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Política

Políticamente incorrecto

ASUNCIÓN.– Fue Peter Romero, cabeza de América latina en el Departamento de Estado, quien definió con mayor crudeza, y certeza, el dilema del Paraguay: comparó al Estado con un buque y al gobierno con un capitán. Y dijo, sin rodeos, que el mejor capitán no puede con el peor buque. Ergo, el mejor gobierno no puede con el peor Estado. Estado que acusó otro golpe, por más que no haya acertado en el mentón, en medio del acoso al que se ve sometido el gobierno de Luis González Macchi por un fantasma como Lino Oviedo que, desde las sombras, mueve a su antojo los hilos del país. Al extremo de llevarlo al borde del caos, como sucedió ahora, entre gallos y medianoche, con un cañonazo perdido que provocó más daños colaterales que un misil teledirigido. No dio en cualquier edificio, sino en el Congreso. Símbolo de un sistema. Del mejor que supimos conseguir. Vapuleado en el Paraguay con rumores frecuentes de golpes y otras desgracias. El gobierno, de hecho, sabía que algo iba a pasar. (leer más)

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Política

Motines a bordo

Resistencia al cambio siempre hubo. Resistencia y miedo. Que llevaron a Octavio Paz, por ejemplo, a escribir: «Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo». Del miedo al cambio. Sobre todo, en momentos en que no se ve, ni se vislumbra, la luz al final del túnel. Como ahora, tal vez. Destello de ello ha sido la derrota en las elecciones regionales italianas de Massimo D’Alema (en retirada después de haber sido el primer comunista converso que llegó al gobierno) frente al ultraderechista Silvio Berlusconi. Un outsider (forastero de la política), millonario y políticamente incorrecto como Ross Perot, que, a diferencia del norteamericano, supo obtener millones de votos gracias a la decepción de la gente con la partidocracia. Sinónimo de los aparatos que manejan los partidos tradicionales. En Italia, sin embargo, primó más el efecto arrastre de la onda conservadora que surca Europa (es decir, la resistencia al cambio) que una mala gestión de D’Alema. Onda conservadora, o revolución, que comenzó con la victoria en cadena (leer más)

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Política

Belleza latinoamericana

Detrás de toda sombra de sospecha suelen alumbrar rayos de certeza. Indiscretos, tal vez, pero rayos de certeza al fin. Como las mañas y las artimañas de las cuales procuró valerse Alberto Fujimori con tal de hacer en el Perú lo que Carlos Menem no pudo en la Argentina: ser reelegido después de haber sido reelegido. Ser eterno en el poder, en definitiva. Vicio latinoamericano, acaso copiosa herencia de los mandatos vitalicios de caudillos de la talla de Juan Manuel de Rosas y de Porfirio Díaz, del cual parece que no pueden despojarse algunos presidentes democráticos. Tan democráticos que se resisten a recoger mansamente el consejo de los años (de los 10 que Fujimori lleva en el cargo, por ejemplo) y a renunciar graciosamente a las cosas de la juventud, como postula Desiderata. Pieza más compleja que las obras completas de Sócrates, por cierto. La obsesión de Fujimori, madre del desmadre, chocó con la sombra de una sospecha a gritos: el fraude. Que no alumbró, cual rayo, en las elecciones del domingo, sino en las (leer más)

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Política

Perdona nuestros pecados

Libre de toda especulación política, Juan Pablo II ha demostrado dos virtudes divinas: perdonó y pidió perdón. Perdonó de inmediato a Mehmet Ali Agca, el turco que intentó matarlo el 13 de mayo de 1981, y, a su vez, pidió perdón, hace una semana, por los errores, las omisiones y las injusticias que cometió la Iglesia en sus 2000 años de historia. Mucha responsabilidad para un solo hombre, cual cruz, por más que esté un paso más allá de los poderes terrenales. Un paso más acá, sin embargo, su actitud no deja de ser la respuesta a una demanda frecuente de gente de toda laya: la sinceridad, cual correlato de la honestidad. De los políticos, en especial.          Sinceridad que, con menor tenor y aún menor énfasis, salvó de la catástrofe a Bill Clinton después de los siete meses de 1998, los primeros, en los cuales negó sistemáticamente la relación (impropia, según él) que mantuvo con Monica Lewinsky mientras era becaria de la Casa Blanca. La admisión de la verdad, más por necesidad que por (leer más)

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Sociedad

Devuélvase al remitente

Que Pinochet haya vuelto, o sido devuelto, a Santiago no significa necesariamente una victoria de la que pueda ufanarse a bastón suelto. Es, quizá, la forma más elegante que encontró el gobierno británico, en aprietos desde que recibió el pedido de extradición de la justicia española, de deshacerse de él. O, tal vez, el broche de un acuerdo político cuyas primeras hilachas comenzaron a vislumbrarse en vísperas de las elecciones presidenciales en las que, después de una primera vuelta reñida, Ricardo Lagos, socialista enrolado en la Concertación, coronó la continuidad que rige en Chile desde el final de la dictadura. El triunfo de Lagos, aunque no sea democristiano como Eduardo Frei y Patricio Alwyn, fue como una figurita repetida en los últimos 10 años frente a un candidato por la derecha, Joaquín Lavín, que renunció a mitad de camino a la causa Pinochet por considerarla perdida. No era negocio, al parecer, insistir con el prócer de otra generación. Situación que, como sucedió desde que Pinochet quedó detenido en Londres, el 16 de octubre de 1998, (leer más)

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Política

Como turco en la neblina

Desde que el primer mundo es primer mundo, o desde que el tercero es tercero en discordia, un extranjero pobre no es más que un inmigrante y un extranjero rico no es menos que un turista. Diferencia dolorosa, o maldita discriminación, que el periodista Günter Wallraff padeció en su propio país, la entonces República Federal de Alemania, durante los dos años y monedas que invirtió en hacerse pasar por turco. Quería comprobar si la xenofobia era cierta. Lo comprobó con creces. Tan cierta era que, en verdad, las pasó negras. Como la peluca, el bigote, los lentes de contacto y el maquillaje que usaba de disfraz. Desgraciados los pueblos que necesitan héroes, escribió Bertold Bretch. Pues, Wallraff se convirtió en algo por el estilo, casi en Robin Hood, por reflejar en el libro Cabeza de Turco, best-seller inmediato, el trato desparejo e infame que le deparó la identidad que tomó prestada de un amigo de esa nacionalidad, así como algunas de sus actitudes, entre marzo de 1983 y octubre de 1985. Era Levent Sinirlioglu, o (leer más)

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Política

Cartón lleno

Moderación y valor gobiernan el Cono Sur. En especial, después de la ajustadísima victoria de Ricardo Lagos en Chile. Un socialista remozado. Quizá más afecto a la tercera vía que promueven Bill Clinton y Tony Blair que sus inminentes pares de la Argentina, Fernando de la Rúa, y de Uruguay, Jorge Batlle. Quizá más a la izquierda que sus antecesores Eduardo Frei y Patricio Aylwin, democristianos. Quizá menos a la derecha que su rival, Joaquín Lavín, bendecido por Pinochet. Quizás en el mismo centro en el que confluye la mayoría de los presidentes de América latina, menos Fidel Castro, por razones prácticas, no necesariamente ideológicas. La moderación de Lagos, no exenta de valor, está en sintonía con los perfiles de De la Rúa y de Battle. Cual respuesta, más que todo, a una demanda coincidente en los tres países: la defensa de la sociedad establecida, aunque imperfecta e injusta, de modo de evitar audacias, o vueltas de tuerca, que puedan alterar las reglas de juego. Eso no dice; eso no se hace; eso no se (leer más)

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Política

1 + 1 = 3

Con premeditación y alevosía, el bug (bicho) del milenio metió la cola en las computadoras del  Perú. E hizo estragos: alteró, acaso definitivamente, las matemáticas convencionales. Tanto que desde el lunes 27 de diciembre, fecha clave no sólo por haber sido la víspera del último Día de los Inocentes en los años que empezaban con 19, uno más uno ha dejado de ser dos. Es, ahora, tres. Ni la tecnología japonesa, a la cual recurre habitualmente Alberto Fujimori en honor a sus mayores, ha podido evitar el llamado efecto Y2K. Capaz de sumir a los peruanos, chip to chip, en el insondable túnel del tiempo. Y de tratar de convencerlos de que su presidente no transita por el segundo mandato de cinco años, tope que establece la Constitución cuya reforma impulsó él mismo en 1993, sino por el primero. Lógica menemista, convengamos. Es decir, 2000 menos 1990 no es diez, sino cinco. Lo cual confirma que Winston Smith, el sufrido protagonista de la novela 1984, de George Orwell, no era más que un ignorante por (leer más)

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Política

El club de la pelea

En su momento, poco antes del traspaso del poder en la Argentina, Hugo Chávez evaluó el pedido de un amigo, Carlos Menem: que le concediera asilo político a Lino Oviedo, de formación militar como él, de deformación golpista como él, de cuna humilde como él, de horizontes amplios como él. Sin límites, siempre en la cornisa, como él. Muchos rasgos en común. Demasiados. Sobre todo, para un presidente de lengua filosa y léxico necrofílico que estaba embarcado hasta el cuello en una empresa tan delicada como echar la última palada sobre las tumbas de los partidos tradicionales, la Acción Democrática, socialdemócrata, y el Copei, socialcristiano. Son las víctimas, ahora, del monstruo que ellos mismos crearon, al estilo Frankenstein, con cuatro décadas de desgobierno y de corrupción. De ahí que Chávez, pendiente de la reforma constitucional que coronó el miércoles con su victoria abrumadora en un referéndum en el que participó menos de la mitad de la gente, no podía hacerse cargo de un par en desgracia, prófugo de la justica de su país, con el (leer más)

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Política

Dicen que estoy aburrido

O los votantes latinoamericanos están cansados y confundidos, como barrunta Jorge Castañeda, politólogo mexicano. O están desencantados con las políticas neoliberales de los últimos años, como convienen sus colegas James Petras, norteamericano, y Morris Morley, australiano. O, por qué disimularlo, están decididamente aburridos. Lo demostraron las elecciones recientes de la Argentina, México (las primarias del Partido Revolucionario Institucional) y Uruguay (en especial, la segunda vuelta). Quedará más marcado hoy en las presidenciales de Chile, en donde el síndrome Pinochet está vivo y enterrado, y en el plebiscito del miércoles por medio del cual Hugo Chávez pretende legitimar el comienzo de una era nueva (¿acaso imperial?) en Venezuela. La apatía no es mala. Debería ser la consecuencia normal de las sucesivas elecciones que hubo en la región desde el final de las dictaduras menos una, Cuba, aunque haya habido gobiernos democráticos, y los hay, con rasgos autoritarios, caso Alberto Fujimori en Perú. Pero existe en forma paralela un notable desgano entre la gente que Castañeda asocia con la falta de respuesta a las expectativas que han (leer más)

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Política

Crisis de identidad

CIUDAD DE MEXICO.– Diez años después, el filósofo Steven Lukacs podría insistir con una pregunta: «What’s left?». Y, se aceptan apuestas, obtendría hoy respuestas tan dispares como el tamaño de los escombros que deparó el 9 de noviembre de 1989 la caída del Muro de Berlín. Es una pregunta con trampa. Con dos significados. «¿Qué queda?», uno de ellos. «¿Qué es izquierda?», el otro. Tiene doble intención, convengamos. Diez años después, sin embargo, doble sigue siendo la visión del mundo en los polos de poder, por más que sólo China, entre los grandes, pueda seguir llamándose a sí misma comunista a pesar de las reformas de tono capitalista que introdujo en su Constitución. Diez años después, de hecho, europeos y norteamericanos coinciden en encasillar políticos en izquierdas y derechas, superadas, en realidad, por las muertes súbitas de la  Guerra Fría y del imperio soviético como consecuencia del derrumbe del Muro. Será que la globalización tiende a simplificarlo todo. Pero simplifica tanto, a veces, que Fernando de la Rúa, más conservador que otra cosa, se ha (leer más)

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Cambio de hábitos

Pocas veces titubea Madeleine Albright, la secretaria de Estado norteamericana. En la tarde del 15 de agosto de 1997, a eso de las cinco, no tuvo más remedio. En sus mejillas se había acentuado el rubor. No por el verano de Washington, habitualmente impiadoso, ni por exceso de maquillaje. “¿Estamos seguros de que la traducción es la correcta?”, inquirió. La intérprete, conteniendo la risa, asintió. Jesús Esquivel, mexicano, periodista de la agencia Notimex, le había preguntado al canciller Guido Di Tella si la designación de la Argentina como aliada extra-NATO de los Estados Unidos iba a incrementar las relaciones carnales entre ambos países. “Relaciones carnales”, dijo. La sala de conferencias del Departamento de Estado estalló en carcajadas. Todos, menos Albright, parecían conocer la frase. “Ahora tenemos formas más técnicas de definir nuestras relaciones”, repuso Di Tella, el autor de la ocurrencia que terminó en marca registrada. A Albright le susurró al oído: “Después le explico”. Ella entendió de qué se trataba y, abanicándose con la mano, concluyó: “Es un día caluroso de agosto”. Aún no (leer más)

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Fallos y fallas

SANTIAGO, Chile.– Justicia lenta no es justicia, dicen. Peor aún si es tardía. Pero, a veces, por más tardía que sea no deja de ser oportuna. O, al menos, reparadora de heridas que el tiempo no  logra cicatrizar. Es la contradicción Pinochet. Una prueba piloto a dos voces en favor de los derechos humanos y, a la vez, en desmedro de las soberanías nacionales. Algo parecido ha sido Kosovo, en donde la alianza atlántica (OTAN) intervino sin permiso en defensa de la minoría acosada por los arrebatos nacionalistas de Slobodan Milosevic. También pudo ser Timor Oriental desde el momento en que Indonesia no respetó la independencia que votó su gente. Y puede ser Pakistán, con el arsenal nuclear que ha quedado bajo la cama de un general golpista de intenciones más integristas que íntegras, o Colombia, carcomida por el caos de guerrilla, narcotráfico y paramilitares. De temer todo. O acaso el temor sea consecuencia de una nueva concepción del rompecabezas mundial apenas una década después de la caída del Muro. Sólo queda un saldo: los (leer más)

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Cortocircuitos globales

Y, de pronto, como otra reencarnación de Hitler, aparece un tal Joerg Haider. Y el mundo, descorazonado, estalla en mil rechazos. Y busca los motivos por los cuales un filonazi, o nazi a secas, gana tanto con tan poco en las elecciones legislativas de Austria. Y concluye que su discurso contra la inmigración, presunta causa del desempleo en Europa, rinde más que la prédica de los partidos tradicionales. Y dale que va. No reparó en un pequeño detalle: Haider, ahora detonante de la amenaza de ruptura de las relaciones de Israel con Austria, apeló en su campaña a dilemas tan concretos como el aburrimiento que provoca el sistema, el nepotismo de los políticos, la falta de certeza sobre el beneficio que reportará a su país la adopción del euro como moneda común de la Unión Europea, y la necesidad de reducir la burocracia estatal y los impuestos. Renovó el nacionalismo. O el nacionalsocialismo, si se quiere, con el antisemitismo implícito como valor agregado. Es la misma retórica que emplearon en su momento otras derechas extremas, (leer más)

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Resignación y valor

Fidel Castro irá dentro de poco a Anillaco, según Carlos Menem. Supongamos que un juez norteamericano, por instancias de los representantes de origen cubano del Capitolio, Ileana Ros-Lethinen y Lincoln Díaz-Ballart, exiliados desde pequeños en Florida, pide su detención en la Argentina y su extradición a Washington por violación de los derechos humanos. ¿Cómo reaccionaríamos? Saddam Hussein, según Hugo Chávez, estará el año próximo en la cumbre petrolera que se hará en Caracas. Supongamos que un juez de cualquier país desarrollado pide su detención en Venezuela y su extradición a la ciudad que sea por idéntico motivo o por cosas peores. ¿Cómo reaccionaríamos? Un ex presidente argentino o uno en ejercicio, no necesariamente de facto, puede viajar en cualquier momento a Europa, por ejemplo. Supongamos que un juez francés pide su detención en España y su extradición a París por los crímenes del Proceso que han sido descafeinados por las leyes de obediencia debida y de punto final. Por complicidad, digamos. ¿Cómo reaccionaríamos? Seguramente, la pasión política, el ansia de revancha o el hambre (ya (leer más)