
Acompáñame a estar solo
A pesar del riesgo que entraña, Ahmadinejad usa la misma estrategia que Bush en la defensa de su interés nacional Si los Estados Unidos pretenden ser un imperio, ¿por qué se comportan como un Estado-nación? Es decir, ¿por qué no imponen su voluntad en lugar de buscar el consenso? Quizá porque, desde la voladura de las Torres Gemelas, un ala del gobierno de George W. Bush necesita agotar las instancias diplomáticas mientras la otra amenaza con acciones militares. Con un solo justificativo en ambos casos: evitar atentados terroristas en su territorio. A merced de ese temor, base de las guerras preventivas, ha quedado relegado aquello que, aunque fuera en beneficio propio, promovieron durante un siglo: la democracia, el libre comercio, los derechos humanos, el medio ambiente y el orden multilateral. Por esa inversión, los norteamericanos quieren ser respetados. Más aún: recompensados con adhesiones espontáneas a sus causas. En especial, la lucha contra el terrorismo. En el exterior, empero, la política de Bush se ve atada a factores diversos y, en apariencia, dispersos: la intención de (leer más)