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Política

La revolución en motocicleta

El Sub cambió su título militar por un seudónimo civil y emprendió una curiosa gira de seis meses en un año electoral Sin ambición política, Marcos no hubiera sido más que un grito en el desierto, o en la selva, contra la globalización. Fue oportuno: apareció el 1° de enero de 1994 con la fina intención de estropearle la fiesta de Año Nuevo al presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, feliz en Los Pinos por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, las siglas en inglés) con los gobiernos de los Estados Unidos y de Canadá. Y fue astuto, también: quiso que su reclamo desde Chiapas por los derechos de los indígenas trascendiera fronteras, de modo de protegerse a sí mismo de una eventual represión. En la tierra de El Chavo del Ocho estaba todo fríamente calculado. Oportuno y astuto, pues, Marcos tuvo la virtud del adelantado sin ser Cortés: se valió de la informática antes de que fueran frecuentes los correos electrónicos y del desaliento, en especial entre (leer más)

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Política

La cumbre de las polémicas

La mayor presencia de España y la irrupción de China navegan en el mar de fondo de las discusiones entre mandatarios Con la decisión de encabezar con los Estados Unidos y Gran Bretaña la cruzada contra el régimen de Saddam Hussein, el ex presidente español José María Aznar rompió con un prejuicio y con un paradigma. Rompió con el estigma de gobernar el país más antinorteamericano de Europa después de Turquía, más allá del recelo cultural de los franceses ante las amenazas imperialistas de Hollywood, McDonald’s y asociados. Rompió Aznar de ese modo con un rencor arraigado entre los suyos por razones más históricas que histéricas: la Guerra Hispano-norteamericana, de 1898, por la cual España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas; el respaldo de los Estados Unidos a Franco después de la Guerra Civil (1936-1939); el Pacto de Madrid, de 1953, por el que se instalaron bases norteamericanas en la península; el escaso entusiasmo de los Estados Unidos por la transición democrática después de la muerte del generalísimo, en 1975, y el apoyo de Ronald (leer más)

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Política

Corrupción, mentiras y video

La crisis en el gobierno de Lula viene a ser otro eslabón de la cadena de escándalos que sacuden a menudo a la región Por la compra de voluntades, y de votos, cayó un símbolo de la corrupción: Alberto Fujimori. Por ello y, también, por fraude en las elecciones de 2000, después de haber permitido que Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), triangulara fusiles soviéticos importados de Jordania a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); iban a ser para el ejército peruano, en principio. Los vladivideos, en los cuales legisladores y particulares recibían dólares a cambio de favores, terminaron con su gobierno. Y, por cierto, con sus mentiras. ¿Falló la democracia? No. Definitivamente, no. El hallazgo de las cuentas bancarias secretas de Augusto Pinochet en los Estados Unidos demostró que la corrupción no repara en gobiernos civiles o militares, sino en las tentaciones de los hombres. Acrecentadas por las oportunidades que abrieron las reformas, de las cuales Chile ha sido el pionero. Por esas tentaciones, más presas de los afanes de poder (leer más)

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Política

¿Y dónde está el piloto?

La resolución transitoria del conflicto no da certezas sobre el futuro, acosado por el fantasma de la ingobernabilidad Más allá de su petróleo, Hugo Chávez puso énfasis desde el comienzo de su gestión en un rasgo común con vastos sectores de Venezuela y de la franja andina: ser mestizo. Decía que no lo toleraban por ello. Era un toque distintivo, casi folklórico, respecto de otros presidentes, gracias al cual, repartiendo arepa y compartiendo penurias, iba ganándose la simpatía de quienes se identificaban con él. Ser mestizo era, en definitiva, como ser indígena; algo así como ser marginado a pesar de haber heredado los títulos de propiedad de las naciones originales. En el discurso de Chávez abrevaron varios líderes de movimientos indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador, así como aquellos que, al filo de los noventa, empezaron a resumir el estigma de la década en un enemigo común: el neoliberalismo, pregonado por los Estados Unidos. Apareció entre ellos un tal Evo Morales, líder cocalero que, a diferencia del presidente peruano Alejandro Toledo, de tez tan cobriza (leer más)

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Sociedad

Fronteras calientes

Más allá de los recelos de la Argentina por el liderazgo de Brasil, la región está signada por enfrentamientos bilaterales En resumen, Lula no pudo monopolizar la cumbre de la cual era anfitrión por la actitud políticamente incorrecta de Hugo Chávez y, a su vez, Néstor Kirchner se mostró tan sensible ante las palabras emotivas de su par peruano, Alejandro Toledo, que, en medio de su discurso, prefirió atender una llamada por teléfono celular mientras iba al baño en lugar de aprobar con aplausos el papel de líder regional que había asignado a Brasil. Tan sensible se mostró, convengamos, que apuró el regreso a Buenos Aires por estrictas razones de tedio, no de agenda. La postal de la I Cumbre de Países de América del Sur y la Liga Arabe, realizada en Brasilia, exhibió algo más que rencillas entre Lula y Kirchner. Exhibió rencillas múltiples entre varios presidentes de la región, independientemente, en su mayoría, de los vínculos entre sus respectivos países. Y exhibió, también, una ola de conflictos bilaterales, generados por heridas no cicatrizadas, (leer más)

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Política

El beso del diablo

Vanos fueron los cabildeos de Lagos y Fox por sus respectivos candidatos, mientras Bush sólo quería oponerse a Chávez En febrero, mientras promediaba una reunión de George W. Bush con la cúpula de la alianza atlántica (OTAN) en Bruselas, José Luis Rodríguez Zapatero procuró entibiar una relación fría, distante, marcada por el retiro de las tropas españolas de Irak. El encuentro, de menos de 10 segundos, se limitó a cuatro palabras del presidente norteamericano en abrupto castellano: «Hola, ¿qué tal, amigo?». Una respuesta de circunstancia: «Bien, ¿y tú?», presumo. Y un sucinto apretón de manos, señal de despedida. ¿O de desconfianza? El retiro de las tropas españolas de Irak era el correlato de los atentados de Atocha, primero, y de la victoria electoral de Zapatero, después, en un país que, como la mayoría de los occidentales, volcó su simpatía hacia los Estados Unidos por la voladura de las Torres Gemelas y su antipatía hacia Bush por la guerra contra Saddam Hussein. La cooperación mutua salió ilesa, sin embargo: los soldados españoles no se movieron de (leer más)

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Economía

Perdona nuestras deudas

Más que haber evitado una guerra y haber ganado la paz, Juan Pablo II trazó desde el fin del mundo su política exterior Era un actor teatral de discreta trayectoria en Polonia hasta que aceptó otro papel en el Vaticano: ser actor político. Había intentado asumir el reto su antecesor, Juan Pablo I: durante su entronización, el 3 de septiembre de 1978, el cardenal chileno Raúl Silva Henríquez se precipitó frente a él; le pidió, arrodillado, que mediara en el conflicto inminente entre su país y la Argentina por el canal de Beagle. Debió vulnerar el protocolo para ello. Lo acompañaban en la delicada misión los cardenales argentinos Raúl Primatesta y Juan Carlos Aramburu, portadores de una carta que nunca llegó al destinatario. Más allá, en otro rincón de la plaza de San Pedro, estaba Jorge Rafael Videla. Treinta y tres días después de su elección, Juan Pablo I murió entre rumores de venenos. No volvió todo a foja cero, pero tampoco quedó claro si había surtido efecto su exhortación a los episcopados de ambos (leer más)

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Política

La manzana de Evo

El limbo político en el que se halla el país plantea la disyuntiva entre dos concepciones de poder difícilmente conciliables A 14 meses de haber asumido el gobierno, Gonzalo Sánchez de Lozada estaba solo. Más solo que nunca, en realidad. Como todo presidente a punto de caer en un pozo, el más profundo dentro sus depresiones frecuentes. Le sobraban culpas y le faltaban respuestas en octubre de 2003. En la calle, frente al Palacio Quemado, la protesta cobraba muertos. Cobraba muertos y resucitaba rencores por las privatizaciones realizadas durante su primera gestión, entre 1993 y 1997, y por la mera posibilidad de que Chile, identificado como el enemigo implacable desde las aulas primarias por la Guerra del Pacífico, en 1879, obtuviera algún rédito de las exportaciones de gas. En los 17 meses siguientes, el hasta entonces vicepresidente Carlos Mesa debió enfrentar, como presidente, 820 conflictos sociales. O, traducidos en reclamos, 12.000, diferentes todos ellos. Resolvió 4250. Poco más de un tercio, apenas, frente a un promedio de dos huelgas, bloqueos o amenazas por día. En (leer más)

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Política

Mar adentro

Cada vez más, los conflictos sociales son propios de los países en los que se producen en lugar de representar un drama regional COQUIMBO, Chile.– Sobre el Desierto de Atacama, a bordo del avión presidencial, Ricardo Lagos debió interrumpir un animado diálogo con ministros, parlamentarios e invitados. «Me llama Chávez», se excusó. Y al tiro, como dicen los chilenos, partió hacia su despacho, una cabina modesta con un escritorio y tres butacas. Después abordó con la comitiva un Hércules C130, de la Fuerza Aérea, rumbo a El Salado, pueblo terroso y aislado en el que iba a inaugurar una planta de tratamiento de cobre. Fue el jueves, un día antes de su quinto aniversario en La Moneda (sede del gobierno) y un día después de la resolución de la crisis de Bolivia. Al teléfono, Chávez era un peligro. No por el motivo del llamado, sino, amante de los monólogos, por la temible duración del diálogo a pocos minutos del aterrizaje. Desde París, empero, sólo le agradeció la gestión conciliadora del canciller chileno, Ignacio Walker, ante (leer más)

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Política

Amamos a Kerry, pero votaríamos a Bush

La mayoría de los presidentes simpatiza con los demócratas, pero desea que la Casa Blanca no cambie de color político Sólo el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, consustanciado con la lucha contra el terrorismo por padecerlo en casa, y la mayoría de sus pares de América Central, beneficiados con el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, enviaron tropas a Irak. Si uno hila fino, también podrían ser los únicos de la región en inclinarse sin pudores por la reelección de George W. Bush. Los otros presidentes latinoamericanos jamás arriesgarían su capital político de ese modo. Sobre todo, frente una realidad: John Kerry, el candidato demócrata, no se ha caracterizado en el Senado por una gran vocación hacia los tratados de libre comercio, por más que haya votado por ellos. Menos aún su compañero de fórmula, John Edwards, también senador, contrario a los acuerdos de ese tipo con Chile, el Caribe y África. Con un agravante, en su caso: si hubiera sido senador en 1993, dijo que habría rechazado el Tratado de Libre Comercio (leer más)

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Política

Manual del perfecto presidente latinoamericano

Crea enemigos, más que adversarios, reza el credo de Chávez, legitimado en el referéndum impulsado por la oposición En América latina, había un modelo de regente enérgico y, a la vez, honesto, por más que no fuera legítimo ni democrático: Pinochet. En cuanto tambaleaba un gobierno, el ideario popular sacaba su nombre de la galera como virtual vacuna contra las crisis. Era una falacia, desde luego, más asociada con el orden económico que Chile supo reflejar desde que sirvió de espejo de las reformas en el continente que con los crímenes de su dictadura y, a la luz de sus exageradas cuentas bancarias en el exterior, con las sospechas de corrupción en ella. Con esa imagen engañosa de Pinochet, sin embargo, convivimos durante casi una década hasta que apareció el otro paradigma regional: Chávez. Es decir, el paracaidista de tez cobriza y devoción bolivariana que, decantado del populismo y de la confrontación, concentra el poder alrededor de sí mismo y, entre golpes frustrados (uno dado por él, en 1992; otro dado contra él, en 2002), (leer más)

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Política

La crisis menos pensada

Castro se cobró una deuda con Fox, de modo de enviarle un mensaje a Bush frente a su inminente plan para desplazarlo Iba a cobrarse una deuda; dos años y dos meses llevaba esperando la oportunidad. En su arenga del 1° de Mayo, Fidel Castro cargó contra los gobiernos de México, Perú y Chile por la condena a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los acusó de haber sido peones de los Estados Unidos en la votación del 15 de abril en Ginebra. Uno en particular, Vicente Fox, iba a acusar el golpe. En vísperas, sobre todo, del anuncio del plan de George W. Bush para acelerar la caída de su dictadura vitalicia y captar de ese modo el voto del exilio cubano de Florida en su carrera por la reelección. Poco después, el canciller de Cuba, Felipe Pérez Roque, dijo que la actitud de Fox había sido irreflexiva: ordenó el retiro de su embajadora en La Habana, Roberta Lajous, y la expulsión de México del (leer más)

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Política

Me duele si me quedo y me muero si me voy

En el gobierno norteamericano despertó tanta ilusión la intervención en Haití como un tratamiento de conducto. Frente al slogan demócrata ABB (Anybody But Bush, cualquiera menos Bush), otro desplazamiento de tropas, sin indicios de terrorismo ni de petróleo, lejos estaba de ser una prioridad. Era, más que todo, un compromiso ineludible por la cercanía geográfica frente a la incapacidad de Aristide de sofocar el caos hasta las elecciones de noviembre. De ahí, la elegante invitación de Powell: te vas o te matan. Au revoir, Aristide, por segunda vez en su historia, rumbo a un exilio menos dorado que Nueva York en los noventa. Pagó el precio de haber hecho trampa en las elecciones de 2000 con la moneda más corriente de las democracias latinoamericanas: la abrupta interrupción de los períodos presidenciales frente a la impotencia de instituciones débiles, como los congresos y los tribunales, para contener insurrecciones populares. En boca de otro ex, Sánchez de Lozada, el precio del neoparlamentarismo. Expresado, en la Argentina de De la Rúa, con las cacerolas batientes y, cual bis, (leer más)

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Política

Al mundo le falta un tornillo

El paradigma de la guerra, a diferencia de la amenaza soviética en la Guerra Fría, divide y descentraliza el poder real Uno, Bush, habla con tanta ligereza de la guerra como otro, Clinton, hablaba del ketchup, y otro, Kerry, habla con tanta ligereza de la globalización como uno, Reagan, hablaba de una de cowboys. El paradigma, eje de la carrera presidencial de los Estados Unidos, converge en una curva: la guerra. Una curva peligrosa en el camino de la globalización. O, en su momento, una irónica respuesta a la europea, extraña al tradicional idealismo norteamericano, al horror del 11 de septiembre, doblegando, y archivando, el papel unificador que ejerció la amenaza soviética durante la Guerra Fría. La amenaza soviética ha sido desplazada por la amenaza terrorista. Todos usan repelente contra ella, pero medio planeta, y me quedo corto, se pregunta si es peor el perro o la rabia. En la duda, sin más antibiótico que la rabia contra el perro, talla la diferencia. Uno, Bush, se ufana de ser el presidente de la guerra, por (leer más)

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Política

Nada personal

El mensaje no ha cambiado: si ustedes no se ayudan a sí mismos, poco y nada podemos hacer nosotros WASHINGTON.– La tempestad sacude un barco. En la cubierta va un muchacho que, por el impacto, pierde el equilibrio y cae al mar. No sabe nadar. Un marinero se arroja detrás de él. Lo rescata con mucho esfuerzo. Un rato después, en el camarote, el muchacho, aún no repuesto del shock, le dice al marinero: gracias por haberme salvado la vida. De nada, le responde el marinero, pero procure vivirla como algo digno de haber sido salvado. En ocasiones, América latina ha sido comparada con el muchacho del cuento de Paulo Coelho que no sabía nadar y que, gracias al marinero, logra salir a flote. En otras, América latina ha sido comparada con un barco sacudido por una tempestad. Y en otras, América latina ha sido comparada con la mismísima tempestad. ¿Qué es América latina, entonces? A los ojos de círculos gubernamentales y políticos de los Estados Unidos, no es el muchacho ni es el barco. (leer más)