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Si toda crisis entraña una oportunidad, el Viejo Continente tiene la suya preservando sus instituciones, como señala Jorge Argüello en su libro “Diálogos sobre Europa”
Poca gente votó en las elecciones europeas de 2014. La apatía, signo del malestar por la crisis, provocó un vuelco hacia los partidos extremistas de derecha y de izquierda, así como hacia los euroescépticos. ¿Era el fin? Era el comienzo de una nueva era, capitalizada por la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), de Alexis Tsipras, en las legislativas griegas de 2015. “Una amplia mayoría de los europeos que se tomó el trabajo de acudir a las urnas avaló las instituciones de la UE y dio su respaldo político a las fuerzas conservadoras y socialdemócratas que forjaron y que siguen sosteniendo la experiencia histórica de integración europea”, concluye Jorge Argüello en su libro “Diálogos sobre Europa”.
No es poco. Se trata de una visión optimista, más allá de los pesares de los europeos, frente a los reclamos de los aganaktismeni (indignados griegos), cuyo correlato en España son aquellos que, enconados con el bipartidismo, se inclinaron en 2014 por Podemos, liderado por Pablo Iglesias. En ese fenómeno, así como en Syriza, pone el acento Argüello con la premisa de reflejar las voces de los protagonistas y de los testigos del cambio, como el primer ministro griego Tsipras, el ex presidente español Felipe González, el ex primer ministro italiano Romano Prodi y el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, entre otros.
Argüello, embajador en Portugal y Cabo Verde después de haberlo sido en los Estados Unidos y de haber sido el representante permanente de Argentina en la ONU, se plantea: “La pregunta es, otra vez, cómo se podrá alcanzar un nuevo equilibrio de poder en la ‘casa común’ europea si no se reequilibran, a su vez, los beneficios del proceso de integración. Y esto lleva a otro cuestionamiento: ¿cuál es la autoridad y cuál el plan que llevará a las economías de la periferia europea –ayer inducidas a endeudarse y a consumir mientras el Norte producía y prestaba– a recuperarse productivamente y dejar de ser los ‘kelpers’ de esta Unión Europea?”.
Menudo dilema. Quedó planteado en la presentación del libro por el autor, el economista Aldo Ferrer, prologuista y entrevistado; mi colega Pedro Brieger, y un servidor. “La crisis evidenció que el mercado no es un infalible tomador de decisiones –reflexiona Argüello–. Entonces, la discusión sobre cesión de soberanía ya no puede reducirse a qué decisiones deben dejar de ser nacionales para ser comunitarias. Ahora se trata de crear mecanismos alternativos más equilibrados y democráticos que reemplacen a los que acaban de fracasar y clarifiquen ‘quién’ y ‘cómo’ tomará las decisiones en nombre del conjunto”.
América latina y otras regiones muchas veces intentaron imitar a un continente que, a partir de la difícil fusión del acero y el carbón en la posguerra, logró amalgamar seis voluntades (Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos) y sumar otras, hasta llegar a 28, para prevenir la metástasis de nacionalismo, detonante de las vergonzosas contiendas bélicas del siglo XX. El compendio de éxitos y fracasos de Europa, a los ojos de Argüello como observador latinoamericano, puede ser un ejemplo, no un modelo. Con su libro, publicado por Capital Intelectual, prepara, apunta y dispara el debate. Parabién.
Estimado Jorge:podria publicarlo en mi Revista Diplomáticacon tu foto’? Gracias y un abrazo Schelotto
Seguro. Un abrazo, Jorge
Muy buena nota
Gracias
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