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Castro se cobró una deuda con Fox, de modo de enviarle un mensaje a Bush frente a su inminente plan para desplazarlo
Iba a cobrarse una deuda; dos años y dos meses llevaba esperando la oportunidad. En su arenga del 1° de Mayo, Fidel Castro cargó contra los gobiernos de México, Perú y Chile por la condena a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los acusó de haber sido peones de los Estados Unidos en la votación del 15 de abril en Ginebra. Uno en particular, Vicente Fox, iba a acusar el golpe. En vísperas, sobre todo, del anuncio del plan de George W. Bush para acelerar la caída de su dictadura vitalicia y captar de ese modo el voto del exilio cubano de Florida en su carrera por la reelección.
Poco después, el canciller de Cuba, Felipe Pérez Roque, dijo que la actitud de Fox había sido irreflexiva: ordenó el retiro de su embajadora en La Habana, Roberta Lajous, y la expulsión de México del representante cubano, Jorge Bolaños, así como del consejero político de la embajada, Orlando Silva Fors, rompiendo de ese modo con más de un siglo de relaciones estables. Como irreflexiva había sido la actitud de Alejandro Toledo: dispuso el regreso a Lima de su embajador en la isla, Juan Alvarez Vita. E irreflexiva había sido, también, la actitud de Ricardo Lagos: ignoró los reproches.
El juego de Castro no ha variado: aprovecha los conflictos ajenos en beneficio propio. Los propicia, incluso. Desde marzo de 2002 tenía una cuenta pendiente con el anfitrión de la Conferencia de la ONU sobre el Financiamiento para el Desarrollo: Fox le había pedido que se marchara antes del final y que no atacara a los Estados Unidos con tal de no incomodar a Bush. De ahí, el latiguillo que selló el vínculo: “Comes y te vas”.
Del otro lado de la línea, en un diálogo que estaba siendo grabado sin aviso, Castro le respondió que sabía cómo comportarse. Partió de Monterrey antes del arribo de Bush.
Cuba estaba por ser reprendida en la ONU por su desprecio a los derechos humanos. Castro esperaba que, a cambio del gesto, México preservara el legado de no intervención que supo enarbolar el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en sus 71 años de unicato. Pero hubo un giro: de la abstención pasó a la condena por impulso del entonces canciller, Jorge Castañeda, enfrentado con el comunismo cubano desde que apareció su biografía del Che Guevara. El régimen sacó de la manga la voz grabada de Fox, poniéndolo en ridículo.
Dos años después, el legislador capitalino René Bajarano, ex secretario privado del alcalde de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, se presentó en un programa mañanero de televisión para salir al cruce de un video en el que el secretario comunal de Finanzas, Gustavo Ponce, recibía dinero de un empresario vinculado con la construcción, equipos de fútbol y un periódico, y apostaba a mano suelta en un casino de Las Vegas.
Le mostraron de pronto otro video en el cual él mismo embolsaba 45.000 dólares entregados por el empresario, como los congresistas peruanos que pasaron por el despacho de Vladimiro Montesinos, el monje negro de Alberto Fujimori, antes de que cayera su gobierno a causa de los llamados vladivideos, o Waldomiro Diniz, ex asesor del jefe de gabinete de Lula, José Dirceu, filmado mientras pedía coimas a un testaferro de juegos de azar para financiar la campaña del Partido de los Trabajadores (PT) en 2002.
Era un bono para Fox. O, en un país vedado de reelección, para el Partido Acción Nacional (PAN), de centro derecha. El escándalo apuntaba al corazón de López Obrador, candidato presidencial por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro izquierda; marchaba al tope de las precoces encuestas para las elecciones de 2006 frente a Castañeda y la primera dama, Marta Sahagún, acusada de usar recursos públicos para una organización caritativa privada.
En el medio estaba el empresario mexicano de origen argentino Carlos Ahumada, detenido el 30 de marzo en Cuba y deportado el 28 de abril a México. El régimen de Castro, precavido, filmó en el ínterin otro video, divulgado por Pérez Roque como respuesta a la ira de Fox, en el cual el detenido, acusado de fraude, aseguraba que había negociado con el gobierno de Fox la difusión de las imágenes que afectaban a López Obrador a cambio de protección legal.
La trama secreta desnudaba una burda maniobra con tal de desprestigiar a López Obrador de la cual, al parecer, participaron José Antonio Arbesú Fraga, jefe del Departamento de América del Comité Central del Partido Comunista Cubano, y Pedro Miguel Lobaina Jiménez de Castro, jefe de la sección México. Estuvieron seis días en México, desde el 3 de abril, durante los cuales se reunieron con políticos, no con autoridades gubernamentales, en compañía del consejero de la embajada Silva Fors, considerado ahora persona non grata.
Antes de arribar a La Habana, la embajadora Lajous temía que su gestión no terminara. Terminó, por el momento, con su jefe, el canciller Luis Ernesto Derbez, enfrentado con el régimen por injerencia en asuntos internos. No, en principio, por la reducción a cenizas de la política exterior mexicana a raíz del voto en Ginebra, como martilló Castro en su arenga del Día del Trabajo. Más graves pudieron ser las reuniones con disidentes que mantuvieron en 1999, durante un cónclave realizado en la isla, los ex cancilleres Rosario Green, mexicana, y Juan Gabriel Valdés, chileno, cuyos destinos vinieron a hacerlos coincidir como embajadores en Buenos Aires.
Fox pudo haber soslayado los dardos de Castro. Los calificó de inadmisibles, empero, colmado, quizá, por una cuenta pendiente que no estaba dispuesto a pagar. Cortó mano, cortó fierro, pues, ahondando las diferencias mientras Bush estaba por lanzar su plan para endurecer algo más que el embargo comercial, restringiendo viajes de familiares de cubanos a la isla y ayudando a los disidentes. En 1996, antes de su reelección, Bill Clinton también había apelado a ello, aplicando la ley Helms-Burton como correlato del derribo de dos avionetas de la organización humanitaria Hermanos al Rescate.
Pruebas del peso del voto de los cubanos exiliados en un momento crucial: el régimen ha quedado huérfano de la Unión Europea desde la represión interna del 18 de marzo de 2003. Si no fuera por Hugo Chávez y su petróleo subvencionado, Castro estaría aislado, dedujo el menor de los Bush, Jeb, gobernador de Florida.
En 2003, cuando mandó arrestar a 75 disidentes (entre ellos, 29 periodistas) y ejecutar a tres infelices que habían intentado escapar de la isla, Castro se valió del comienzo de la guerra contra Irak como pantalla capaz de desviar la atención internacional. Lo mismo sucedió ahora: armó el revuelo con México y resultó súbitamente beneficiado con el escándalo en Washington por las fotos de los prisioneros iraquíes maltratados por soldados norteamericanos.
Le atribuyen al militar Sun Tzu una máxima que data del siglo V antes de Cristo: “Si el general del ejército enemigo es obcecado y fácilmente encolerizable, insúltalo, muévelo en cólera; de esa manera, la irritación enturbiará su criterio y se lanzará sobre ti en forma irreflexiva y carente de plan”. Irreflexiva ha sido, precisamente, la palabra que empleó Pérez Roque para definir la reacción de Fox.
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