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De pronto, Mitt Romney se ufana de su “convicción y pasión arrolladoras” y dice, convencido, que el siglo XXI se perfila como el punto de inflexión en el cual “el mundo libre lidere el mundo entero”. Pierde el tiempo, como cuando intenta vanamente abrir la ventanilla del avión. Quizás algunos norteamericanos se sientan identificados con sus palabras, pero otros, algo más del 47 por ciento (en su léxico, aprovechados «que creen que el gobierno tiene la responsabilidad de cuidarlos»), se preguntan si estará dirigiéndose al electorado de China o de la India, con mayores posibilidades que los alicaídos Estados Unidos de meter baza en este mundo multipolar.
No es un problema de Romney, serio rival de George W. Bush en la disputa por el récord de disparates por minuto. Hasta Barack Obama se despachó con una expresión de decibeles parecidos, acaso creyéndose Bill Clinton en los noventa: “Si alguien trata de decirles que nuestra grandeza quedó atrás, que los Estados Unidos están en decadencia, díganles: igual que el siglo XX, el siglo XXI será otro gran siglo norteamericano”.
Traducido, la quiebra de Lehman Brothers, desencadenante de la crisis global en 2008, no ocurrió en los Estados Unidos, sino en Wall Street. Esa calle, con su torito enjundioso, es tan poco representativa del país como los indignados made in Spain. Entonces, inmersos en su burbuja, Romney y Obama entonan sus respectivas versiones de un mundo ideal en el cual la clase media, nicho de los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964), no la pasa tan mal como machaca un exhaustivo estudio el Pew Research Center. Eso ha de suceder en China, la India, Cuba o España.
En España, el multimillonario norteamericano de los casinos Sheldon Adelson invertirá una fortuna en un proyecto llamado Eurovegas (seis casinos, 36.000 habitaciones de hotel y 50.000 plazas en restaurantes). Le tiene alergia al socialismo, aparentemente encarnado en Obama. Es un súper PAC (contribuyente) de la campaña de Romney después de haber apostado fuerte en las primarias republicanas por Newt Gingrich. El ahora candidato le retribuye con frases grandilocuentes: “Creo que nuestro país es la mayor fuerza para el bien que el mundo ha conocido”.
Esa distinción religiosa entre el bien y el mal es otro brote de nostalgia. Su magno inspirador, Bush, es el mismo que, en una entrevista, recordó que el libro favorito de su infancia era “The Very Hungry Caterpillar (La oruga muy hambrienta)”, de Eric Carle, publicado un año después de su graduación en la universidad. Es el mismo que llamaba grecians (grecianos) a los griegos y kosovarians (kosovarianos) a los kosovares. Y es el mismo que creía, antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que el talibán era “el grupo de música rock más grande de los Estados Unidos”. Romney insiste en bajar la ventanilla del avión, aparentemente atorada.
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