Vóteme o bóteme
En Dinamarca, Jacob Haugaard cosechó en las elecciones de 1994 más de 23.000 votos con una premisa imbatible: «No sé nada de política, pero ahora me van a pagar para aprender». Lo admitió en cuanto tuvo la certeza de que iba a ser diputado. En Brasil, varios años después, Francisco Everardo Olivieira Silva, alias Tiririca, apeló a una fórmula parecida: «¿Qué hace un diputado federal? La verdad, yo no lo sé. Pero vote por mí y lo averiguaré para usted”. No sabía escribir cuando lo eligieron, en 2010. Lo reeligieron en 2014. En la mayoría de las campañas electorales aparecen candidatos excéntricos que tratan inútiles a sus rivales. Lamentablemente, suelen tener razón. No es una excepción el payaso Tirrica, criado desde los ocho años de edad en un circo del Estado de Ceará, en el nordeste brasileño. Era, como cualquier candidato, alguien cuyas promesas preelectorales excedían ampliamente sus excusas poselectorales. En las listas para las elecciones de 2010 en Brasil estaba el ex futbolista Romario, astro del seleccionado. Decía que había crecido en una comunidad (leer más)