
Getting your Trinity Audio player ready...
|
Para tiempos de monarcas con matrícula democrática, Nicolás Maquiavelo dejó escrito: “El príncipe de nuestros días debe predicar la paz y la lealtad, pero por dentro debe ser enemigo de una y de la otra”. Con fingida mano de seda, el hombre más poderoso del mundo siguió ese consejo. Le entregó una novedosa llave dorada de la Casa Blanca al hombre más rico del mundo. Un desenlace histórico y envenenado resultó ser el despido del empleado especial más fulgurante del gobierno de Estados Unidos. La luna, o Marte, les dijo que había llegado el final después de más de 130 días de armoniosa convivencia.
El adiós, con un discurso de Donald Trump cargado de elogios, desató mil demonios en Elon Musk. Minutos antes, sin necesidad de cobrar viáticos en su afán de podar gastos federales desde el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), Musk volaba en sus aviones, pernoctaba en sus residencias y se relacionaba con sus hijos. La piedra de toque fue el Proyecto de Ley Grande y Hermoso (One Big, Beautiful Bill Act) que Trump había enviado al Congreso. Podía ser grande o hermoso, pero no ambas cosas a la vez. Era, según el dueño de Tesla y Space X, “una abominación repugnante”. Textuales palabras.
El duelo de titanes llevó a Trump a reprocharle a Musk las subvenciones y los contratos gubernamentales de sus empresas. Cortarlos podía ser “una forma fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto”. Musk le recordó que sin su ayuda hubiera perdido las elecciones. La riña entre ególatras, con tono adolescente y alto voltaje político, desnudó la trama casi siempre oculta de las relaciones de poder: el aporte a la campaña, la prédica ciega de una visión sesgada y, finalmente, el desengaño. Un festín para los demócratas, huérfanos de liderazgo, y un desafío para los republicanos, muchos de los cuales le deben más a Musk que a Trump.
El llamado bromance (combinación de brother, hermano, y romance) terminó peor que un divorcio a gritos
Cada uno cabalgó sobre los teclados de sus respectivas plataformas. Mientras Musk atacaba desde la red X, Trump respondía desde Truth Social. El presunto vínculo entre Trump y el pedófilo Jeffrey Epstein, multimillonario que en 2019 se ahorcó en una cárcel federal de Nueva York, obtuvo como respuesta una sugerencia de Steve Bannon, jefe de estrategia de Trump durante su primer mandato: que Musk sea investigado por consumo de drogas y que sea revisado su estatus migratorio por haber nacido en Sudáfrica. El llamado bromance (combinación de brother, hermano, y romance) terminó peor que un divorcio a gritos.
Poco antes del final, Musk había tildado de “imbécil” a Peter Navarro, el principal asesor comercial de la Casa Blanca. Trump, en respuesta a sus pocas pulgas, retiró la nominación para dirigir la NASA de otro multimillonario, Jared Isaacman, recomendado por Musk. La ira de Musk, centrada en última instancia en el proyecto de ley fiscal, tuvo tono de amenaza: “En noviembre de 2026 despediremos a todos los políticos que traicionaron al pueblo norteamericano”. En las elecciones de medio término, prometió, competirá el Partido de América, como deslizó que se llamará su nueva fuerza política.
En política, ninguna amistad es duradera. Esta guerra entre ególatras tiene otro componente: de prosperar el proyecto de ley fiscal, Musk teme que sean eliminados los créditos para vehículos eléctricos. El causante de cierres de agencias gubernamentales y de miles de despidos de empleados federales, antes donante de los demócratas, acusó el golpe y puso en un aprieto a los legisladores republicanos que respaldó en sus campañas. Final abierto para una extraña pareja de provocadores unida por los negocios, no por la paz, la lealtad u otras peroratas maquiavélicas.
https://fmdelta903.com/programas/lamaquina/58695-jorge-elias-donald-trump-pidio-practicamente-la-deportacion-de-elon-musk
https://www.youtube.com/watch?v=9uwe8jiXcEM