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Mientras el grupo radical Estado Islámico se propone instaurar un califato regional, el Líbano quiere ser el epicentro del diálogo y de la paz
Un fantasma recorre Europa, aguijonea el norte de África y perfora Asia. Es el Estado Islámico (EI), grupo radical que ha instaurado califatos en ciudades de Irak y Siria y, cual retorno al imperio que dominó parte del planeta durante casi ocho siglos, amenaza con imponer la sharia (ley islámica) en varios enclaves. De lograrlo, como en la ciudad iraquí de Mosul y la siria de Al Raqa, las mujeres deben llevar niqab (velo que les cubre todo el cuerpo, excepto los ojos) y no pueden salir a la calle si no van con un mehrem (varón de la familia).Tampoco pueden viajar con hombres o mezclarse con ellos en sitios públicos. Está prohibida la venta de alcohol y tabaco.
En un temible mapa de la restauración del califato, difundido por el grupo radical EI, un manchón negro se extiende desde el Océano Atlántico hasta Asia Central. En él, España y Portugal pasan a ser Andalus, Europa oriental recibe el nombre de Orobpa, el Cáucaso es Qoqzaz, Egipto es Alkinana, Etiopía es Habasha y Siria, el Líbano y Palestina componen Sham. En el Líbano, refugio de dos millones de sirios y de medio millón de palestinos corridos por la violencia, los planes son otros: convertirse en el mojón de paz de la región, según la doctora Guita Hourani, directora del Centro de Investigación de Emigración Libanesa de la Universidad de Notre Dame-Louaize.
En compañía del embajador libanés en la Argentina, Antonio Andary, la doctora Hourani recogió el testigo del ex presidente libanés Michel Sleiman sobre “el diálogo, la reconciliación y la convivencia”, plasmado en el discurso pronunciado en 2008 ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue la semilla de la iniciativa “Líbano: tierra de diálogo entre civilizaciones y culturas”. Once años antes, el papa Juan Pablo II había dicho que el Líbano era “más que un país, una misión de amor y convivencia”. La petición a la ONU, para la cual se requieren 10.000 firmas, se encuentra en el sitio change.org.
En la diversidad del Líbano residen su fortaleza y su debilidad en una región alterada desde el comienzo de la Primavera Árabe por protestas, cambios de regímenes y guerras inconclusas, como en Siria, Irak y la Franja de Gaza. La aparición del grupo radical EI en alianza con el Frente Al Nusra (rama siria de Al-Qaeda) agravó la tensión. La guerra siria, emparentada ahora con la iraquí, se derramó de ese modo en el pequeño país democrático que, preso de la geografía y de las penurias, se promueve a sí mismo como un remanso de diálogo y de paz. Una rareza en medio de un territorio que necesita más ayuda de sí mismo que de los demás para espantar fantasmas.
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