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En una sola semana, tras el comienzo del verano boreal, el calor agobiante hizo de las suyas. En el hach, peregrinación anual a La Meca, murieron 1.300 personas, según las autoridades de Arabia Saudita. Caminaron sin protección bajo un sol abrasador. La temperatura rondó los 52 grados. No se trata de una ficción como la que describe Kim Stanley Robinson en su novela El Ministerio del Futuro, recomendada por Barack Obama, sino de una realidad que se cobró decenas de muertos en Delhi, India, foco de la trama, y otros tantos en Grecia. Tiene razón y razones la activista sueca Greta Thunberg para poner el grito en el cielo y bajarlo a tierra.
El récord de temperaturas catastróficas lejos está de ser una conspiración política, más allá de que, en general, no figura al tope en las campañas electorales. El calentamiento global, según los científicos, se debe a la mano del hombre. En Estados Unidos, también azotado por inundaciones e incendios forestales, y en México, donde la tormenta tropical Alberto dañó 86 escuelas, el calentamiento global contribuyó a la ola de calor, según World Weather Attribution, organización internacional de científicos del clima, después de las altas temperaturas registradas en América Central. Solo en México murieron 125 personas por esa causa.
Cuando era precandidato a diputado nacional, en 2021, Javier Milei negó en forma categórica la influencia humana en el cambio climático: “El calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo”, afirmó durante una entrevista con un youtuber. Dos años después, antes de asumir la presidencia de Argentina, insistió en su lectura sesgada: “Todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas y lo único que buscan es recaudar fondos para financiar vagos socialistas que escriben papers de cuarta”. Nada que envidiarle a Donald Trump con eso de llamar “engaño” a aquello que, pruebas al canto, padece el planeta.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero “son las más altas en los últimos tres millones de años”
“En todo el mundo, las olas de calor son cada vez más frecuentes, largas y ardientes a medida que aumentan los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera debido a la quema de combustibles fósiles para producir energía”, concluye The Washington Post en un meduloso artículo sobre el asunto, antes relegado a conversaciones informales y tediosas de ascensor. El desierto de Sonora, en México, batió el récord de temperatura: 51 grados. Otro tanto ocurrió en Guatemala y Honduras, así como en Ciudad de México, Las Vegas, Phoenix y el Valle de la Muerte, en California.
Ilustra el Post: “El hecho de que gran parte del calor de esta semana se haya desarrollado después de la disipación del patrón climático de El Niño, que normalmente aumenta las temperaturas globales, muestra cómo la contaminación por gases de efecto invernadero ha empujado al planeta hacia un territorio nuevo y aterrador, dicen los investigadores. Los científicos esperaban que este verano boreal fuera algo más frío que el de 2023, el más caluroso en el hemisferio norte en al menos 2.000 años”.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero “son las más altas en los últimos tres millones de años”. La creciente demanda de aire acondicionado paralizó las redes eléctricas en Albania y Kuwait. Las muertes por altas temperaturas han crecido en dos décadas un 140 % en América Latina y un 30 % en Europa, antes jaqueada por la sequía. A ello se suman los incendios forestales: se han duplicado en dos décadas, dice un estudio de Calum Cunningham, investigador postdoctoral en la Universidad de Tasmania en Australia, publicado por la revista Nature Ecology & Evolution.
Señales del daño ocasionado, más allá del negacionismo de algunos líderes. “No estoy segura de qué es más difícil: la angustia de soportar un cambio realizado en contra de tu voluntad y sin tu consentimiento, que es la base de toda pérdida, o la agitación interna de tener que hacer un cambio necesario tú misma, rompiendo el impulso de los patrones, impulsada por la fuerza motriz de toda una vida, que a su vez supone la pérdida de una forma familiar de ser, el abandono de un yo habitual”, escribió la activista ambiental Terry Tempest Williams en su ensayo Refuge (Refugio). Describía solo la aridez de Utah, Estados Unidos, en los lejanos años ochenta.
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https://reporteasia.com/opinion/2024/06/26/temperatura-en-ascenso/