Sociedad

La peste con otro nombre

Lo había advertido en enero de 2021 el Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil de España: cada vez habrá más pandemias y alguna podría ser “devastadora”. La peste cambia de nombre, no de fisonomía. Que se llame variante Delta u Ómicron, de modo de no confundir las letras que correspondían, Nu con new (nuevo, en inglés) por su parecido fonético y Xi con el apellido del presidente de China, Xi Jinping, usual en su país, no modifica nada. El alfabeto griego sirve para no estigmatizar al presunto país de origen. En este caso, Sudáfrica. Una forma de evitar afrentas como la de Donald Trump con su latiguillo sobre el “virus de China”. Cuando surge una nueva variante, el mundo vive una suerte de déjà vu. Un mundo signado por la desigualdad que, frente al peligro, cierra fronteras como si tratara de tapiar un campo. La peste con otro nombre, sin ánimo de «ofender a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico», revela los límites de la Organización Mundial de la (leer más)

Sociedad

Bla, bla, bla

La crisis sanitaria eclipsó la emergencia climática en 2020. Comprensible. Hasta cierto punto. Un año después, con repetición de incendios, sequías, inundaciones, huracanes y olas de calor sin precedente, la cumbre mundial sobre el cambio climático COP26 o Conferencia de las Partes arroja un resultado provisional magro. “Bla, bla, bla”, a los ojos de la activista sueca Greta Thunberg. Dos contradicciones. La primera: en un par de días aterrizaron en Glasgow, Escocia, unos 400 aviones. Dejaron una huella de 13.000 toneladas de dióxido de carbono entre desplazamientos aéreos y terrestres. La segunda: los faltazos del país más contaminante del planeta, China, y de Rusia. El grito de Greta, “bla, bla, bla”, anticipa el fracaso de dos semanas de sesiones, entre el 31 de octubre y 12 de noviembre, a cinco años y once meses de la firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático. La ONU consiguió el 12 de diciembre de 2015 el compromiso de 195 naciones para detener el aumento de la temperatura mundial merced a la eliminación progresiva de los gases (leer más)

Política

La uberización de la política

MADRID – En perspectiva, como dice la canción For What It’s Worth, aquella que entonaba Stephen Stills en los años sesenta, “aquí está pasando algo. El qué no está del todo claro”. No está del todo claro el peligro que entraña el cambio climático ni el paso de la globalización a la interconexión ni la uberización de los ambientes de trabajo ni el poder de los teléfonos inteligentes acoplados a la nube. Esta vertiginosa mutación, escribió Thomas Friedman en The New York Times, puede convertir a las personas en periodistas, fotógrafos, cineastas, innovadores y emprendedores. También puede ser aprovechada por criminales de la peor estofa. Donald Trump no ocupa el centro del universo, pero todo gira a su alrededor. Y hasta quienes detestan su política exterior y sus malos modales, que no son pocos, saben que, por odioso que sea, el mundo mira más a Estados Unidos que a China, Rusia o la Unión Europea, sus competidores, cuando deben fijar políticas o hacer inversiones. Esa suerte de mentalidad colonizada, como suelen llamarla aquellos que alardean (leer más)

Otras voces

Greta Thunberg y el debate del cambio climático

Greta Thunberg es una activista sueca de tan solo 17 años que se ha hecho famosa mundialmente por sus intervenciones públicas en las que, de un modo excesivamente directo, tacha a la ciudadanía mundial y a la sociedad de consumo como los principales causantes del cambio climático e insta a que optemos por cambiar nuestros hábitos para que el planeta siga siendo un lugar habitable y lleno de diversidad. Greta saltó a la fama cuando, con 15 años, dejó de ir a clase para protestar frente al Parlamento de Suecia días antes de las elecciones generales con una pancarta en la que rezaba “Huelga escolar por el clima”. Desde entonces su ascenso ha sido meteórico y se ha convertido en una de las figuras más representativas de la lucha contra el cambio climático. Tras aparecer en Madrid en la Cumbre del Clima de diciembre de 2019, la activista ha dado un paso a un lado para no absorber tanto protagonismo y ceder el espacio necesario a personas cualificadas como científicos y líderes políticos de las (leer más)

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El grito de Greta

La cara más visible de la cumbre del clima organizada por la ONU en Nueva York ha sido la de la activista sueca Greta Thunberg, de 16 años, con su discurso con tono de reproche frente a los mandatarios de varios países: “Están fallándonos a los jóvenes. No tendría que estar aquí, sino en el colegio, del otro lado del océano. Me han robado la infancia con sus palabras vacías”. Casi 70 países se han comprometido a revisar sus planes de recorte de emisiones de gases de efecto invernadero para poder cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Entre ellos no figuran los más contaminantes: China, Estados Unidos e India. Las emisiones están en aumento y los recortes son insuficientes Según el compromiso, todos los Estados deben reducir esas emisiones que sobrecalientan el planeta para cumplir un objetivo común: que el irreversible aumento de la temperatura se quede por debajo de los dos grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales y, de ser posible, por debajo de 1,5. Los planes de recorte son (leer más)