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por la legalidad de la guerra, la renuencia del gobierno norteamericano a convalidar los reparos de Jacques Chirac y de Gerhard Schrsder ante una amenaza que, como muchos, no creían urgente. Y de ahí, una vez capturado Saddam, (leer más)

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Política

El sabor del Encuentro

La ruptura del bipartidismo tradicional no data del referéndum del domingo, sino de los últimos comicios presidenciales En las democracias europeas, la derecha y la izquierda tienen identidades definidas, o perfiladas, desde la caída del Muro de Berlín. En ellas, la derecha libra las decisiones a la lógica de los factores de poder y rechaza las intervenciones estatales; la izquierda, a su vez, libra las decisiones a los reclamos de los actores sociales, rehusándose a aceptar la lógica de los factores de poder, y promueve, desde el Estado, la justicia y la igualdad. ¿En qué disienten la derecha y la izquierda frente a estos trazos (gruesos, desde luego)? En leyes migratorias, a veces; laborales, otras; impositivas, otras. ¿En qué más? Sobre todo, en el molde sobre el cual pretenden construir la Unión Europea, procurando una cuota de equilibrio social frente a la apertura de las economías. La discusión no pasa por la inclinación hacia un proyecto o el otro, sino por la búsqueda de ese equilibrio frente a un espectador, o un socio con participación (leer más)

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Política

Tengo la palabra fácil, pero el labio complicado

Los iraquíes, cada vez más desconfiados de las fuerzas de ocupación, esperan tener un presidente democrático fuerte Está todo bajo control, dijo George W. Bush a su regreso de Irak. ¿Hablaba en serio? En sus manos aún no habían caído las percepciones de los principales interesados. Es decir, de los eternos olvidados en las grandes decisiones: los iraquíes. Que en la primera encuesta seria de la posguerra, realizada por las universidades de Bagdad y de Dohuk bajo la supervisión de Oxford, declararon que desconfían de las tropas de ocupación (en especial, de las norteamericanas y de las británicas), que creen en sus líderes religiosos (sin que ello signifique predilección por un gobierno de ese tipo, sino por una democracia con un presidente fuerte), que están satisfechos con la caída de Saddam Hussein (y de su estatua) y que, a pesar de ello, aborrecen el método aplicado (los bombardeos indiscriminados). Frente a ello, Bush no reaccionó. Había cumplido con su parte en la jornada más cara a sus compatriotas, el Día de Acción de Gracias, estropeando (leer más)

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Nada personal

El mensaje no ha cambiado: si ustedes no se ayudan a sí mismos, poco y nada podemos hacer nosotros WASHINGTON.– La tempestad sacude un barco. En la cubierta va un muchacho que, por el impacto, pierde el equilibrio y cae al mar. No sabe nadar. Un marinero se arroja detrás de él. Lo rescata con mucho esfuerzo. Un rato después, en el camarote, el muchacho, aún no repuesto del shock, le dice al marinero: gracias por haberme salvado la vida. De nada, le responde el marinero, pero procure vivirla como algo digno de haber sido salvado. En ocasiones, América latina ha sido comparada con el muchacho del cuento de Paulo Coelho que no sabía nadar y que, gracias al marinero, logra salir a flote. En otras, América latina ha sido comparada con un barco sacudido por una tempestad. Y en otras, América latina ha sido comparada con la mismísima tempestad. ¿Qué es América latina, entonces? A los ojos de círculos gubernamentales y políticos de los Estados Unidos, no es el muchacho ni es el barco. (leer más)