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En un año y monedas, Paraguay no tuvo arte ni parte en la Unasur ni el Mercosur. Fue en represalia por la expulsión exprés del presidente izquierdista Fernando Lugo. Durante el interinato de Federico Franco, el vicepresidente de filiación liberal que apuró el juicio político de Lugo y su destitución, ganó las elecciones presidenciales Horacio Cartes, más conocido por sus provechosos negocios que por su militancia en el Partido Colorado. Desde junio de 2012, cuando cayó Lugo, las tres vertientes políticas paraguayas han ocupado la segunda bandeja de arriba mientras Brasil, la Argentina y Uruguay acordaban y celebraban el ingreso de Venezuela en el Mercosur.
Ese paso, el último, estaba demorado por el rechazo al protocolo de adhesión en el Senado paraguayo, como mandan las reglas del Mercosur. Frente al hecho consumado, el nuevo presidente paraguayo no tiene muchas alternativas si pretende hacer buenas migas con Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y José Mujica, así como con Nicolás Maduro, declarado “persona no grata” por el Congreso paraguayo por su presunta injerencia en los asuntos internos de ese país y por haber clausurado la embajada de Venezuela en Asunción tras la destitución de Lugo. Por esas razones no fue invitado a la toma de posesión en Asunción.
Con Maduro se han solidarizado sus pares de Ecuador, Rafael Correa, y de Bolivia, Evo Morales, ausentes con aviso en una ceremonia de traspaso inusual. Es en el Palacio de López (sede del gobierno) en lugar del Congreso, su escenario tradicional. El cambio se debe a las amenazas de atentados del apenas visible movimiento subversivo Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), aparentemente dispuesto a empañar la fiesta de Cartes. Su falta de experiencia en otra actividad que no sea privada poco y nada preocupa a los paraguayos. El 61,4 por ciento cree que la economía mejorará durante su gobierno, según un sondeo sobre sus expectativas.
Como político, Cartes camina sin sombra. En las elecciones de abril de este año votó por primera vez en su vida. Del Partido Colorado, la mayor incubadora de presidentes de Paraguay, es afiliado desde 2009. Amasó su fortuna con más de 30 compañías de diversos rubros. En la campaña electoral debió vérselas con denuncias de sus adversarios por presuntos vínculos con el narcotráfico y el lavado de dinero, y por haber estado en prisión en los noventa por sus pingües ganancias con divisas preferenciales. Tampoco turban a la ciudadanía esas circunstancias, así como la ahora superada suspensión de la Unasur y el Mercosur.
Se trató, en ambos casos, de medidas políticas, no económicas. Cartes, a su vez, también deberá tomar medidas políticas frente a la imagen que le devuelve el espejo de un país con severos problemas de desigualdad y corrupción. De hecho, Petróleos Paraguayos (Petropar) adeuda a Petróleos de Venezuela (Pdvsa) más de 392 millones de dólares, de los cuales 100 millones ya han vencido. El pasivo acumulado desde el final del gobierno del último presidente colorado, Nicanor Duarte Frutos, en 2008, supera el presupuesto de la compañía estatal.
La deuda debe ser cancelada en noviembre. Imposible. ¿Entonces? Un aprieto económico requiere una respuesta política. Nada más emblemático y democrático para darla que el Senado, como en la antigua Grecia. En él, Cartes insistirá en lograr la venia para sellar la membresía de Venezuela en el Mercosur y, en cierto modo, atenuar los reclamos de Pdvsa. No será ahora para no herir susceptibilidades mientras Maduro ejerce la presidencia pro tempore del bloque regional, sino en marzo de 2014, cuando los legisladores paraguayos concluyan su receso veraniego y el nuevo presidente tenga sombra propia en el territorio de la política. En guaraní, wait and see.
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