Política

El Brexit después del Brexit

La victoria da derechos. La del primer ministro Boris Johnson en las elecciones en el Reino Unido llevó a la mayoría conservadora de la Cámara de los Comunes a firmarle el cheque del Brexit, fechado el 31 de enero. Se trata del acuerdo alcanzado con la Comisión Europea después de varios cabildeos de Johnson con la venia de la reina Isabel II. El divorcio de la Unión Europea no es el final, sino el comienzo de otro capítulo. El de la negociación externa de un tratado de libre comercio y de políticas comunes, como la de defensa, y el del desafío interno de preservar dentro de su territorio a Escocia e Irlanda del Norte. La voluntad de mantener intacto al Reino Unido, compuesto por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, choca con el Brexit. Johnson, emparentado con los ultras de Nigel Farage y los guiños de Donald Trump, exporta incertidumbres. La idea de convertir a Londres en la capital de una suerte de Singapur, con una competencia fiscal desleal, espanta a Europa. La ministra (leer más)

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Europa: recalculando

El torbellino desatado por la dimisión de la primera ministra británica, Theresa May, a raíz de su insolvencia para concretar el Brexit, llevó a muchos a recalcular el voto en las elecciones del Parlamento Europeo. El plan de la ultraderecha era regalarle a Europa un Caballo de Troya, de modo de asaltarla y, una vez dentro, dinamitarla. No prosperó. Excepto la Liga de Matteo Salvini en Italia, con su prédica contra los inmigrantes y las minorías, pocos pudieron cantar victoria. Incluida Marie Le Pen, más allá del triunfo por la mínima en la Francia de los chalecos amarillos frente al partido del presidente Emmanuel Macron. Los conservadores y los socialdemócratas perdieron por primera vez la mayoría absoluta, no el control de la Unión Europea. Un experimento histórico, creado después de dos guerras mundiales para desalentar los nacionalismos, que se ve abrumado por tiranteces internas y externas. Las reflejadas en la eurofobia de Donald Trump y de Vladimir Putin. En estos comicios, celebrados en los 28 Estados, los ejes fueron la inmigración y el ambiente. Retos (leer más)

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El miedo y la ira se dieron la mano

En las primeras horas del 9 de noviembre, apenas los periodistas olfateamos el fiasco de Hillary Clinton en las presidenciales de los Estados Unidos, giramos sobre nuestros talones y, en un pispás, enfilamos hacia el hotel en el cual Donald Trump festejaba su victoria. Era una noche plomiza, lluviosa, sobre una ciudad, Nueva York, más habituada al frenesí del mediodía que a los sacudones nocturnos. Las lágrimas de los demócratas eran elocuentes. Ese día, aún incipiente, se cumplía un nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín o, en palabras de Francis Fukuyama, de “la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final del gobierno humano”. El final de la historia, un diagnóstico apresurado, pasó a ser el prólogo de una nueva era en un año, 2016, signado por el Brexit y coronado por Trump como paradigmas de la demolición del orden anterior, en repudio al statu quo, y por el afianzamiento de liderazgos de sesgos autoritarios. Ganaron el miedo y la ira. Lejos de 1989. La desilusión generalizada con la globalización, (leer más)

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La tragedia griega

El descontento global, abonado por la creciente xenofobia y por la precaria situación económica en Europa, se adereza con el desgaste de los pilares sobre los cuales descansaba el mundo posterior a la Guerra Fría François Hollande fue investido presidente de Francia con la premisa de rechazar la hoja de ruta trazada por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). No lo hizo. Después, en Italia, el primer ministro Matteo Renzi amenazaba con incumplir las exigencias de pago de la deuda, atizadas por la canciller de Alemania, Angela Merkel. Tampoco lo hizo. ¿Por qué la tercera intentona, coronada con la rotunda victoria de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) en Grecia, parece ser la vencida? Porque polarizó a Europa entre Berlín y Atenas o, frente a la ventanilla de los acreedores, entre la sumisión y la rebelión. La rebelión de los deudores, más allá del errático historial de pagos de cada país, encontró en el primer ministro griego, Alexis Tsipras, un puntal en la confrontación contra los intereses de la (leer más)