Política

La derrota de los gobiernos

La toma de posesión de Javier Milei en Argentina tras su victoria en el balotaje forma parte de un ciclo. El de las derrotas de los partidos de gobierno en Iberoamérica. Con una excepción: Paraguay, donde el inoxidable Partido Colorado revalidó títulos más allá de que el nuevo presidente, Santiago Peña, no haya sido bendecido por su antecesor, Mario Abdo Benítez. En total, según Latinometrics, el 73% de los oficialismos mordió el polvo en la última década, marcada en su tramo final por la pandemia del malhumor, la guerra de Rusia contra Ucrania y economías que no respondieron a las expectativas de la ciudadanía. La epidemia de sinsabores excluye a regímenes que se codean con el rancio epitafio del autoritarismo, como la Cuba de Miguel Díaz-Canel, la Venezuela de Nicolás Maduro y la Nicaragua de Daniel Ortega. Tres modelos del mismo cuño, más allá de que celebren elecciones. Periódicas y amañadas, inclusive en la isla. El caso peculiar resulta ser Brasil, gobernado de 2003 a 2010 por Luiz Inácio Lula da Silva, luego por Dilma (leer más)

Actualidad

La generación sin miedo

Les tocó a los chilenos dirimir una lucha entre extremos. No sólo ideológicos, sino también generacionales. La amplia victoria de Gabriel Boric en la segunda vuelta de las presidenciales, después de haber perdido por poco en la primera frente a José Antonio Kast, supone una vuelta de tuerca. En apariencia, más hacia el centro que hacia la izquierda pura y dura mientras el país se deshace con la reforma constitucional en marcha de los últimos jirones de la dictadura de Pinochet. ¿Deben celebrar el resultado los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba? Boric comulga más con la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, que con otros gobiernos de la región que presumen ser progresistas y defienden dictaduras. Le debe su apoyo en el momento decisivo a la expresidenta chilena, así como a otro expresidente, Ricardo Lagos, y a los partidos tradicionales que encarrilaron la transición democrática desde 1990. Los criticaba, pero, como diputado desde 2014, Boric sabe que resultarán vitales para obtener respaldo a sus proyectos en un Congreso fragmentado (leer más)

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El desapego de los derechos humanos

El apoyo de Argentina a la troika de las tiranías, Cuba, Nicaragua y Venezuela, no sólo deja entrever la afinidad ideológica, quizá como modelo de los atropellos en la provincia de Formosa denunciados por la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, sino también la injerencia de Rusia y China, soportes económicos de esos regímenes. “Nos falta diálogo”, evalúa Jorge Faurie, exministro de Relaciones Exteriores y precandidato a diputado nacional, porque “Argentina no quiere vínculos con el mundo”. La política exterior argentina, agrega, “no tiene capacidad de adaptación a un mundo que está cambiando”. El gobierno de Alberto Fernández declama la supuesta defensa de los derechos humanos sin intromisión en los asuntos internos de otros países. De ese pilar, el de los derechos humanos, se apropió la coalición de gobierno como si sus dirigentes y sus militantes hubieran sentado en el banquillo a las juntas militares. Mérito de Raúl Alfonsín, en todo caso. No de Néstor Kirchner por haber descolgado el cuadro de Jorge Rafael Videla en el Colegio Militar de (leer más)

Actualidad

Lo peor de cada casa

El legislador demócrata Tip O’Neill, presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, acuñó una frase que terminó siendo el título de un libro de su autoría y una regla de la política norteamericana: All Politics Is Local (Toda política es local). Tan local es la política que define no sólo el interés nacional, sino también la proyección internacional. En Argentina, donde efectivamente toda política es local, las decisiones y los pronunciamientos del presidente Alberto Fernández parecen estar dirigidos al núcleo duro de su coalición de gobierno en desmedro, en ocasiones, de países clave para resolver problemas crónicos, como la deuda externa. La bandera de los derechos humanos, cual moneda de cambio, flamea según la dirección del viento. La abstención en la Organización de los Estados Americanos (OEA) frente a la resolución de condena del régimen autocrático de Daniel Ortega, en Nicaragua, echa luz sobre la dimensión de la política local. Pudo tratarse de una maniobra política con el guiño del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para incomodar al secretario general de (leer más)

Actualidad

La coherencia de Argentina

No pudo elegir mejor fecha el gobierno de Argentina para retirarse del Grupo de Lima en discrepancia con el supuesto aislamiento de Venezuela. Lo hizo el 24 de marzo, aniversario del cruento golpe militar de 1976. Más coherencia, imposible. El régimen de Nicolás Maduro comete crímenes de lesa humanidad, como lo corroboró la expresidenta chilena Michelle Bachelet, alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, pero los Fernández, Alberto y Cristina o viceversa, pasan página con la excusa del vil intento de “aislar al gobierno de Venezuela y a sus representantes” con el reconocimiento como mandatario interino de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional”. Un día antes de esa decisión, Argentina y otros países apoyaron en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU una resolución que condena “el impacto negativo de las medidas coercitivas unilaterales en el disfrute de los derechos humanos” en Venezuela, Cuba y otros paraísos democráticos. Una suerte de defensa de la soberanía de sus gobiernos, más allá de la crisis humanitaria de sus pueblos, para evitar las sanciones (leer más)

Política

Vuelta de tuerca en Bolivia

Vuelta de tuerca en Bolivia. El vicepresidente electo, David Choquehuanca, presagiaba el fin del capitalismo y de la Coca-Cola cuando era canciller de Evo Morales. Le había puesto fecha: el 21 de diciembre de 2012, último día del decimotercer baktún (ciclo de 144.000 días en la cuenta larga del calendario maya). No era broma. Tampoco iba a ser broma otro fin, el del ciclo del primer presidente indígena de la historia boliviana, a raíz del desaguisado desatado tras las elecciones del 20 de octubre de 2019. Ni iba a ser broma que el eterno ministro de Economía de Morales, Luis Arce, fuera el artífice del retorno del Movimiento al Socialismo (MAS) al Palacio Quemado. Entre tantas vueltas, o idas y vueltas, los bolivianos temían una catástrofe en el octubre siguiente, el de la crisis sanitaria global, antes de las elecciones del 18, “cuando todavía compartíamos las largas filas en busca de gasolina y atiborrábamos nuestros refrigeradores temiendo el fin del mundo (tal cual ya lo habíamos vivido un par de veces este año)”, apuntaba la (leer más)

Sociedad

Cuando pase el temblor

Un fuerte temblor sacudió el 19 de enero la costa central de Chile. Estuvo a punto de convertirse en un tsunami. Otro, en Perú, el 26 de mayo, resultó ser tan intenso que se hizo sentir en Ecuador y Colombia. En los países andinos, maltratados por los incendios y la deforestación de la Amazonía en Brasil y Bolivia, no sólo ruge la tierra últimamente. También rugen las calles y tambalean los gobiernos y los congresos, asediados por un denominador común: la insatisfacción popular. Los terremotos deparan réplicas, pero ninguno es igual al otro. La convulsión, como los sismos, no perdona ni respeta límites. La sacudida acecha desde el 18 de octubre al presidente de Chile, Sebastián Piñera, así como al de Colombia, Iván Duque, desde la huelga nacional del 21 de noviembre. Uno, Piñera, vive en vilo por un temblor con alerta de tsunami. No logró atenuarlo con mejoras económicas ni con la promesa de modificar la letra constitucional. El otro, Duque, subestimó el reclamo contra la reforma tributaria, la laboral y la de pensiones, (leer más)

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Mercosur, capítulo Unión Europea

En una economía global sacudida por la incertidumbre de las sucesivas guerras comerciales que lanza la administración Trump y, en particular, por la madre de todas las batallas, la disputa arancelaria entre Estados Unidos y China, el Mercosur y la Unión Europea lograron cerrar un largo e infructuoso ciclo de negociaciones de 20 años. Alcanzaron un ambicioso acuerdo de libre comercio que, por el volumen de consumidores, mercados, bienes y servicios que interconecta, tiene carácter histórico. “El acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur es de otra dimensión”, dijo Andrés Reggiani, doctor en historia y profesor de la Universidad Di Tella Al acuerdo, con promotores y detractores en ambos hemisferios, aún le queda un extenso trecho por recorrer: debe ser refrendado por el Parlamento Europeo, los congresos de los cuatro países fundadores del Mercosur y los congresos de cada uno de los miembros de la Unión Europea, como establece el tratado de funcionamiento del bloque para los pactos con competencias compartidas. El tiempo estimado para concluir los trámites legislativos podría llegar a dos años. (leer más)

Economía

El dragón se viste de seda

En Davos, Suiza, el presidente de China, Xi Jinping, sorprendió al mundo. Pasó a ser la voz cantante de la globalización. El defensor menos pensado. Era, a comienzos de este año, una apuesta fuerte en medio de las turbulencias provocadas por la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) y el discurso proteccionista de Donald Trump. Una cuña para afianzarse como polo de poder, en realidad. Libre y comercio no parecían encajar en el léxico del secretario general del Partido Comunista Chino, declarado hexin (núcleo) por los suyos. Un título honorífico por el cual alcanzó la estatura de líderes históricos, como Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin. Cuatro meses después, en Xi’an, antigua capital de China, Xi relanzó el Cinturón y la Ruta de la Seda. Lo arroparon delegados de un centenar de países, incluyendo 28 jefes de Estado. Entre ellos, Mauricio Macri y Michelle Bachelet por América latina, así como Vladimir Putin y Mariano Rajoy. Otra apuesta fuerte. Esta vez, con la promesa de un plan de obras de infraestructura abierto (leer más)

Política

El final ilusiona más que el comienzo

La desaceleración de la economía se traduce en disgusto político en América, con una nueva clase media que demanda gobiernos modernos, transparentes y abiertos   Por Jorge Elías Contra toda regla, el final crea más expectativas que el comienzo. El final del gobierno conyugal de los Kirchner en Argentina. El final de la hegemonía fundada por Hugo Chávez y heredada por Nicolás Maduro en Venezuela. El final de la corrupción por entregas durante los gobiernos de Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil. El final de la presidencia de Otto Pérez Molina en Guatemala, también salpicada por la corrupción. El final de la rutina del Partido Colorado en las alcaldías de Asunción y de otras ciudades de Paraguay. El final de la dictadura de los hermanos Castro en Cuba. Y, en cierto modo, hasta el final de la era conservadora de Stephen Harper en Canadá. El final de una tendencia marcada por la permanencia en el poder en desmedro de la alternancia coincide, a su vez, con el final de un ciclo (leer más)