El viejo y el mal
En la resistencia contra una eventual invasión norteamericana, halló el régimen una forma de mantenerse sin su líder En algún momento iba a ocurrir. La duda no iba a ser qué, ni quién, ni cuándo, ni cómo, ni por qué, ni para qué. La duda iba a ser dónde. ¿Dónde está Fidel Castro? Una duda provocó, también, el deshielo de la Guerra Fría tras la caída del Muro de Berlín: ¿dónde está la izquierda? La duda era planteada en inglés: what’s left? Tenía dos acepciones: ¿qué es izquierda?, por un lado; ¿qué queda?, por el otro. En síntesis, ¿qué queda de la izquierda? Esa duda, trasladada a Cuba, halla su propia traducción: ¿qué queda de Fidel Castro, más allá de su suerte, después de Fidel Castro? Queda la duda, precisamente. Sobre todo, después de 47 años de asociación libre entre un hombre que no tiene repuesto, Castro, y un hecho que tampoco tiene repuesto, la revolución. Castro y la revolución trascendieron la isla con mayor ímpetu que los balseros que, una vez consumado el derrocamiento (leer más)