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Política

Es culpa del otro

La investigación sobre la indiferencia de Bush ante la amenaza terrorista revela un interés exagerado en invadir Irak Es culpa de Bush por haber desdeñado mis advertencias, dijo Richard Clarke, ex zar de la lucha antiterrorista de la Casa Blanca. Es culpa de un problema estructural que nos impidió unificar la información sobre los atentados, dijo la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. Es culpa del secretario de Justicia, John Ashcroft, por no haberme escuchado, dijo Thomas Pickard, ex director del FBI. Es culpa del gobierno de Clinton por haberse puesto una venda en los ojos frente al terrorismo, dijo, a su vez, Ashcroft. Es culpa de Ben Laden, pues. Soluciones mágicas no había, según Rice. Ni soluciones mágicas ni modo de evitar los atentados del 11 de septiembre de 2001. Bush, empero, era preso de una obsesión: “¿Crees que Irak haya sido el responsable de los ataques en Nueva York y en Washington?”, espetó. En la mirada sombría de Clarke, en el cargo desde el gobierno de Clinton, halló un gesto de reprobación. Estaban (leer más)

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Política

Luz, cámara, provocación

La fuerza militar de EE.UU., la mayor desde los tiempos de Roma, no puede sola contra el otro poder: la opinión pública Como broche de las protestas populares en Europa contra la guerra inminente, en febrero de 2003, The New York Times concluyó que en el mundo había dos superpotencias: los Estados Unidos y la opinión pública. Desde Roma no existía una hegemonía militar como la norteamericana, cuyo presupuesto araña la mitad de los gastos en ese rubro de todo el planeta. Tampoco existía noción del impacto que podía tener el afán aparente de manipular información sensible en un momento delicado: el Partido Popular de Aznar pagó la cuenta más cara de su historia por haber atribuido en un principio los atentados en Madrid a ETA mientras, al mismo tiempo, Londres y Bruselas señalaban a Al-Qaeda. En la guerra contra Irak, los Estados Unidos rubricaron el nuevo orden mundial, concebido de apuro, por la voladura de las Torres Gemelas, sobre la base de una primacía sin ánimo imperialista: la fórmula toco y me voy, digamos, (leer más)

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Política

La dimensión desconocida

El terrorismo, fiscal de elecciones después de la masacre de Madrid, se ha adaptado con facilidad a la política occidental Después del 11 de septiembre, los neoconservadores de Bush ganaron las elecciones de medio término y, gracias a ello, lograron el control de ambas cámaras del Capitolio; habían transcurrido más de 13 meses desde los atentados. Después del 11 de marzo, los neoconservadores de Aznar perdieron hasta los estribos en las elecciones presidenciales y, gracias a ello, los socialistas, por medio de Zapatero, lograron el control de La Moncloa; habían transcurrido apenas 72 horas desde los atentados. Entre ambas tragedias transcurrieron 912 días. No 911, el número de teléfono para emergencias de todo tipo en los Estados Unidos y, también, el mes y el día de la voladura de las Torres Gemelas. Que, al igual que las vías del ferrocarril, tenían forma de 11. Entre ambas tragedias hubo, curiosamente, 11 atentados. Responsabilidad de Al-Qaeda, en su mayoría, desde que el 11 de abril de 2002, fecha tampoco casual, un coche bomba destruyó una sinagoga en (leer más)