Rusia: resultado previsible, consecuencias imprevisibles

La previsible victoria de Putin, gracias a una presión masiva sobre el electorado y al control riguroso de la esfera política por parte del Kremlin, revelará la profunda crisis del modelo de democracia tutelada




Putin compite consigo mismo
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Según todas las previsiones, el resultado de la elección presidencial del 18 de marzo próximo no será nada sorprendente y no servirá más que para legitimar nuevamente el mandato presidencial de Vladímir Putin.

Sin embargo, esta previsible victoria, obtenida gracias a una presión masiva sobre el electorado y al control riguroso de la esfera política por parte del Kremlin, revelará la profunda crisis del modelo de democracia tutelada. Durante el actual tercer mandato de Putin se ha demostrado de forma clara que su régimen está basado fundamenmtalmente en su personalidad, al mismo tiempo que se ha puesto de manifiesto el que sus elementos democráticos no son más que pura fachada. En estos últimos años, la retórica de Rusia como fortaleza asediada, unida frente a los enemigos exteriores en torno a un líder nacional, ha hecho que las elecciones se hayan convertido, en casi todos los niveles, es plebiscitos destinados a confirmar la fe del electorado en su país y su fidelidad al gobierno.

La participación, un problema

La crisis económica en curso, el declive de los ingresos de la gran mayoría de la población y la desigualdad social cada vez más visible han provocado que la gente se muestre más propensa a la protesta, una protesta que no puede expresarse en el seno de las instituciones políticas existentes. El descontento pasivo se expresa cada vez más a través de la abstención, cuando la gente vota con los pies. En este sentido, las elecciones legislativas más recientes, en otoño de 2016, hicieron sonar la alarma para las autoridades: la participación electoral no llegó más que al 47,88 % de las personas inscritas en el conjunto del país, y en las grandes ciudades, como Moscú y San Petersburgo, apenas superó el 30 %.

En el pasado, el escaso interés de la población rusa por las elecciones suponía una ventaja para las autoridades, ya que los resultados electorales eran así más previsibles y contribuían a mantener en el poder al partido dirigente, Rusia Unida. Sin embargo, el bajo nivel de participación en el actual clima político se convierte en una amenaza para le legitimidad de la próxima victoria de Putin. En diciembre, los sondeos indicaban que tan solo el 58 % de las personas con derecho a voto pensaban acudir eventualmente a las urnas y únicamente un 30 % respondieron que irían a votar muy probablemente.

El Kremlin ha manifestado de manera oficiosa que preferiría en marzo un escenario 70-70, es decir, una participación del 70 % y un 70 % de los votos a favor de Putin. Sin embargo, tambien ha subrayado en repetidas ocasiones que semejante aumento de la participación no podrá lograrse con los meros recursos administrativos, es decir, movilizando al personal que depende de las autoridades locales y a los jubilados. Según los planes del Kremlin, esta elección debe asegurar para Putin un triunfo en toda regla, pero sin dar pie a la acusación de fraude generalizado, como ocurrió en 2011, cuando ciertas informaciones sobre la falsificación masiva del escrutinio provocaron protestas masivas en las calles.

El Kremlin espera conseguir su objetivo suscitando un mayor interés por esta elección. El día de la votación se organizarán conciertos y otros actos locales y la elección presidencial se realizará paralelamente a diversos referendos sobre cuestiones locales importantes; sobre todo, las autoridades tratan de dar la impresión de que existe una verdadera competición política entre los candidatos.

A pesar de que Putin, en su calidad de César situado por encima del pueblo, se ha abstenido de participar en cualquier debate electoral, los demás candidatos deben pretender participar en una batalla entre ellos, según un guion escrito desde la cúpula del poder. Su propósito común es espolear la participación del electorado potencial actualmente apático o escéptico, desviando al mismo tiempo su atención de la campaña por el boicot, impulsada por el famoso político de la oposición, Alexéi Navalny. ¿Quiénes son los candidatos en esta extraña campaña electoral?

Ilyá Budraitskis | Viento Sur
Nota completa: Elección presidencial: resultado previsible, consecuencias imprevisibles

 



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