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Berlusconi demostró con creces que la intimidad es el flanco menos débil del político
La dulce ragazza con vocación de velina iba a llamarlo nonno. “Mejor que me llame papi”, repuso Silvio Berlusconi, de 72 años, cuatro veces mayor que Noemi Letizia, de apenas 18. La muchacha sueña con ser azafata televisiva. Festejó su cumpleaños en Casoria, Nápoles. Papi asistió; le regaló un collar valuado en 6000 euros. La discreta actriz Veronica Lario, su esposa desde 1980, amaneció brotada. Lo acusó de “frecuentar a menores” y ventiló su inminente divorcio. El escándalo arruinó el casting de las señoritas de rompe y rasga que iban a ser candidatas a eurodiputadas por el partido oficialista Pueblo de la Libertad. Igualmente, Il Cavaliere se salió con la suya: resultó ser el candidato fantasma, o testimonial, más votado en Europa.
En la campaña, cabreado, “justo en el momento en que mi popularidad está al máximo nivel”, autorizó a su hermano a revelar en el tabloide de su propiedad, Il Giornale, que Lario mantenía relaciones con el guardaespaldas. El despropósito llevó a L’Unità a inferir: “Ahora, el primer ministro es oficialmente un cornudo”. El magnate mediático se sintió víctima de un “crimen mediático”; culpó de la “intromisión en la vida privada de una persona” a la “prensa de izquierda”. En todo momento contó con el decisivo respaldo de Noemi: declaró a la revista Chi que seguía siendo virgen. La oposición de izquierda no pudo contra un argumento político tan sólido e irrebatible.
Dedujo La Repubblica que “la demolición de la primera dama” era una vendetta de Il Cavaliere por un lapidario artículo de Maria Latella, amiga y biógrafa de Lario: denunció en Il Corriere de la Sera la incultura política del país de Berlusconi, “un país en el que las madres ofrecen a sus hijas menores de edad a cambio de una notoriedad ilusoria, un país en el que nadie quiere hacer sacrificios porque la fama, el dinero y la suerte llegan, desde la televisión, con el Gran Hermano”. En la casa del Gran Hermano se convirtió Villa Certosa, la lujosa mansión del primer ministro en Cerdeña. En ella estuvo Noemi antes de ser mayor de edad, invitada en algunas de las fiestas organizadas por el dueño de casa.
El fotógrafo sardo Antonello Zappadu capturó desde 2007 varias imágenes de esas parrandas. Difundió algunas El País, de Madrid. Cantantes, veline, actrices y hasta el ex primer ministro checo Mirek Topolanek iban ligeros de ropas entre olivos, palmeras, piscinas y lagos. “Italia se ha perdido el respeto a sí misma”, martilló Lario, despechada. Papi, dadivoso en pizzas y helados, puso aviones con el emblema Repubblica Italiana a disposición de sus invitados. Igual de generoso se mostró tras las elecciones europeas: cedió su lugar a los segundos de las listas de su partido. No alcanzó el 45 por ciento deseado, pero tampoco perdió.
El caso Monica Lewinsky, por el cual Bill Clinton a punto estuvo de ser tumbado en un impeachment (juicio político), no entrañó un aviso para algunos políticos, sino una venia. En 15 años en el poder o cerca de él, Berlusconi nunca resolvió el conflicto de intereses entre los negocios privados y la actividad pública ni las condenas no cumplidas por corrupción ni las sospechas por vínculos con la mafia, blanqueo de dinero, evasión fiscal y sobornos de políticos, jueces y funcionarios gubernamentales después de la primera de sus tres gestiones, siete meses en 1994. Siempre privilegió sus intereses personales y proclamó el egocentrismo como un espejo del cual los italianos podían fiarse y en el cual debían reflejarse si pretendían ser como él.
En Francia, cada vez que Bernardette, la mujer de Jacques Chirac, llamaba a los servicios de seguridad, formulaba la misma pregunta: “¿Saben dónde está mi esposo esta noche?”. Llevaba más de 40 años casada con él, primer ministro, primero, y presidente, después. Su marido, como François Mitterrand, fingía tener una vida privada que no coincidía con la real. La intimidad, como sucedía del otro lado del Atlántico con John Kennedy, no era un asunto de Estado. ¿Eran tiempos más hipócritas o menos nocivos?
El declive del debate ideológico contribuyó a achatar a los partidos y a elevar a los políticos. Quedaron más expuestos, casi desnudos, como los invitados de Berlusconi. La privacidad también se acotó: Nicolas Sarkozy y Vladimir Putin compiten en bíceps, pero, a su vez, el presidente francés debe contar hasta cien antes de responder una broma de mal gusto del primer ministro italiano por la nacionalidad de Carla Bruni: “Yo te he dado a tu mujer”. Ofendida, Bruni se siente orgullosa de ser ahora francesa tras la vulgar observación de Il Cavaliere sobre ella u otra aún menos elegante sobre Barack Obama: es “joven, lindo y, además, está bronceado”.
En medio de la crisis global, la codicia supera a la lujuria. La futura velina Noemi tuvo sus 15 minutos de fama en el capítulo italiano de las elecciones europeas, así como Samuel Wurzelbacher, alias Joe, el plomero, tuvo los suyos en las elecciones norteamericanas de 2008.
Sólo los ángeles no tienen sexo. Clinton zafó: transitaba el final de su segundo período de gobierno. No así, una década antes, el senador demócrata Gary Hart: vio truncadas sus ambiciones presidenciales en 1988 por haber sido descubierto in fraganti con la modelo Donna Rice. Una duda carcomió entonces la conciencia popular: si engañó a su mujer, ¿por qué no va a engañarlo a usted? En el país de papi, un monumento pudo haber merecido.
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