Las agujas giran hacia la derecha

Después del triunfo arrollador del PP en las municipales y autonómicas de España, el presidente Sánchez adelantó para julio las elecciones generales, previstas para fin de año




Pedro Sánchez: la derrota en primera persona | Foto de Moncloa
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Algunos se tomaban la cabeza con las manos. Otros no salían de su asombro. El presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, no quiso ser un pato rengo y decidió adelantar al 23 de julio las elecciones generales, previstas para diciembre, en respuesta a la aplastante victoria del Partido Popular (PP) o la debacle de la izquierda en las municipales y autonómicas del 28 de mayo. Una decisión drástica del secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y candidato presidencial frente a la apuesta de su par del PP, el senador Alberto Núñez Feijóo, de nacionalizar los comicios.

Perdió y, por esa razón, echó mano de la potestad presidencial de disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en una fecha insólita. Coincide con el comienzo de la presidencia española del Consejo Europeo, desde el 1 de julio,y con las vacaciones de sus compatriotas. En España nunca se celebraron comicios en verano, excepto los del 26 de junio de 1996. El mensaje parece claro: si el PSOE no retiene la Moncloa, su poder de fuego disminuye al igual que el de su alicaído socio en la coalición gubernamental, Podemos, eyectado de Las Cortes Valencianas y de la Asamblea de Madrid por su magro desempeño electoral.

Sánchez necesita cohesionar a los suyos frente al riesgo de haber sido el culpable del resultado adverso y de haber provocado una deserción general de la izquierda. La inmediatez de los próximos comicios se debe, más que todo, a mostrar reflejos frente al estupor que provocó entre los suyos el avance del PP y el crecimiento de Vox, la fuerza de ultraderecha con la cual los conservadores comparten gestión ahora en seis comunidades. La formación de Santiago Abascal, miembro de la coalición en Castilla y León, saltó del 2,9 por ciento de los votos en 2019 al 7,18 en 2023.

“Si tú no vas, ellos vuelven”, decía, del otro lado del mostrador, el eslogan de Partido Socialista de Cataluña en las generales de 2008

La patada de Sánchez al tablero corona un collar de desaciertos de un gobierno bicéfalo, el primero desde el retorno de la democracia tras la muerte de Franco. No supo prever las consecuencias después de tres años y siete meses de idas y venidas. En su afán de espabilar al electorado que se quedó en casa, la idea de Sánchez radica en sembrar el miedo frente a la llamada coalición del miedo entre el PP y Vox. Hipotéticamente, un gobierno de Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia entre 2009 y 2022, con ministros provenientes del ala dura de Abascal. La estrategia falló en Andalucía y en Madrid.

En la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares y Extremadura, el PP negocia con Vox las investiduras en junio. ¿Cómo hará Feijóo, después de haber absorbido el voto del casi extinto partido Ciudadanos, para no espantar al electorado moderado sin perder la simpatía de aquellos que están más a la derecha, identificados con Vox? “Si tú no vas, ellos vuelven”, decía, del otro lado del mostrador, el eslogan del Partido Socialista de Cataluña en las generales de 2008, de modo de repeler la posibilidad de que la izquierda perdiera su encanto. Descafeinado ahora por errores propios y virtudes ajenas.

Podemos, huérfano de Pablo Iglesias, juega tiempo de descuento para alcanzar un acuerdo entre la vicepresidenta Yolanda Díaz e Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 y secretaria general del partido. Si no, Sánchez será la única opción de la izquierda en un contexto polarizado en el cual la derecha se apropió del discurso de la resistencia y la rebeldía. Todas las elecciones, sean municipales, autonómicas o generales, terminan siendo una suerte de referéndum sobre la gestión del gobierno nacional.

El tsunami azul, por el color del PP, contó con el apoyo de Vox, convertido en la tercera fuerza en discordia

La ristra de errores de la coalición española incluye el cabreo de propios y extraños por los pactos con la izquierda vasca de EH Bildu, formación del exetarra Arnaldo Otegui, ganadora en su comarca, y con otra izquierda, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), de Oriol Junqueras, hundida en la batalla electoral. Tanto uno como el otro alientan el independentismo del País Vasco y de Catalunia, respectivamente. Contribuyeron a la derrota, asimismo, la derogación de la sedición, la reforma de la malversación y la ley del sí es sí, que terminó beneficiando a los condenados por abusos sexuales.

El tsunami azul, por el color del PP, contó con el apoyo de Vox, convertido en la tercera fuerza en discordia. Los de Feijóo ganaron en ciudades relevantes como Sevilla, Valencia, Valladolid y Palma de Mallorca, y se consolidaron en Madrid, con la figura ascendente de Isabel Díaz Ayuso. Cara y cruz con 2019, cuando Pablo Casado, líder del PP, auguraba un triunfo inapelable; Albert Rivera, desde Ciudadanos, se preparaba para una coalición nacional, e Iglesias, de Podemos, se inclinaba por la unidad con el PSOE en contra de los otros dos. Ninguno sobrevivió, políticamente hablando. El vértigo y el desgaste cerraron filas con un reloj electoral cuyas agujas giran hacia la derecha.

Jorge Elías

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