Perdiendo la religión

El periodista argentino Jorge Sigal cuenta en el programa Cuarto de Hora cómo fue su traumatica renuncia al Partido Comunista, plasmada en el libro “El día que maté a mi padre”




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Dejó dicho Winston Churchill: “Si no sos liberal a los 25 años, no tenés corazón. Si no sos conservador a los 35, no tenés cerebro”.

Esa frase, adaptada según las circunstancias y las latitudes, podría ser en América Latina: “Si no sos revolucionario a los 25 años, no tenés corazón. Si seguís siéndolo a los 35, no tenés cerebro”.

La premisa en sí, ser revolucionario a los 25 y dejar de serlo a los 35, representa a una generación que, a la sombra de las dictaduras militares, creyó en la utopía de la izquierda extrema.

Lo curioso, en el caso de Argentina, fue haber comprobado el apoyo del Partido Comunista (PC) a la dictadura militar a raíz de los negocios con la Unión Soviética y, a su vez, el rechazo de Fidel Castro a una revisión de la situación de los desaparecidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU pedida por Jimmy Carter, entonces presidente de Estados Unidos.

“Tuve una vida de clandestinidad y cuando amanece la democracia, se juntan mi crisis personal y vocacional, mi hartazgo y mi asfixia”

La mera mención del imperialismo yanqui provocaba sarpullidos a aquellos que militaban o creían militar a la izquierda de la izquierda bajo un credo, más que partido político, al cual consideraban algo así como un padre.

Jorge Sigal mató un día a ese padre y, peor aún, osó contarlo. “Tuve una vida de clandestinidad y cuando amanece la democracia, se juntan mi crisis personal y vocacional, mi hartazgo y mi asfixia”, revela en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV.

La edición española de El día que maté a mi padre, confesiones de un ex comunista, publicado por Libros del Zorzal, refleja como las anteriores las particularidades de una decisión traumática para alguien que no solo nació prácticamente enrolado al PC, sino que hasta estudió marxismo-leninismo en un instituto que dependía del Comité Central de la Unión de Juventudes Comunistas de la Unión Soviética (Komsomol) y llegó a ser miembro del comité ejecutivo de la rama juvenil del PC.

“El comunismo era una religión universal”, dice Sigal, pero, agrega, “es decepcionante para un creyente descubrir que uno de sus ídolos, en realidad, era un farsante”.

En síntesis, «dato mata relato».

Dirección: Gabriel Salvia

Producción: Lisette Kugler



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