El doble mensaje de Washington

Biden excluye a Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Cumbre de las Américas, pero alivia las sanciones contra los regímenes de Díaz-Canel y Maduro




Biden: Washington, no tenemos un problema, sino 35
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El virtual boicot a la Cumbre de las Américas de México, Bolivia y los 15 gobiernos de la Comunidad del Caribe (Caricom) por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua no guarda relación con las concesiones del anfitrión, Joe Biden, a Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro.

Puro discurso para la tribuna doméstica de un lado y del otro del río Bravo con la amenaza de estropear el foro que reúne cada cuatro años a los jefes de Estado del continente desde 1994.

Washington no tiene un problema, como Houston, sino 35.

Biden excluyó de la lista de invitados a esos tres regímenes por no respetar los cánones democráticos y, punto esencial, por no formar parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Cuba, que nunca ha participado del foro, fue expulsada en 1962.

Venezuela y Nicaragua se retiraron en 2017 y 2022, respectivamente.

En vísperas del cónclave, que se hará del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, Biden relajó las sanciones contra Cuba. Restableció los vuelos comerciales más allá de La Habana, quitó el límite de 1.000 dólares por trimestre en el envío de remesas y reactivó el programa de reunificación familiar.

Un premio mientras el régimen de Díaz-Canel estrena un Código Penal que restringe aún más las libertades y, como los de Maduro y Daniel Ortega, ignora las denuncias de violaciones de los derechos humanos.

En marzo, mientras Estados Unidos le imponía sanciones a Rusia, enviados de Biden se reunieron con Maduro con la premisa de aumentar la producción petrolera

Biden rebajó en forma paralela las sanciones contra Venezuela, particularmente en el sector petrolero. Una desgracia con suerte para Maduro y otros regímenes poco fiables, como Irán: la guerra de Ucrania y el consecuente aumento del crudo.

La autorización a la petrolera norteamericana Chevron para negociar actividades limitadas en Venezuela pretende respaldar la reanudación del diálogo entre el gobierno de ese país y la oposición, estancadas en Ciudad de México.

En marzo, mientras Estados Unidos le imponía sanciones a Rusia, enviados de Biden se reunieron con Maduro, aliado de Vladimir Putin, con la premisa de aumentar la producción petrolera.

En respuesta, Maduro liberó a dos presos norteamericanos: Gustavo Cárdenas, ejecutivo de la sucursal norteamericana de la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, detenido desde 2017, y Jorge Alberto Fernández, turista cubanoamericano acusado de terrorismo por llevar un dron a Venezuela en febrero de 2021.

La decisión de Biden, lejos de un restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela, apunta a ablandar la política de mano dura impuesta por su antecesor, Donald Trump

La rígida postura de los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador, y de Bolivia, Luis Arce, contrasta con las de sus pares de Argentina, Alberto Fernández; de Chile, Gabriel Boric, y de Honduras, Xiomara Castro, partidarios de la inclusión de los tres regímenes amonestados sin poner en duda su participación.

Que vamos, pero bajo protesta, procuran decir, de modo de trazar una tercera vía entre la decisión de Washington y la de los mandatarios aparentemente cercanos al restablecimiento del diálogo con los regímenes en capilla.  

La decisión de Biden, lejos de un restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela, apunta a ablandar la política de mano dura impuesta por su antecesor, Donald Trump, más allá de que Estados Unidos siga reconociendo como presidente legítimo a Juan Guaidó.

Una decisión guiada por la política interna: la presencia de autoridades de Cuba, Venezuela y Nicaragua en la novena edición de la Cumbre de las Américas enturbiaría los planes de los demócratas para las elecciones de medio término de noviembre, vitales para conservar la mayoría en el Congreso.

Otro deshielo, el de la política migratoria dictada por Trump, sazona el discurso de los republicanos como una señal de debilidad de Biden y los suyos.

El dilema de uno y de los otros pasa por contentar a la tribuna casera, no por las diásporas y ni las otras tragedias.

Jorge Elías

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