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Política

Toco y me voy

Por unos días, la región quedó presa de una falsa opción entre la impotencia de uno y la competencia del otro En vísperas de la gira de George W. Bush por la región, Tabaré Vázquez y Luiz Inacio Lula da Silva se reunieron en la estancia presidencial de Anchorena, en las afueras de Colonia. Firmaron convenios de cooperación; sonrieron para la foto. Luego echaron migas a la prensa con los reclamos del gobierno uruguayo, compartidos con el paraguayo, por las asimetrías del Mercosur. Es decir, por la poca atención que los socios grandes prestan a los socios chicos. Nada nuevo bajo el sol. Ambos expusieron su parecer y, con ello, procuraron demostrar que habían afianzado el bloque. ¿De qué habían hablado? De la inminente visita de Bush a sus respectivos países. Si no, la reunión en sí, con el despliegue y el gasto que implica, no hubiera sido más que una formalidad. Con la demorada visita, Lula quiso pagarle a Tabaré Vázquez una deuda de ausencias. En la XVI Cumbre Iberoamericana, realizada en noviembre de (leer más)

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Un extraño en el espejo

Los cargos contra el ex asesor del vicepresidente Cheney desnudan la obsesión por la guerra contra Irak  Bush cultiva una máxima de Texas: el que se atreve, gana. Con ella arribó a Washington, DC, después de las amañadas elecciones de 2000. Estaba convencido de que iba a dar una lavada de cara a la Casa Blanca y de que en el Capitolio, con mayoría propia, los suyos iban a hacer mejor papel que Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes. Su Contrato con América turbó a Bill Clinton desde comienzos de 1995 hasta que renunció, a fines de 1998. Renunció para no ser echado. En cuatro áreas admitió después que habían fracasado los republicanos: corrupción, consultores, competencia y carisma. En aquel momento, Clinton había despojado a los republicanos del ideario de uno de sus próceres: Ronald Reagan, el primer presidente, después de Richard Nixon, con el cual tuvieron la sensación de que ocupaban la Casa Blanca. Reagan solía decir que los demócratas combatían la pobreza y ganaba la pobreza. Clinton, el demócrata más (leer más)

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Abierto por inventario

El diálogo con Irán y Siria, la mayor participación en Medio Oriente y el acuerdo con Corea del Norte son algunas señales En 2004, Al-Qaeda se atribuyó haber tumbado al gobierno de José María Aznar tras los atentados de Atocha. Tres años después, Al-Qaeda se atribuyó haber debilitado al gobierno de Romano Prodi, cercado, entre otras causas, por su insistencia en mantener la misión italiana de paz en Afganistán. En ese lapso, tres años, Al-Qaeda se atribuyó todo aquello que consideró un éxito: desde los atentados en Londres, Casablanca y Bali hasta la rutina de violencia en Irak. En todos los casos, la marca de Al-Qaeda, o de alguna de sus filiales, tuvo beneficios de inventario. Beneficios concretos. En especial, adhesiones y reclutamientos en Europa y otras regiones. Apenas perdieron los republicanos las elecciones de medio término en noviembre de 2006, otro falso mérito de Al-Qaeda, George W. Bush entregó a los demócratas la cabeza de su ladero más controvertido: Donald Rumsfeld, hasta entonces jefe del Pentágono. Sin él, el gobierno norteamericano adquirió un perfil (leer más)