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Kamala Harris aplicó una máxima napoleónica durante el debate con Donald Trump: «Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error». Le siguió la corriente y, con cejas arqueadas, suspiros, mano en el mentón, sonrisas condescendientes, miradas compasivas y gestos desdeñosos, mantuvo el pulso frente a las cámaras, pendientes de su compostura y de los berrinches de su adversario. Ciertamente, la vicepresidenta borró el desempeño penoso de Joe Biden en el primer mano a mano con el expresidente, más empeñado en insistir en el supuesto fraude electoral de 2020 que en calibrar la estrategia de 2024.
Con Biden era más fácil para Trump, aprovechándose de sus olvidos y de sus confusiones. Los años y los daños no perdonan. Harris, en principio, remontó una cuesta. Cuatro de cada 10 votantes de los Estados vacilantes, llamados Swing States, sabían poco o nada de la primera mujer en la historia que ejerce la vicepresidencia de Estados Unidos. Se retrató a sí misma como la primera mujer negra de ascendencia india que ocupó el cargo de fiscal en California y una banca en el Senado, y la segunda afrodescendiente del país en ese ámbito después de Carol Moseley Braun, de Illinois.
Pergaminos o estadísticas que no alcanzaban para enfrentar, como hija de la clase media, tal como se presentó, a un magnate que recibió 400 millones de dólares para iniciar sus negocios. Harris machacó con su experiencia como fiscal quizá para hacerle rendir cuentas a Trump de sus tropelías íntimas y, sobre todo, de la insurrección de los suyos el 6 de enero de 2021 para evitar la certificación del triunfo de Biden en las presidenciales. Esa necesidad de hacerse conocer la llevó a balancearse entre el progresismo californiano y la posibilidad de crear o recrear una nueva izquierda norteamericana a la usanza de Bill Clinton, Barack Obama o Biden.
A la mañana siguiente, como si el debate en Filadelfia no hubiera existido, la vicepresidenta Harris y el expresidente Trump se estrecharon las manos
En Estados Unidos, desde 1845, el primer martes después del primer lunes de noviembre no se elige en forma directa al presidente, sino colegios electorales en función de la población de cada Estado. Gana el que obtiene 270 electores o más de los 538 en juego. El presidente, a su vez, es el comandante en jefe de las fuerzas armadas. ¿Estará Harris a la altura de ítems de hombres de pelo en pecho como las guerras, el terrorismo, el crimen y la política exterior?
La metamorfosis de Harris sobre algunos asuntos respecto de 2020, como la atención de la salud, el cambio climático y la inmigración, era un reto. No logró sortearlo, más allá de su defensa del gobierno de Biden. Puntos flojos para cruzar un puente en el que otros candidatos demócratas, como Michael Dukakis en 1988, se quedaron a mitad de camino. A su derecha tenía a un señor, apenas tres años menor que Biden, obsesionado con su pasado y consigo mismo, ensimismado en el presunto fraude electoral del que fue víctima y en teorías de la conspiración de poco asidero. A su juicio, Biden y Harris forman parte del peor gobierno de la historia.
A la mañana siguiente, como si el debate en Filadelfia no hubiera existido, Harris y Trump se estrecharon las manos en la llamada zona cero del World Trade Center, en Nueva York. Era el aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Ambos, al igual que el denostado presidente Biden, se pusieron la mano en el pecho al son del himno nacional. Señal del patriotismo, una de las pocas víctimas con vida de la pandemia global de polarización.
Hay tres tipos de debates. El primero: cuando un candidato da un golpe de nocaut contra el otro, como Ronald Reagan contra Jimmy Carter en 1980. El segundo: cuando no cambia nada, como el de Clinton contra Bob Dole en 1996. Y el tercero: cuando uno vislumbra una posibilidad de ganar, como Mitt Romney contra el entonces presidente Obama en el primero de 2012. Tal vez, el que más se asimile al respiro de Harris frente a Trump a menos de dos meses de la fecha crucial. Dato banal, aunque significativo: el apoyo a Harris de la cantante Taylor Swift. Supera en seguidores en las redes sociales a los habilitados para votar.
https://reporteasia.com/opinion/2024/09/13/kamala-harris-resurreccion-democrata/